Hallan nuevas especies de geckos en un volcán remoto de las Galápagos

Una iniciativa para identificar a los reptiles de las Galápagos ha revelado tres nuevas especies. Es probable que una se encuentre ya en peligro de extinción.

Por Jason G. Goldman
Publicado 3 dic 2019, 12:50 CET
Phyllodactylus andysabini
El hábitat del gecko Phyllodactylus andysabini es una superficie de menos de 250 kilómetros cuadrados en un único volcán.
Fotografía de Lucas Bustamante

Las islas Galápagos son famosas por la singularidad de sus reptiles, como tortugas gigantes o iguanas marinas. Ahora, un equipo científico ha anunciado el descubrimiento de tres nuevos geckos que sumar a esa lista, uno de los cuales vive en un volcán.

Un equipo de herpetólogos estadounidenses y ecuatorianos halló hace poco a uno de los geckos Phyllodactylus durante una expedición agotadora al volcán Wolf, el más remoto de los cinco volcanes de Isabela, la isla más grande del archipiélago de las Galápagos.

«Hace falta una expedición muy larga y cara, y al llegar hay que escalar las laderas del volcán, lo que exige mucho esfuerzo y un gran equipo», afirma el herpetólogo Alejandro Arteaga, director de ciencia de Tropical Herping, un grupo de investigación y turismo ecológico con sede en Ecuador. La organización ha dirigido una iniciativa de tres años para documentar a todos los reptiles de las Galápagos y producir la primera guía de campo de los reptiles del archipiélago ecuatoriano.

Arteaga explica que cuando el equipo partió por primera vez hacia el volcán Wolf, su meta no era buscar geckos, sino fotografiar a la iguana terrestre rosada del volcán, una especie descrita formalmente hace solo una década. Con todo, los investigadores tenían la corazonada de que otros reptiles de la zona podrían ser especies nuevas, así que decidieron rastrear a los geckos.

Su corazonada resultó profética. Llamaron a la nueva especie Phyllodactylus andysabini en honor al filántropo estadounidense Andrew Sabin, cuya fundación sin ánimo de lucro financió la expedición. Al igual que todos los geckos de la familia Phyllodactylus, los dedos de estos reptiles son similares a las hojas de gingko. El proyecto financiado por varias ONG internacionales documentó un total de 12 especies de geckos de dicha familia en las Galápagos, once de las cuales son endémicas del archipiélago.

La investigación es fundamental porque casi la mitad de las 28 especies de reptiles de las islas están amenazadas o en peligro de extinción, y conocerlas mejor y saber dónde viven puede ayudar a científicos y gobiernos a diseñar estrategias de conservación más eficaces. Por ejemplo, el área de distribución del P. andysabini solo mide 248 kilómetros cuadrados, por lo que es vulnerable a las coladas de lava (la erupción más reciente se produjo en 2015).

«Cuando a esto le añades que aún hay depredadores introducidos en la zona, sobre todo gatos y ratas negras, no cabe duda de que eso los define como [especie] en peligro de extinción», afirma Arteaga.

En el nombre de la ciencia

Con el gecko P. andysabini, junto a la iguana rosada y una especie de tortuga gigante aislada en el volcán Wolf, Chelonoidis becki, la cifra de especies endémicas del norte de Isabela asciende a tres. «Por qué es tan especial el norte de Isabela es una cuestión que nadie puede responder aún», afirma Arteaga.

Por su parte, la segunda nueva especie de Isabela, llamada Phyllodactylus simpsoni, fue identificada como especie tras una expedición de 2014 dirigida por el herpetólogo ecuatoriano Omar Torres-Carvajal. Como no llegó a publicar una descripción formal del gecko, Arteaga y sus colegas continuaron donde lo dejó y nombraron a la especie en honor a Nigel Simpson, uno de los fundadores de la organización de conservación ecuatoriana Fundación Jocotoco, patrocinadora de la expedición.

El gecko Phyllodactylus maresi, antaño considerado subespecie de otro gecko, se ha descrito como especie individual.
Fotografía de José Vieira

La tercera nueva especie, el Phyllodactylus maresi, no es técnicamente nueva, ya que la describieron en 1973 como subespecie del Phyllodactylus galapagensis. A esta le han puesto el nombre del empresario italiano Ludovico Mares, que financió la expedición que descubrió al animal en un islote diminuto llamado Mares —que también lleva su nombre— cerca de la isla de Santiago. Sin embargo, la sofisticada secuenciación genética del equipo ha revelado que el gecko es una especie individual.

Lo desconcertante es que los investigadores descubrieron al P. maresi en la isla Santiago y en la isla Marchena, separadas por 64 kilómetros de océano. Nadie sabe en qué isla vivió primero, pero los datos genéticos revelan que la segunda colonización tuvo lugar hace menos de medio millón de años, tiempo insuficiente para que se produzca la especiación.

Compartir a los geckos con el mundo

A Tony Gamble, que no participó en la investigación, no le sorprende que estos geckos pasaran desapercibidos tanto tiempo. Se debe a una razón muy sencilla: en general, solo se permite que turistas e investigadores entren en las áreas protegidas de la isla durante el día y los geckos son nocturnos.

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    «En cuanto se van todos los turistas y los científicos, el sol se pone y los geckos salen. Por su biología, [los geckos] son bastante reacios al estudio en las Galápagos», afirma Gamble, herpetólogo de la Universidad Marquette de Milwaukee.

    Arrojar más luz sobre estos geckos y la difícil situación de los reptiles de las Galápagos es el motivo por el que los científicos han publicado Reptiles of the Galápagos en versión impresa y en versión digital gratuita en lugar de en una revista científica tradicional.

    «Una de nuestras responsabilidades es traducir la ciencia», afirma Lucas Bustamante, director de fotografía de Tropical Herping, que añade que muchos de los patrocinadores del libro han convertido la comunicación científica en la máxima prioridad de la investigación. «Se trata del futuro de la conservación medioambiental», añade.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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