Un roedor descubierto a más de 6700 metros de altitud bate un récord mundial

Un equipo científico ha hallado ratones que viven a elevaciones superiores a lo pensado, lo que los convierte en los mamíferos que viven a más altitud.

Por Douglas Main
Publicado 24 mar 2020, 13:52 CET
Un ratón orejudo amarillento (Phyllotis xanthopygus rupestris) en el guante de un investigador, sobre las laderas del volcán Llullaillaco, a gran altitud. Esta especie es el mamífero que vive a más altitud.
Fotografía de Marcial Quiroga-Carmona

El verano pasado, un equipo científico documentó el hallazgo del mamífero que vive a mayor altitud en todo el mundo, un ratón orejudo amarillento que observaron correteando en el tramo superior del Llullaillaco, el segundo volcán activo más alto del mundo, que se encuentra entre Argentina y Chile.

Es increíble que algo pueda vivir a tal altitud (unos 6200 metros), ya que no hay vegetación y aparentemente nada que comer. Aquí, al borde del desierto de Atacama, las precipitaciones son escasas y a veces las temperaturas descienden por debajo de los -25 °C.

«Es difícil exagerar lo hostil que es este entorno», afirma Jay Storz, biólogo de la Universidad de Nebraska, Lincoln, y explorador de National Geographic.

Intrigado por el descubrimiento, Storz organizó una expedición al volcán en febrero para buscar roedores. Y encontró roedores. De hecho, se topó con otro ratón orejudo amarillento a más altitud que el anterior, en la mismísima cima del Llullaillaco (a 6739 metros), batiendo el récord anunciado el año pasado.

Esta investigación, descrita en un estudio publicado esta semana en bioRxiv, donde pueden leerse los trabajos antes de que sean revisados por pares, es el comienzo de una misión científica para comprender cómo se adaptan y sobreviven estos animales a condiciones tan extenuantes. Con estos resultados, podríamos comprender cómo se adaptan otras criaturas a ambientes extremos e incluso podrían tener aplicaciones médicas para los humanos que viven con bajos niveles de oxígeno por enfermedades, el esfuerzo o el mal de altura, por ejemplo.

Capturaron a la mayoría de los ratones, que pertenecen a cuatro especies diferentes, con trampas pequeñas durante la expedición de febrero para poder estudiar a los animales en mayor profundidad. Sin embargo, justo al llegar a la cumbre del Llullaillaco, Storz capturó al ratón con la mano. Fue un golpe de suerte, ya que solo puedes quedarte en la cima durante unos minutos, debido a los bajos niveles de oxígeno y la posibilidad de tormentas violentas.

«Nadie preveía que hubiera ratones viviendo a tanta altitud», afirma Storz. «Resulta que pueden ascender hasta la máxima altura posible». El compañero de escalada de Storz, el alpinista profesional Mario Pérez-Mamani, capturó el momento en vídeo.

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    Un ratoncito duro de roer

    El ratón orejudo amarillento (Phyllotis xanthopygus) es una especie conocida que vive en las faldas y las montañas de los Andes y también se han observado al nivel del mar.

    Eso quiere decir que el animal tiene una distribución altitudinal sin precedentes de más de 6700 metros. «Es extraordinario que tenga una distribución tan amplia. No lo tiene ninguna otra especie», afirma Scott Steppan, experto en ratones y profesor de biología de la Universidad del Estado de Florida.

    En la expedición de febrero, Storz y sus colegas también hallaron un ratón orejudo de Lima (Phyllotis limatus) a 5070 metros, superando con creces el récord que había registrado su especie. Las otras dos especies se descubrieron cerca de o en su máximo altitudinal documentado previamente.

    En resumen, la expedición sugiere que «es probable que hayamos subestimado los límites de altitud y las capacidades fisiológicas de muchos de los animales, solo porque las cimas de los picos más altos del mundo están relativamente inexploradas», afirma Storz.

    Todo comenzó en 2013, cuando los escaladores estadounidenses Matt Farson, médico de urgencias, y Thomas Bowen, antropólogo, avistaron en el volcán lo que más adelante se asumió que era un ratón orejudo amarillento. Una expedición posterior en 2016, en la que participó Steven Schmidt, de la Universidad de Colorado, Boulder, descubrió otro ratón en la misma ubicación y tomó una muestra de ADN cerca de su madriguera. De este modo, se confirmó que se trataba de un Phyllotis xanthopygus, un hallazgo que se anunció a finales de junio de 2019 en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Mastozoología en Washington D.C.

    Más intriga

    La anterior plusmarquista, la pica de orejas largas, se ha observado a 6126 metros de altitud. También se han avistado yaks y carneros azules a unos 6000 metros, pero es una altitud fuera de su zona de habitabilidad conocida. En el caso del ratón, se cree que estos individuos forman parte de poblaciones establecidas.

    El hallazgo añade más intriga al Llullaillaco, que alberga el sitio arqueológico a más altitud del mundo, un depósito de momias incas preservadas casi a la perfección descubiertas en 1999 por el explorador de National Geographic Johan Reinhard. Reinhard también documentó roedores a gran elevación, aunque por aquel entonces supuso que seguían a los escaladores y sobrevivían con su comida. El Llullaillaco también alberga uno de los lagos a más altitud del mundo y microbios resilientes.

    El descubrimiento plantea muchas incógnitas. ¿Cómo sobreviven los roedores a tal elevación, donde hace un frío increíble y hay menos de la mitad del oxígeno presente al nivel del mar? ¿Y de qué se alimentan?

    Storz afirma que los animales podrían consumir restos de detritos que transporta el viento, pero estos no parecen muy sustanciosos. Storz también estudia a los ratones ciervo, cuyos hábitats abarcan desde el nivel del mar hasta elevaciones de más de 4200 metros y que, según él, son el equivalente norteamericano a los ratones orejudos amarillentos.

    El ratón orejudo amarillento tiene una distribución altitudinal de más de 6700 metros, el más amplio del mundo de cualquier mamífero documentado hasta la fecha.
    Fotografía de Historic Collection, Alamy (ilustración)

    Estos animales son capaces de sobrevivir a gran altitud pese «a todo un abanico de cambios fisiológicos», como un metabolismo muscular más lento y un sistema cardiovascular especializado.

    Continuará...

    Storz quiere volver al volcán para comprender cómo son capaces de resistir un estilo de vida tan extremo. Específicamente, tiene pensado colocar a los ratones en cámaras metabólicas para medir su VO₂ máx, un indicador del consumo de oxígeno, y llevar a cabo otras pruebas. El trabajo ha sido financiado por la National Geographic Society y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, ya que entender las adaptaciones a la vida a gran altitud es «potencialmente relevante para tratar una serie de enfermedades humanas relacionadas con problemas en el suministro y el uso de oxígeno», afirma.

    Entre ellas figuran las enfermedades cardiovasculares y pulmonares como el enfisema o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Los resultados también podrían ayudar a los médicos a tratar el mal de altura y hacer frente a la vida en lugares a gran altitud o en otras partes con bajos niveles de oxígeno.

    El descubrimiento es «completamente inesperado y por consiguiente merece una investigación crítica de este animal y una investigación de campo centrada en otras áreas similares del planeta para contar con casos paralelos, como el Himalaya», afirma James Patton, profesor emérito de la Universidad de California, Berkeley, que no participó en la investigación.

    A Patton le maravilla que un ratón pueda sobrevivir aquí y tiene ganas de saber cómo es posible. «Es increíble, como mínimo», concluye.

    Artículo actualizado y traducido del inglés a partir de una noticia publicada en julio de 2019 en nationalgeographic.com.

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