Estas esculturas de frutas podridas ponen de relieve la vulnerabilidad de las plantas

El suministro de alimentos de nuestro planeta es vulnerable a las enfermedades causadas por el cambio climático, entre otros peligros, algo que ponen de manifiesto estos modelos de vidrio.

Por Myles Karp
Publicado 16 ene 2020, 10:58 CET
Esta escultura de vidrio representa unas fresas cubiertas del hongo Botrytis. La exposición de la Universidad de Harvard cuenta con modelos de vidrio de fruta en proceso de descomposición.
Fotografía de Jennifer Berglund, The Ware Collection of Blaschka Glass Models of Plants, Harvard University Herbaria, Harvard Museum of Natural History

Algunos de los cultivos de mayor importancia nutricional y económica del mundo están asediados por hongos, bacterias y plagas. Varias especies de Puccinia atacan el trigo, el Fusarium oxysporum se la tiene jurada a los plátanos, el café sucumbe ante el Hemileia vastatrix y las patatas, ante el Phytophthora infestans. Las enfermedades de las plantas limitan el suministro de alimentos y provocan dificultades económicas al reducir la producción de exportaciones y eliminar los trabajos en la agricultura.

Una exposición en el Museo de Historia Natural de Harvard se centra en la vulnerabilidad de nuestro suministro de alimentos a las enfermedades de las plantas empleando un canal poco convencional: modelos de vidrio de fruta descompuesta que datan del siglo XX.

La Ware Collection of Blaschka Glass Models of Plants, conocida como las «Flores de Cristal» de Harvard, está compuesta por más de 4300 esculturas de plantas y partes de plantas hechas con vidrio por Leopold y Rudolf Blaschka, padre e hijo artesanos de Dresden, Alemania, entre 1887 y 1936.

Esta rama, hecha de vidrio, muestra las hojas marchitadas por el hongo Taphrina.
Fotografía de Jennifer Berglund, The Ware Collection of Blaschka Glass Models of Plants, Harvard University Herbaria, Harvard Museum of Natural History

Además de la selección de obras expuestas permanentemente, la exposición «Frutas en descomposición» cuenta con los modelos ejemplares de plantas frutales enfermas, podridas y marchitas de la colección. Las fresas cubiertas del hongo Botrytis de aspecto nevado, hojas con un detalle exquisito marchitadas por el hongo Taphrina y peras momificadas brillan bajo la tenue luz ámbar, tan arte como ciencia.

Heraldos de las enfermedades

Pese a la elegancia de una escultura de vidrio de un melocotón, el valor principal de estas plantas no ha sido estético ni sentimental. Originalmente, Harvard encargó los modelos como herramientas de enseñanza, considerándolas mejores que las ilustraciones botánicas o los especímenes prensados para mostrar la estructura tridimensional y el color de las plantas. En concreto, la serie de frutas podridas tenía el objetivo de educar al público sobre la amenaza de las enfermedades de las plantas.

 «Ames estaba preocupadísimo por el aspecto económico de la botánica de la interacción entre personas y plantas», explica Donald Pfister, profesor de botánica sistemática en Harvard, refiriéndose a Oakes Ames, un botánico de Harvard del siglo XX. Encargó los modelos de frutas enfermas creados por Rudolf, el joven Blaschka, en la etapa final de su vida, entre 1924 y 1932. «Pensaba que serían una forma de ilustrar lo que ahora llamamos seguridad —o inseguridad— alimentaria».

Aunque los modelos se crearon hace casi un siglo, su tema sigue siendo relevante. La mayoría de las enfermedades representadas en los modelos de plantas de Rudolf Blaschka aún afectan a esos cultivos. A principios de diciembre, el New York Times informó sobre la rápida extensión de la incidencia de la niebla del manzano —que ahora es resistente a los antibióticos— en los manzanares estadounidenses. En un jardín botánico de Massachusetts, por ejemplo, había arrasado con toda la colección de manzanas.

En cierto modo, la agricultura global es más vulnerable que nunca a las amenazas de los patógenos, sobre todo por el aumento de la práctica del monocultivo, el cultivo de un solo producto en áreas de producción vastas, que limita la diversidad en favor de la eficiencia. Una diversidad genética inferior se traduce en una menor resistencia a las enfermedades.

Según un informe reciente de la ONU, la práctica es cada vez más habitual y se ve acompañada por otros aspectos insostenibles de la producción de alimentos. «En muchas partes del mundo, los paisajes agrícolas biodiversos están siendo remplazados con grandes áreas de monocultivo, cultivadas con grandes cantidades de plaguicidas, fertilizantes minerales y combustibles fósiles», indicaba el informe.

Un ejemplo particularmente flagrante de monocultivo es que casi todos los plátanos cultivados para la exportación son clones genéticamente idénticos. Ahora, la enfermedad fúngica llamada raza 4 Tropical del mal de Panamá está causando estragos en plantaciones de plátanos de todo el mundo, alterando una fuente importantísima de comida y empleo. La colección de Harvard incluye modelos de vidrio de partes de plátanos, probablemente de la variedad Gros Michel. Desde la creación de los modelos, dicha variedad se ha extinguido a manos de una cepa anterior del mal de Panamá.

Inversión e intervención

Sin una inversión e intervención considerables, los peligros que plantean los patógenos para la seguridad alimentaria se volverán más habituales. Además de la necesidad de alimentar a una población creciente, el cambio climático promete complicar la situación.

«El cambio climático hará que algunas enfermedades de las plantas sean más rampantes porque el aumento de las temperaturas inutiliza el sistema de las plantas para defenderse contra las enfermedades», afirma Sheng Yang He, profesor de la Universidad del Estado de Míchigan e investigador en el Laboratorio de Investigación Vegetal del Departamento de Energía de la universidad.

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    Este modelo muestra una pera afectada por la sarna del peral.
    Fotografía de Jennifer Berglund, The Ware Collection of Blaschka Glass Models of Plants, Harvard University Herbaria, Harvard Museum of Natural History

    Los hongos, por ejemplo, suelen prosperar en entornos más calurosos y, con el calentamiento del planeta, será inevitable que se expandan los rangos de hospedantes de los hongos perjudiciales. Por no mencionar las repercusiones de las sequías, los fenómenos meteorológicos extremos y otras consecuencias previstas del cambio climático en la agricultura.

    «Todos los cultivos, y por consiguiente la población humana, correrán peligro si no nos esforzamos más por averiguar cómo aumentar la resiliencia al cambio climático de las plantas cultivadas», afirma He.

    En un estudio sobre este tema del que fue coautor, He estimaba que la pérdida de cosechas debido a las enfermedades de las plantas ya se situaba entre la friolera de un 20 y un 40 por ciento.

    Los modelos de vidrio de Rudolf Blaschka son preciosos heraldos de las enfermedades. Pero a pesar de su gravedad, la amenaza que plantean las enfermedades de las plantas se subestima. «Creo que queda mucho por hacer para convencer a la gente», afirma Pfister.

    En la época de los Blaschka, el público podría haber establecido más fácilmente el vínculo entre los hermosos anillos multicromáticos de una pera de vidrio y el peligro de la hambruna.

    «Cuando se crearon estos modelos, la educación botánica era bastante alta», afirma Pfister. «La gente podía entrar y echar un vistazo y conocer las familias de las plantas y todo eso. Pero hoy en día, ya no es así».

    ¿Qué ha cambiado? «Ya no es atractivo», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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