¿Qué es la inmunidad de grupo, la estrategia que ha abandonado el Reino Unido?

La inmunidad colectiva es esencial para conseguir una vacuna, pero crearla para el nuevo coronavirus podría resultar difícil.

Por Cathleen O'Grady
Publicado 23 mar 2020, 12:55 CET
Metro de Londres
Un trabajador del Metro de Londres lleva una mascarilla mientras los pasajeros se suben al tren el 3 de marzo de 2020.
Fotografía de Bryn Colton, Bloomberg/Getty Images

Mientras varios países empezaban a cerrar oficinas, colegios y reuniones públicas ante la rápida propagación del coronavirus, la estrategia inicial del Reino Unido desató un gran revuelo.

Al principio, el Reino Unido decidió no cancelar las concentraciones multitudinarias ni introducir medidas estrictas de distanciamiento social. Las autoridades británicas explicaron que pretendían sofocar el virus mediante las restricciones graduales en lugar de intentar erradicarlo por completo, un plan que sorprendió a muchos miembros de la comunidad médica.

La estrategia, un intento de crear «inmunidad de grupo», consistía en permitir «que suficientes de quienes vamos a padecer una enfermedad leve adquiramos inmunidad», declaró Sir Patrick Vallance, asesor científico principal del gobierno británico, a Sky News el 13 de marzo.

Técnicamente, sería posible crear inmunidad de grupo permitiendo que la enfermedad proliferara por una población si los riesgos de la COVID-19 no fueran tan elevados. Sin embargo, hay evidencias que demuestran que esa situación daría lugar a tasas de hospitalización más altas y a una mayor necesidad de cuidados intensivos, haciendo que la capacidad del servicio sanitario superara el límite.

El lunes, después de que el Imperial College London publicara nuevas simulaciones del brote que demostraban lo abrumados que estarían los hospitales, Reino Unido dio marcha atrás y aplicó nuevas medidas de distanciamiento social. El viernes, el primer ministro ordenó el cierre de todos los bares, restaurantes, gimnasios y cines.

Con todo, persiste la cuestión del papel de la inmunidad de grupo para ralentizar el coronavirus debido a cómo podría determinar el éxito del desarrollo de la vacuna y las probabilidades de que el virus se reavive cuando finalicen las políticas de distanciamiento social.

Adelantarnos al virus

Los virus son furtivos. Se disfrazan cuando infectan a un huésped y penetran en las células de dicho huésped, lo que les da ventaja frente a la respuesta inmune del cuerpo. Cuando una célula reconoce determinados indicios reveladores de un patógeno, emite una señal de alarma al sistema inmunitario. Sin embargo, como el virus juega con ventaja, tiene tiempo para replicarse e infectar a un nuevo huésped antes de que el sistema inmunitario lo alcance.

Elly Gaunt, viróloga del Instituto Roslin de la Universidad de Edimburgo, explica que las respuestas inmunes dentro de una célula pueden tardar unas 24 horas en aparecer. Puede tardarse otros tres días en que aparezca una respuesta inmune en toda regla, lo que significa que un virus respiratorio como la gripe, que puede replicarse en solo ocho horas, va muy por delante.

Por eso la primera experiencia de una persona con una enfermedad infecciosa puede ser tan desagradable. La segunda vez, el virus no engaña con tanta facilidad al sistema inmunitario. Cuando ya ha derrotado a un invasor una vez, mantiene un almacén de armas especializadas dedicadas a ese patógeno en concreto, listas para poner en marcha una reacción rápida si vuelve a detectarlo. Por consiguiente, la segunda vez que aparece la enfermedad en el cuerpo, el virus no juega con ventaja.

Las personas con inmunidad son «inútiles para la transmisión», afirma Katie Gostic, investigadora de la Universidad de Chicago que estudia la inmunidad a la gripe. Explica que, cuando la transmisión viral no puede autosostenerse, esto ralentiza y pone fin a una epidemia.

Yonatan Grad, epidemiólogo de la Facultad de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, explica que la inmunidad de grupo solo puede crearse cuando una proporción precisa de una comunidad se vuelve resistente a una enfermedad infecciosa. Indica que no puedes tener solo un poco de inmunidad de grupo, del mismo modo que no puedes estar solo un poco embarazada.

Para alcanzar la inmunidad de grupo, cada persona infectada debe infectar a menos de una persona de media (aunque está claro que no es posible infectar a media persona, si algunas personas infectadas transmiten la enfermedad y otras no, la tasa de transmisión media sería inferior a uno). Cuando la tasa de transmisión es inferior a uno, una comunidad consigue inmunidad de grupo. Eso no detiene todos y cada uno de los casos, pero impide que la enfermedad se propague indefinidamente.

Gran parte de las lecciones aprendidas sobre la inmunidad de grupo proceden del sarampión, porque es muy contagioso. Cuanto más infecciosa es la enfermedad, más personas tendrán que ser inmunes para crear inmunidad de grupo. Por ejemplo, una persona con sarampión podría infectar a hasta 18 personas más en una población susceptible. Para reducir la tasa de transmisión a menos de uno, casi toda la población debe servir de separación entre una persona infectada y un nuevo huésped en potencia. Por eso el sarampión necesita una tasa tan alta de inmunidad de grupo: en torno al 95 por ciento.

Hasta la fecha, la investigación sugiere que el coronavirus presenta una tasa de infección inferior a la del sarampión y, de media, cada persona infectada lo transmite a dos o tres personas. Esto quiere decir que la inmunidad de grupo debería de conseguirse cuando en torno al 60 por ciento de la población sea inmune a la COVID-19.

Qué hacer y qué no hacer para crear un grupo

Las vacunas crean un alijo de armas para combatir una enfermedad sin que el cuerpo tenga que luchar contra ella, por eso la inmunidad de grupo es algo que, en general, se intenta conseguir mediante la vacunación, no con la infección. Por ejemplo, aproximadamente el 30 por ciento de los casos de sarampión presentan complicaciones como convulsiones, neumonía y encefalitis, lo que da lugar a dos muertes por cada mil casos en Estados Unidos. Exponer a una población entera al sarampión sería una forma peligrosa de crear inmunidad de grupo entre los supervivientes.

Con todo, no es inaudito que la inmunidad de grupo se cree a través de la transmisión de enfermedades. Mediante la infame «fiesta de la varicela», algunos padres han expuesto de forma intencionada a sus hijos a una enfermedad que normalmente es menos perjudicial en la infancia que en la adultez.

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    “Esto quiere decir que la inmunidad de grupo debería de conseguirse cuando en torno al 60 por ciento de la población sea inmune a la COVID-19.”

    «El problema del coronavirus es que nadie lo ha tenido antes, independientemente de la edad», afirma Gostic, de la Universidad de Chicago. Explica que es casi como si la varicela hubiera aparecido por primera vez, haciendo que los adultos sean más susceptibles a los casos más graves que conlleva la edad.

    La inmunidad de grupo tampoco funciona en todas las enfermedades. Por ejemplo, no importa cuánta gente reciba la vacuna del tétanos: si alguien que no está vacunado pisa un clavo oxidado, puede infectarse, porque el tétanos vive en reservorios fuera del cuerpo humano. Una infección debe transmitirse entre personas para que la inmunidad de grupo ejerza un efecto protector.

    Además, la inmunidad no siempre dura tanto. Jessie Abbate, experta en enfermedades infecciosas del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia, explica que el VIH muta con tanta rapidez que puede evolucionar dentro de una sola persona. Indica que la gripe, que muta velozmente, también es un blanco en movimiento para la inmunidad y las vacunas, por eso la vacuna de cada temporada de gripe debe adelantarse a la cepa que circulará ampliamente.

    ¿Qué significa esto para el coronavirus?

    Gaunt explica que hay otros cuatro coronavirus que ya circulan entre los humanos y todos provocan el resfriado común, ya que no seguimos siendo inmunes a esos virus durante mucho tiempo. Si el nuevo coronavirus es similar, eso quiere decir que la gente necesitaría recibir la vacuna o infectarse varias veces para mantener la inmunidad de grupo.

    Algunas noticias hablan de reinfecciones del nuevo coronavirus en personas que han dado positivo de nuevo tras recuperarse. Con todo, no está claro si son casos reales de reinfección; es más probable que se expliquen porque la gente sigue excretando el virus durante mucho tiempo y que el nivel de excreción viral fluctúa con el paso del tiempo.

    Por ahora, la reinfección rápida es «una posibilidad remota», coincide Abbate. Si la gente fuera capaz de volver a enfermar rápidamente, no observaríamos el descenso rápido del número de casos en determinadas partes del mundo. Además, según ella, contradeciría casi cualquier otro virus que hemos conocido.

    Aunque se consiga desarrollar una vacuna, siempre habrá una pequeña proporción de personas vacunadas que no adquirirán inmunidad. Grad añade que, si la inmunidad a este nuevo coronavirus es breve y se necesita una vacunación repetida, esto presentaría más retos logísticos.

    Entre tanto, la mejor política para controlar la propagación del coronavirus es el distanciamiento social, por eso muchos profesionales sanitarios se han quedado aliviados ante el cambio de estrategia del gobierno de Reino Unido.

    «Esperábamos que se creara inmunidad de grupo. Ahora nos hemos dado cuenta de que no es posible hacer frente a esa situación», declaró Azra Ghani, investigadora de enfermedades infecciosas del Imperial College London, en un comunicado de prensa el 16 de marzo.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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