En África, las mordeduras de serpiente son una crisis sanitaria «desatendida»

Las mordeduras de serpiente matan a miles de africanos cada año. Ahora, la escasez de antídotos ha empujado a expertos internacionales a colaborar en el tratamiento y la prevención.

Por Thomas Nicolon
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Publicado 19 oct 2020, 16:09 CEST
Una serpiente Atheris de la República Democrática del Congo

Mostrando su lengua viperina, una serpiente Atheris de la República Democrática del Congo olfatea su entorno. La mordedura de estas pequeñas serpientes arbóreas, que viven en las regiones tropicales de África, puede provocar fallo renal, hemorragias externas e internas lo bastante graves como para causar anemia y, a veces, la muerte.

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Simon Isolomo se despertó sobre las cinco de la mañana, se despidió de su mujer y sus siete hijos y se subió a su canoa. Aquel día, un martes de diciembre de 2018, había empezado como muchos otros en los 30 años que Isolomo llevaba siendo pescador en la provincia de Équateur, en la República Democrática del Congo. Mientras remaba por el río Likelemba hacia su campamento de pesca con un par de amigos, Isolomo, de 52 años, iba comiendo kwanga, un plato popular de mandioca, y disfrutaba del aire fresco de la mañana.

Tres horas después, llegaron al campamento e Isolomo empezó a comprobar los sedales. Al sentir resistencia en uno de ellos, metió la mano en las aguas turbias. Un dolor intenso le hizo tambalearse. La sangre salía a borbotones de dos heridas punzantes. Justo bajo la superficie, una serpiente amarillenta con anillos negros se alejó deslizándose.

Con Isolomo tumbado en la canoa, sus compañeros remaron frenéticamente hacia Iteli, su aldea. Para cuando llegaron, perdía y recuperaba la consciencia a intervalos. Su mujer, Marie, se unió al grupo y enseguida partieron hacia el hospital en Mbandaka, la capital provincial. Sin embargo, Isolomo dejó de respirar y falleció antes de llegar.

El herpetólogo Baldé Mamadou Cellou junto a la colección de serpientes del Instituto para la Investigación Biológica Aplicada de Kindia, en Guinea, una clínica mundialmente famosa por tratar las mordeduras de serpiente.

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Cellou enseña su mano hinchada 30 minutos después de que le mordiera una víbora bufadora. Los médicos utilizaron un rotulador para marcar la progresión de la hinchazón y del dolor. Le administraron seis viales de antídoto Inoserp-Pan Africa. Rechazó los analgésicos para «comprender mejor lo que sienten los pacientes».

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Historias como la de Isolomo son demasiado habituales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren en todo el mundo hasta 138 000 personas por mordeduras de serpiente y la gran mayoría de esas muertes ocurren en países en vías de desarrollo. Otras 400 000 personas sobreviven con miembros amputados y otras discapacidades permanentes. De hecho, las mordeduras de serpiente provocan más víctimas que el total del resto de las «enfermedades tropicales desatendidas» catalogadas por la OMS: la rabia, el dengue, la lepra y el tracoma, entre otras, que afectan de forma desproporcionada a las personas más pobres del mundo y son las que reciben menos financiación e inversión en investigación.

El problema de las mordeduras de serpiente es excepcionalmente grave en el África subsahariana, donde algunos expertos creen que el número de víctimas anual podría ser de hasta 50 000 personas, más del doble que la estimación de la OMS de 20 000 personas. Uno de los factores principales es la grave escasez de y el acceso limitado a la única medicina que puede neutralizar las toxinas de las serpientes más peligrosas: los antídotos. Además, muchas víctimas, por falta de dinero, medios de transporte o desconfianza hacia la medicina occidental, no acuden a los hospitales y el personal de muchos centros de salud no está formado para tratar mordeduras de serpiente.

En 2017, para resaltar la crisis de las mordeduras de serpiente y atraer financiación para la investigación y el tratamiento, la OMS añadió el envenenamiento por mordedura o de serpientes venenosas a la lista de enfermedades tropicales desatendidas.

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    Los pacientes y sus parientes esperan a entrar en el centro de tratamiento de intoxicaciones por mordeduras en el Instituto para la Investigación Biológica Aplicada, uno de los pocos centros de África con gran experiencia en el tratamiento de mordeduras de serpiente. Pero incluso aquí, la electricidad es esporádica y el material sanitario es rudimentario.

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    En 2019, la organización publicó su estrategia de prevención y control de mordeduras de serpiente y estableció una meta mundial para reducir en un 50 por ciento el número de muertes anuales y casos de discapacidad por envenenamiento para 2030, un objetivo para el que se necesitará una inversión de casi 140 millones de dólares. (El año pasado, en la fase piloto del programa, la OMS destinó casi nueve millones de dólares a la investigación, el tratamiento y la prevención de mordeduras de serpiente.)

    Elevar las mordeduras de serpiente a este nivel de preocupación «servirá, esperamos, para llamar la atención de los ministros de sanidad» de África, afirma Baldé Mamadou Cellou. Cellou, de 64 años, es un biólogo guineano y director de investigación del Instituto para la Investigación Biológica Aplicada de Kindia, Guinea, un centro donde se estudian enfermedades y que cuenta con una clínica para tratar mordeduras de serpiente.

    Una carrera a contrarreloj

    El veneno de los elápidos, una familia de serpiente en la que figuran mambas y cobras, puede matar en cuestión de horas. Contiene neurotoxinas que paralizan los músculos, lo que puede provocar parada respiratoria. El veneno de las víboras —como las bufadoras y las del género Echis, que matan a más personas en África que cualquier otra serpiente— destruye los glóbulos rojos y provoca inflamación, hemorragia y necrosis tisular. Las mordeduras de las víboras, que pueden tardar varios días en matar, son más comunes porque estas serpientes son depredadoras por emboscada que permanecen inmóviles durante horas, por eso es más fácil que la gente se tope con ellas por accidente.

    El jefe de la aldea de Lolifa, Ikomo Bokombola Pierre, sostiene dos trampas para peces que contienen serpientes en el oeste de la República Democrática del Congo. Las trampas de pesca subacuática, que se utilizan por toda la cuenca del Congo, suelen atrapar serpientes, una fuente de carne potencialmente letal para los pescadores.

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    El curandero tradicional Jean-Louis Impasa recoge plantas medicinales en Lolifa. Las víctimas de mordeduras de serpiente suelen optar por visitar a un curandero en lugar de ir al hospital, que es más caro. Cuando las curas tradicionales fracasan, las víctimas podrían terminar en el hospital de todos modos, si no es demasiado tarde.

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    La mayoría de las víctimas de mordeduras de serpientes africanas son agricultores pobres o sus hijos, que trabajan en campos remotos. Cuando una serpiente venenosa ataca, comienza una carrera a contrarreloj. Transportar a alguien que ha recibido un mordisco hasta el hospital más cercano puede tardar horas, como en el caso de Isolomo, o incluso días. Para cuando llega, puede ser demasiado tarde.

    Cuando un paciente llega a un centro de tratamiento, hay que responder dos preguntas fundamentales: ¿cuentan con un antídoto fiable? Y, de estar disponible, ¿sabe el personal médico cómo administrarlo al mismo tiempo que tratan los posibles efectos secundarios, que pueden oscilar de náuseas y vómitos hasta un choque anafiláctico potencialmente mortal? A menudo, la respuesta es no.

    Muchas víctimas de mordeduras de serpientes africanas no son trasladadas al hospital. Las familias suelen acudir a un curandero tradicional, que puede utilizar hojas o cenizas de huesos de animales quemados o colocar torniquetes en las extremidades afectadas, lo que puede restringir peligrosamente la circulación sanguínea y la oxigenación de los músculos. Algunas plantas disponibles a nivel local sí enmascaran el dolor y reducen la hinchazón, pero no pueden salvar las vidas de las víctimas, señala Cellou.

    Con todo, los supervivientes de las mordeduras de serpiente pueden pensar que se han salvado gracias a los curanderos tradicionales. Esto se debe a que la mitad de las mordeduras de serpiente son secas, sin inyección de veneno, según explica Eugene Erulu, médico del Hospital de Watamu, en el sur de Kenia. «Así que el paciente está convencido de que el curandero lo ha salvado, aunque no ha habido envenenamiento», afirma.

    Las raíces de un remedio

    Cellou empezó a estudiar el envenenamiento por mordeduras de serpiente hace 25 años y ahora es un conferenciante de fama mundial sobre este tema. Una niña de 12 años apareció con un mordisco en el Instituto para la Investigación Biológica Aplicada, donde trabajaba como entomólogo, y nadie supo cómo ayudarla. El instituto había sido un centro de tratamiento de mordeduras de serpiente a principios del siglo XX, pero para mediados de siglo habían empezado a centrarse en las fiebres hemorrágicas.

    «Estas personas quedan abandonadas», recuerda haber pensado Cellou. Cuando la niña murió en sus brazos, prometió que ella sería la última víctima. Dejó de estudiar insectos y se centró en encontrar la mejor forma de tratar la intoxicación por mordeduras de serpiente.

    Rémi Ksas, director del centro, coloca una serpiente ularburong en su jaula en Venom World, una empresa a las afueras de París que cría y ordeña serpientes venenosas. El preciado líquido se vende a fabricantes de antídotos.

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    Ksas extrae el veneno de una víbora del Gabón para el laboratorio francés Latoxan, que suministra los ingredientes a fabricantes de antídotos de todo el mundo. Cada gramo de veneno puede costar miles de dólares.

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    En su búsqueda de tratamientos para las mordeduras de serpiente, Cellou ha experimentado con píldoras fabricadas en China y caras inyecciones de antídoto fabricado en la India que compró en mercados de aldea. También ha utilizado Fav-Afrique, un antídoto fabricado por la empresa francesa Sanofi que es eficaz contra las mordeduras de unas 10 serpientes, como las víboras del género Echis, las mambas y las cobras. Sin embargo, en 2015 Sanofi anunció que había dejado de producirlo porque la medicina no daba beneficios.

    Producir antídotos es un proceso largo y caro. Las farmacéuticas tienen que comprar veneno a laboratorios que lo extraen de serpientes en cautividad. Según la especie, el veneno puede costar de unos cientos a unos miles de dólares el gramo. Se inyectan pequeñas cantidades del veneno a caballos, animales elegidos porque son fáciles de criar y tienen una gran cantidad de sangre. Los caballos desarrollan anticuerpos poco a poco. A continuación, se extraen los anticuerpos de la sangre y se purifican para fabricar un antídoto en forma de líquido o de polvo.

    La mayoría de los antídotos se desarrollan para neutralizar el veneno de una sola especie de serpiente. Esto supone todo un reto porque la composición química del veneno puede variar entre serpientes aunque pertenezcan a la misma especie e incluso entre serpientes que han nacido de la misma nidada. «Hay una gran falta de datos e investigaciones publicadas sobre este tema», afirma Jordan Benjamin, fundador de la Asclepius Snakebite Foundation, una organización con sede en Estados Unidos que proporciona material y formación a centros de salud africanos. Por otra parte, cada persona reacciona a las mordeduras de serpiente de forma única, por eso el tratamiento es «parte ciencia y parte arte», dice.

    «A veces, los antídotos que se supone que tratan [las mordeduras de] determinadas especies ni siquiera funcionan en algunas zonas», cuenta Nick Brandehoff, director médico de la fundación y toxicólogo médico de Colorado. Por ejemplo, «el veneno de la víbora bufadora puede cambiar de una zona a otra. Es algo complejísimo».

    Desarrollar un antídoto que trate varias especies es muy difícil, por eso la pérdida de Fav-Afrique ha preocupado tanto a los profesionales sanitarios.

    Un antídoto que lo cambia todo

    En 2013, una empresa de México, Inosan Biopharma, había perfeccionado con la ayuda de Cellou y otros expertos un antídoto llamado Inoserp Pan-Africa que neutraliza las toxinas de al menos 18 especies de serpientes, más que ningún otro antídoto disponible en África.

    «La amplitud de especies de cubre Inoserp significa que puedes utilizarlo aunque no estés seguro de qué serpiente ha mordido a la víctima», afirma Benjamin. «Y tiene una tasa bajísima de efectos secundarios graves, que es un problema habitual con otros antídotos».

    Nabi Camara busca serpientes en los matorrales y arbustos del hábitat de bosque-sabana del oeste de Guinea. Camara, que atrapa serpientes para el Instituto para la Investigación Biológica Aplicada, en Guinea, perdió el dedo índice izquierdo por amputación cuando lo mordió una mamba verde occidental.

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    Otra ventaja es que, a diferencia de los antídotos líquidos, que hay que refrigerar, Inoserp viene en una formulación liofilizada. Que no haya que refrigerarlo es «lo cambia todo», cuenta Cellou, «ya que en la mayoría del África rural tenemos problemas constantemente con los cortes eléctricos».

    Los expertos están de acuerdo en que Inoserp ha supuesto un gran avance en la medicina tropical. En su instituto, Cellou dice que la mortalidad por mordeduras de serpiente era de un 18 por ciento durante los años noventa. Para 2019, gracias a Inoserp Pan-Africa, se había desplomado a un 1,3 por ciento. Ahora, «los únicos pacientes [del instituto] que fallecen vienen de muy lejos, llegan demasiado tarde», afirma.

    Pese a su eficacia, hay una grave escasez de esta medicina: los laboratorios producen menos de un 5 por ciento de los dos millones de viales que se necesitan cada año en el África subsahariana. Y aunque mejorara la disponibilidad del Inoserp, los africanos rurales —cuyos ingresos pueden ser de solo un par de dólares al día— no podrían permitírselo. Los hospitales cobran entre 80 y 120 dólares por vial y la mayoría de las víctimas de mordeduras de serpiente necesitan varios viales.

    Hay antídotos más baratos disponibles, pero los fabrican laboratorios que podrían no seguir normas de control de calidad internacionales y que a menudo son poco fiables. «En varios países africanos hay antídotos diseñados para tratar mordeduras de serpientes indias», cuenta Jean-Philippe Chippaux, experto en enfermedades tropicales del Instituto de Investigación para el Desarrollo, con sede en París. Chippaux colaboró en la redacción de la estrategia de mordeduras de serpiente de la OMS y contribuyó al desarrollo de Inoserp. Por otra parte, los errores cometidos a la hora de tratar a las víctimas de las mordeduras de serpiente, como utilizar el antídoto incorrecto o una cantidad inadecuada, refuerzan la desconfianza de los africanos rurales hacia los profesionales sanitarios.

    «Deberían abaratar el antídoto»

    Un estudio de 2016 dirigido por Chippaux desveló que, aunque el tratamiento adecuado de una mordedura de serpiente es caro, la productividad laboral perdida —por la discapacidad o la muerte— puede ser aún más cara. «Los gobiernos deberían ofrecer apoyo financiero», afirma Chippaux. «Deberían abaratar el antídoto para poder tratar a la gente».

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      Una víbora bufadora, que hincha el cuerpo y sisea para advertir a posibles agresores, toma el sol en las rocas cálidas de Guinea occidental. Esta especie, que se distribuye por gran parte de África, es una de las cinco serpientes más mortales del continente y su mordedura causa estragos en el tejido vivo.

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      Inosan Biopharma está invirtiendo millones de dólares para ampliar la producción de Inoserp en México con la esperanza de que los gobiernos africanos se comprometan a comprar cantidades suficientes para solucionar la crisis de mordeduras de serpiente. «Por ahora, Inoserp no nos ha dado beneficios», cuenta Juan Silanes, el consejero delegado. «Lo consideramos una fase de inversión, pero nos enorgullece lo que hacemos porque es una causa importante».

      Otras empresas de otros países también investigan nuevos tratamientos y algunas organizaciones filantrópicas están interviniendo ante la falta de apoyo gubernamental. Por ejemplo, Asclepius proporciona Inoserp y formación médica gratuitos a centros sanitarios de Guinea, Kenia, Sierra Leona y la República del Congo. El James Ashe Antivenom Trust compra antídotos para hospitales del condado de Kilifi, en Kenia, para que los pacientes reciban un tratamiento gratuito. La idea es que, si dichos programas se multiplicaran y publicitaran, más víctimas recurrirían al tratamiento en hospitales en lugar de recurrir a curanderos tradicionales.

      Pero, como dice Cellou, prevenir las mordeduras de serpiente es mejor que tener que tratarlas. Para dicho fin, educadores del Centre Antivenimeux, con sede en la Universidad de Kinsasa, visitan las comunidades rurales congolesas para formar a los médicos, enseñar a los aldeanos a identificar serpientes venenosas y disuadirlos de matarlas, ya que puede provocar mordeduras letales. Les recomiendan llevar zapatos cuando caminen por lugares donde probablemente haya serpientes y que utilicen una linterna por la noche.

      «Como las mordeduras de serpiente son una enfermedad de los pobres, nuestros políticos tienen tendencia a ignorarlas», afirma Eugene Erulu, del Hospital de Watamu. Pero espera que la nueva inversión global de la OMS en prevención de mordeduras de serpiente resulte eficaz. «Ahora nuestros gobiernos se verán obligados a verlo como un problema grave», afirma. «Este es un paso importantísimo».

      Thomas Nicolon es fotoperiodista y explorador de National Geographic que cubre la conservación de las especies silvestres, entre otros temas medioambientales. En los últimos años, se ha centrado en la conservación en zonas de conflicto en África Central. Síguelo en Instagram y Twitter .
      Reportaje producido con el apoyo de la National Geographic Society.
      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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