Aumenta el número de órganos trasplantables gracias a los medicamentes para la hepatitis C

Hasta hace poco, los órganos de donantes fallecidos por sobredosis solían descartarse por el riesgo de hepatitis C.

Por Julie Appleby
Publicado 21 ago 2018, 16:00 CEST
Trasplante de riñón
Unos cirujanos trasplantan un riñón en Madrid.
Fotografía de PIERRE-PHILIPPE MARCOU, AFP, Getty Images

Cuando sus riñones fallaron por la misma enfermedad que se llevó las vidas de su madre y su hermano, Anne Rupp empezó a recibir diálisis en mayo de 2016. Pasaba tres horas al día, tres días a la semana, sometiéndose a este procedimiento para limpiar la sangre. Y lo odiaba.

Rupp, que padecía poliquistosis renal, se unió a los más de 95.000 estadounidenses en las listas de espera para trasplantes de riñón. Sabía que la espera podía durar años.

Pero una fuente experimental —y polémica— de órganos donados le dio una solución mucho más rápida: la cara medicación para tratar la hepatitis C ha posibilitado el empleo de órganos donados por víctimas de sobredosis de opiáceos que estaban infectadas con el virus.

Seis meses después de comprometerse a participar en un estudio en el que los pacientes que necesitaban un trasplante de riñón aceptaban órganos de donantes infectados, Rupp recibió una llamada a las 7:30 de la mañana. «¡Tenemos un riñón para ti!».

El número de donantes de órganos que fallecen por sobredosis ha aumentado más de un 200 por cien desde 2012 y datos de la Red Unida para Compartir Órganos (UNOS, por sus siglas en inglés) muestran que suponen más del 13 por ciento del total de donantes. Sin embargo, aproximadamente el 30 por ciento de los 1.382 donantes fallecidos por sobredosis habían dado positivo en hepatitis C.

En el pasado, los órganos expuestos a hepatitis C solían descartarse o solo se daban a pacientes que ya padecían la enfermedad. Usarlos en pacientes que no padecen el virus podría acortar el tiempo de espera del trasplante para cientos de pacientes cada año.

«Es muy prometedor, porque hace cinco años el cien por cien de los corazones [donados] por enfermos de hepatitis C se descartaban y ahora se están utilizando algunos», afirmó Peter Reese, profesor adjunto de medicina en la Universidad de Pensilvania. «El mundo ha cambiado».

Pero los pacientes que reciben dichos órganos necesitarían casi sin lugar a dudas tratamiento simultáneo con medicación para la hepatitis C, un ciclo de, en general, seis a 12 semanas y que cuesta decenas de miles de dólares. Además, no se sabe si el empleo a largo plazo de los medicamentos es seguro y eficaz en esta población.

Rupp, de 76 años, recuerda que cuando su médico del hospital Josh Hopkins en Baltimore, Maryland, le ofreció esta opción, le dijo: «No hemos hecho esto nunca». Pero también explicó que la nueva medicación antiviral casi siempre cura la hepatitis C.

Aunque algunos pacientes de hepatitis C no presentan síntomas, con el tiempo, si el virus no se trata, puede provocar enfermedad hepática crónica y falló hepático.

El estudio de Hopkins — y otros a nivel nacional— dejan abiertas nuevas posibilidades médicas, exponiendo a los pacientes a costes potenciales.

Como esta operación se considera experimental, muchos planes de salud no incluyen una póliza de cobertura específica para la cara medicación antiviral que la acompaña.

Las aseguradoras que respondieron a nuestras preguntas para este artículo afirmaron, en general, que analizan cada petición según el caso y cubrirían la medicación si la consideraran médicamente necesaria.

Los investigadores y expertos en ética afirman que la cobertura debe quedar clara antes de que este nuevo tipo de trasplante empiece a estar más disponible.

«¿Cómo puedes infectar de forma intencionada a alguien si no estás del todo seguro del pago por terceros [del tratamiento]?», afirmó Christine Durand, profesora adjunta de medicina en la Universidad Josh Hopkins.

En el Hopkins, los pacientes empiezan a tomar los antivirales justo antes de entrar en el quirófano. Otros programas esperan a que los pacientes den positivo en hepatitis C, normalmente en los primeros días después del trasplante. En general, si forman parte de un estudio, el fabricante o las instituciones que llevan a cabo la investigación pagan la medicación.

Cuando los medicamentos llegaron al mercado a finales de 2013, un ciclo de tratamiento costaba 100.000 dólares (casi 87.000 euros). Conforme empiezan a estar disponibles más antivirales, los precios han caído y los límites de cobertura se han atenuado para las personas con hepatitis C crónica. El precio neto medio de un ciclo de terapia antiviral de hepatitis C es de 25.167 dólares (21.876 euros), según SSR Health, parte de SSR LLC, una sociedad de inversionistas de investigación.

Fuera de esos ensayos, los cirujanos de trasplantes afirman haber solicitado —y, normalmente, conseguido— que la aseguradora proporcionara cobertura para la medicación. Durand afirma que esta medida es rentable, ya que los medicamentos cuestan menos que la diálisis continua por fallo renal o los dispositivos de asistencia ventricular.

Los investigadores están divididos sobre si existen pruebas suficientes para sacar este procedimiento del ámbito del estudio científico.

«No es el nivel de atención médica actual, pero va en esa dirección», afirmó Durand.

Sin embargo, otros recomiendan precaución hasta observar resultados a largo plazo.

Aunque los primeros 20 pacientes de Hopkins y Penn que recibieron riñones como parte de un estudio publicado están curados de hepatitis C, «si tuviéramos 100 pacientes, o 200, podríamos hacernos una idea mejor de si la tasa de curación es del cien por cien», afirmó Reese, de Penn.

El programa de trasplantes de corazón del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt en Nashville ha trasplantado corazones expuestos a la hepatitis C a 42 pacientes no infectados y están realizando seguimientos médicos. Ashish Sha, director del programa, contó que algunas personas con hepatitis C sin tratar o a largo plazo tienen una mayor incidencia de enfermedad de las arterias coronarias.

«Tenemos que vigilarlo», afirma, aunque señaló que muchos pacientes con fallos cardíacos graves fallecerían a la espera de un trasplante.

«Es razonable pensar que los riesgos [de aceptar un órgano de un donante infectado con hepatitis] son mucho más bajos», afirma.

Jay Fuentes, enfermero de 45 años en Quakertown, Pensilvania, decidió participar en el estudio de Penn con la esperanza de conseguir un trasplante más rápidamente cuando le fallaron los riñones en 2017.

«Me pareció pan comido», afirma Fuentes. «Si hubiera estado en el primer grupo, cuando todavía no se había probado, quizá habría dudado».

Dio positivo en hepatitis C poco después de la cirugía y tomó los antivirales durante 90 días. Contó que ya no da positivo y ha vuelto a actuar en el teatro local con sus hijos.

«Tengo una segunda oportunidad en la vida», afirmó Fuentes.

Kaiser Health News (KHN) es un servicio de noticias sin ánimo de lucro que cubre temas de salud. Es un programa independiente de la Kaiser Family Foundation, y no está afiliado a Kaiser Permanente.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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