Los fósiles del dientes de sable cambian la historia del temible gran felino

Cientos de dientes extraídos de los pozos de alquitrán de La Brea, en California, modifican la imagen que teníamos de este icono de la Edad del Hielo.

Por John Pickrell
Publicado 6 ago 2019, 10:31 CEST
Dientes de sable
Salpicados por la sombra moteada de las hojas, unos tigres dientes de sable devoran a un herbívoro del bosque mientras unos lobos gigantes persiguen bisontes en el pastizal abierto de la California del Pleistoceno. Según el análisis de sus dientes, es probable que los tigres dientes de sable del oeste de Estados Unidos fueran moradores del bosque que cazaban animales como tapires o ciervos.
Fotografía de Mauricio Antón

Hasta hace unos 10 000 años, el tigre dientes de sable Smilodon fatalis era un depredador temible en el actual oeste de Estados Unidos. Se han extraído más de 3000 felinos fosilizados del acre alquitrán de los pozos de La Brea, en California, y los investigadores que los estudian se habían imaginado al Smilodon como un cazador similar a un león, que perseguía bisontes y caballos en los pastizales abiertos.

Pero ahora, los análisis de cientos de dientes de La Brea pintan una perspectiva muy diferente de este terror prehistórico, que podía alcanzar un peso de 272 kilos y tenía caninos de hasta 18 centímetros.

«En realidad, las emblemáticas imágenes de tigres dientes de sable derribando bisontes no se sostienen», afirma Larisa DeSantis, líder del estudio y paleontóloga de la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee. La investigación, publicada en la revista Current Biology, aporta pruebas de que el Smilodon podría haber habitado el bosque y se habría alimentado principalmente de criaturas herbívoras.

«Es más probable que cazaran animales como tapires y ciervos, no caballos ni bisontes», afirma DeSantis.

El exhaustivo estudio de su equipo también explicaría por qué los depredadores más pequeños como los coyotes y los lobos han logrado sobrevivir hasta la actualidad, mientras que los carnívoros más grandes como los tigres dientes de sable, los lobos gigantes y los leones americanos se extinguieron entre hace 10 000 y 12 000 años.

Su equipo sugiere que la clave se encuentra en la flexibilidad dietética que adoptaron tras la desaparición de muchos de los grandes herbívoros prehistóricos de Norteamérica, como los perezosos terrestres gigantes, los mamuts, los mastodontes y los camellos. Por ejemplo, estudios anteriores han determinado que los coyotes menguaron un 20 por ciento tras la extinción de los herbívoros y el nuevo análisis de sus dientes demuestra que también ajustaron su estilo de vida para adaptarse a una nueva realidad.

«Cuando se extinguen grandes depredadores y presas, no solo mengua su tamaño, sino que cambian su dieta básica y empiezan a buscar carroña para convertirse en los oportunistas que conocemos hoy en día», afirma DeSantis.

El análisis del esmalte

Los científicos estudiaron más de 700 dientes fosilizados extraídos de La Brea que pertenecieron a diversos herbívoros, tigres dientes de sable, leones americanos, lobos gigantes, pumas, coyotes y lobos. El equipo analizó los patrones de desgaste microscópicos que indican los tipos de alimentos que masticaban las criaturas, así como las proporciones de dos isótopos de carbono en el interior del esmalte dental.

Estas dos variantes del átomo de carbono se acumulan en las plantas a ritmos diferentes dentro de los entornos forestados y abiertos. Los herbívoros que consumen estas plantas transportan una pista química de sus hábitats preferidos dentro del cuerpo, algo que se traspasa a los carnívoros que se alimentan de ellos. Esto significa que los restos de los carnívoros pueden revelar si consumían presas que vivían en hábitats forestados o abiertos.

Estudios anteriores han analizado la proporción de isótopos de carbono y nitrógeno en los restos de una proteína llamada colágeno que hallaron en los huesos de los depredadores de La Brea. Dichos estudios han llegado a la conclusión de que es probable que los depredadores más grandes —entre ellos el Smilodon, los lobos gigantes y los leones americanos—cazaran en entornos abiertos.

«Todos los datos hasta este momento demostraban que competían por presas similares», afirma DeSantis. Por consiguiente, algunos expertos propusieron que esta rivalidad por los recursos podría haber contribuido a su extinción. Pero, según DeSantis, el uso del esmalte dental se considera «la regla de oro» para este tipo de pruebas de isótopos.

«El esmalte dental es más fiable que el colágeno», afirma Julie Meachen, paleontóloga de la Universidad de Des Moines en Iowa que no participó en el estudio. Esto se debe a que es menos probable que el esmalte se altere durante el proceso de fosilización o por el paso de mucho tiempo bajo tierra.

Y «cuando analizamos el esmalte, vimos una imagen completamente diferente», afirma DeSantis. «Descubrimos que, en realidad, los tigres dientes de sable, los leones americanos y los pumas hacían lo que suelen hacer los felinos, cazar en ecosistemas forestados y emplear la cubierta para emboscar a sus presas».

Frente a ellos, sus homólogos caninos, como los lobos gigantes, los coyotes y los lobos eran los que cazaban en entornos más abiertos.

«Los felinos y los cánidos separan lo que hacen», afirma.

Preparados para sobrevivir

Los resultados sugieren que en realidad había mucha menos competición por las presas entre los mayores carnívoros del Pleistoceno de la región, sobre todo entre tigres dientes de sable y lobos gigantes.

El nuevo estudio es relevante «porque es el primer artículo científico que demuestra que el Smilodon y los lobos gigantes hacían cosas diferentes a la hora de escoger presas», afirma Meachen. «Tiene sentido que el Smilodon cazara en un entorno más cerrado si tenemos en cuenta que es improbable que persiguiera a sus presas a lo largo de una distancia considerable. Eran depredadores por emboscada, según su morfología corporal».

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    Garras y dientes

    El estudio «se suma a lo que sabemos sobre el Smilodon fatalis y dónde prefería vivir», añade el paleontólogo Christopher Shaw, conservador adjunto del Museo de Historia Natural de Idaho y exdirector de colecciones de los pozos de alquitrán y el museo de La Brea. Según él, otras pruebas sugieren que a veces el Smilodon consumía bisontes en La Brea, pero quizá no sea tan contradictorio como parece.

    «En una época, existía una subespecie de bisonte adaptada que vivía en hábitats de bosque y que podría haber sido una presa ideal», afirma Shaw.

    Lo más importante es que el estudio se suma a las pruebas de que la especialización de las preferencias de presas es lo que probablemente condenó a especies como el Smilodon y los lobos gigantes. Por su parte, los coyotes lograron sobrevivir al cambio ecológico gracias a su flexibilidad y a que capturaban presas pequeñas como ratas y conejos, además de tener una conducta carroñera.

    Según Meachen, los coyotes «pueden cambiar de presa e incluso de estrategia de caza para incrementar sus probabilidades de supervivencia».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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