¿Por qué se hacen virales las noticias falsas sobre los orígenes de la COVID-19?

Está volviendo a circular desinformación sobre el coronavirus. Así puedes distinguir las noticias veraces de las falsas.

Por Monique Brouillette, Rebecca Renner
Publicado 21 sept 2020, 12:23 CEST
Murciélago de herradura Rhinolophus sinicus

El murciélago de herradura Rhinolophus sinicus se distribuye desde el norte de la India hasta el sur de China. Los murciélagos de herradura se llaman así por la forma de su nariz. Suelen vivir en cuevas o lugares similares y se alimentan principalmente de polillas pequeñas. Es probable que la pandemia empezara con un murciélago infectado de coronavirus en China.

Fotografía de MerlinTuttle.org, Science Source

Hace 20 años, el científico de datos Sinan Aral empezó a observar la formación de una tendencia que ahora define la era de las redes sociales: la rapidez con la que se propaga la información falsa. Presenció cómo las noticias falsas inflamaban el discurso virtual como una pequeña chispa que enciende una gran hoguera. Aral, que ahora es el director de la Iniciativa sobre Economía Digital del MIT, cree que un concepto que denomina la hipótesis de la novedad demuestra este contagio viral de noticias falsas casi imparable.

«La atención humana se ve atraída por la novedad, por cosas nuevas e inesperadas», afirma Aral. «Nuestra posición social mejora cuando compartimos información nueva porque parece que somos unos entendidos o que tenemos acceso a información exclusiva».

Aquí entra el informe Yan. El 14 de septiembre se publicó un artículo en Zenodo, una página de acceso libre para compartir  artículos de investigación, que alegaba que las evidencias genéticas demostraban que el coronavirus SARS-CoV-2 se había creado en un laboratorio y que no había surgido mediante el salto interespecífico natural. El artículo de 26 páginas, dirigido por la viróloga china Li-Meng Yan, investigadora posdoctoral que abandonó la Universidad de Hong Kong, no se ha sometido a revisión científica externa y afirma que estas pruebas de ingeniería genética han sido «censuradas» en las revistas científicas. (National Geographic contactó con Yan y los otros tres autores del informe, pero no obtuvo respuesta.)

En Twitter, la respuesta fue incendiaria. Virólogos destacados, como Kristian Andersen de Scripps Research y Carl Bergstrom de la Universidad de Washington, denunciaron el artículo por ser acientífico. Una de sus quejas principales era que el artículo ignoraba el vasto conjunto de literatura científica publicada sobre qué se sabe de la circulación del coronavirus en poblaciones de animales salvajes y su tendencia a saltar a los humanos, que incluye publicaciones recientes sobre los orígenes del SARS-CoV-2.

Los expertos también señalaron que el informe azuzaba teorías conspiratorias descabelladas y acusaba erróneamente a las revistas académicas de tramar junto a los conspiradores la censura de pruebas importantes.

“Este artículo simplemente seleccionó un par de ejemplos, excluyó pruebas y se inventó una hipótesis ridícula.”

por DAVID ROBERTSON, UNIVERSIDAD DE GLASGOW

En julio, David Robertson, investigador de genómica viral de la Universidad de Glasgow, escribió un artículo revisado evaluadores externos en Nature Medicine que demostraba que el linaje del SARS-CoV-2 y su antepasado más cercano, un virus llamado RaTG13, había circulado durante décadas en las poblaciones de murciélagos. Los virólogos creen que este pariente, que es idéntico al nuevo coronavirus en un 96 por ciento, probablemente se propagó y evolucionó en murciélagos o anfitriones humanos y después pasó desapercibido durante unos 20 años antes de adoptar su forma actual y provocar la pandemia.

El informe de Yan alega que esta hipótesis es controvertida y que el RaTG13 también se creó en un laboratorio. Pero eso hace caso omiso del abrumador conjunto de pruebas genéticas publicadas sobre el SARS-CoV-2 y sus progenitores. Es más, el informe fue financiado por la Rule of Law Society, una organización sin ánimo de lucro fundada por el exjefe de estrategia política de la Casa Blanca Steve Bannon, que ha sido detenido por fraude. Este es un motivo más por el que muchos virólogos cuestionan la veracidad de sus alegaciones.

«La verdad es que raya en la pseudociencia», afirma Robertson. «Este artículo simplemente seleccionó un par de ejemplos, excluyó pruebas y se inventó una hipótesis ridícula».

National Geographic ha contactado con otros virólogos e investigadores de la desinformación para que nos expliquen de dónde vino el informe de Yan y en qué se ha equivocado. Asimismo, han ofrecido consejos para filtrar la desinformación sobre el coronavirus.

¿Qué sabemos sobre los orígenes del SARS-CoV-2?

Los coronavirus existen en la naturaleza y pueden infectar a muchas criaturas diferentes. Los coronavirus como el SARS se hallan en murciélagos, cerdos, gatos y hurones, entre otros animales. El origen del SARS-CoV-2 más convenido, basado en su genética, es que sus antepasados se movieron entre animales salvajes —intercambiando características genéticas por el camino— antes de saltar a los humanos.

Los científicos aún no han descubierto al progenitor directo del SARS-CoV-2 en animales salvajes, aunque sus parientes más cercanos existen en murciélagos. El virus podría haber pasado por un animal intermedio —los pangolines han estado implicados— y después evolucionado para infectar mejor a los humanos. O podría haber saltado directamente de murciélagos a humanos, ya que hay ejemplos pasados de casos como ese. Tras el brote original de SARS en China, hace 20 años, se empezó a estudiar murciélagos salvajes en las cuevas locales y a las personas que viven cerca de ellos. Un estudio de 2018 halló los parientes genéticos del virus del SARS original en los mamíferos alados, así como anticuerpos específicos, una señal residual de infección, en sus vecinos humanos.

Encontrar respuestas para los acontecimientos exactos que provocaron el derrame y la pandemia es una «una propuesta del tipo una aguja en un pajar», afirma Ian Lipkin, epidemiólogo de la Universidad de Columbia y coautor de un artículo de investigación publicado en Nature Medicine sobre los orígenes naturales del SARS-CoV-2. El artículo de Yan alega que este informe de Nature Medicine tenía un «conflicto de intereses» debido al trabajo de Lipking en la contención de la epidemia de SARS de 2002-2003, por el que recibió un premio del gobierno chino. Lipkin dice que esta acusación es «absurda» y, tras pedirle su opinión sobre el papel de la bioingeniería en los orígenes del SARS-CoV-2, añade: «No hay datos que lo respalden».

Es probable que para descubrir la fuente natural del coronavirus se necesite un muestreo de animales —entre ellos poblaciones de murciélagos y humanos— a gran escala en China para rastrear la evolución del nuevo coronavirus. La Organización Mundial de la Salud está preparando un equipo para que lleve a cabo esta investigación en China, aunque todavía no se ha publicado un calendario.

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    ¿Qué dice el informe de Yan?

    El informe de Yan intenta abordar esta cuestión de forma diferente, partiendo de la turbia afirmación de que el SARS-CoV-2 no infecta bien a los murciélagos y, por consiguiente, no puede proceder de ellos. Pero los científicos señalan que los virus evolucionan y saltan entre especies constantemente. El salto inicial de murciélagos a humanos podría haber ocurrido hace décadas, lo que habría dado al virus tiempo para que su proteína espicular —la parte que utiliza para entrar en las células— se optimizara mediante la selección natural para infectar a los humanos.

    Otro argumento del informe de Yan se centra en la presencia de un «sitio de corte catalizado por furina» en la proteína espicular, una característica genética fundamental que, según se cree, mejora la capacidad del virus para penetrar en las células. El informe sostiene que esta característica no se halla en ningún otro coronavirus y que, por consiguiente, debe de haber sido genomanipulado. Pero esta alegación contradice el hallazgo de sitios de corte similares en coronavirus en poblaciones salvajes de murciélagos.

    «Voy a ponerme a gritar si tengo que explicar el hecho de que muchos virus tienen sitios de corte», afirma Angela Rasmussen, viróloga de la Universidad de Columbia.

    El artículo también afirma que el SARS-CoV-2 es «sospechosamente» similar a dos cepas de coronavirus de murciélagos llamadas ZC45 y ZXC21 que fueron descubiertas en laboratorios militares de China. Los autores sostienen que estas cepas podrían haberse empleado como plantilla para clonar un virus letal, pero otros científicos se oponen a esta idea.

    “Parece legítimo porque utilizan mucha jerga técnica. Pero, en realidad, gran parte de lo que dice no tiene sentido.”

    por ANGELA RASMUSSEN, UNIVERSIDAD DE COLUMBIA

    En primer lugar, las dos cepas difieren en hasta 3500 pares de bases nucleotídicas, los «bloques» químicos del código genético. Como tal, serían un mal punto de partida para genomodificar el SARS-CoV-2. Según Rasmussen y otros virólogos, modificar un virus en el que habría que remplazar más del 10 por ciento del genoma es ineficaz, si no imposible. El hecho de que estas cepas de identificaran en un laboratorio militar chino también es «circunstancial», afirma Robertson. Los coronavirus de murciélagos circulaban en murciélagos salvajes y podrían haber sido descubiertos por cualquiera.

    El informe también alega que el SARS-CoV-2 tiene «sitios de enzimas de restricción», o secuencias genéticas que las enzimas pueden cortar y manipular. A veces, estos rasgos genómicos se emplean en la clonación y el informe sostiene que su presencia es un indicio de un virus genomodificado. Sin embargo, los científicos señalan que estos sitios están naturalmente presentes en todo tipo de genomas, de bacterias a humanos.

    «Parece legítimo porque utilizan mucha jerga técnica. Pero, en realidad, gran parte de lo que dice no tiene sentido», afirma Rasmussen. Añade que el tipo de clonación que utiliza enzimas de restricción está muy desfasado, por eso es improbable que se use para fabricar un arma biológica viral. Y a un nivel más básico, fabricar un virus genomodificado no es una cuestión trivial. Los científicos aún tratan de entender los motivos moleculares y genéticos por los que algunos virus son más infecciosos que otros. Añadir características a un virus para que sea más transmisible, por ejemplo, se llama «investigación de ganancia de función». Su potencial para fabricar armas biológicas es muy polémico y estuvo prohibida durante un tiempo en Estados Unidos, lo que limita los datos disponibles sobre cómo funciona.

    Entonces ¿cómo se publicó el informe de Yan?

    La marca distintiva de esta pandemia ha sido la rápida afluencia de investigación y el libre intercambio de información para aumentar el ritmo de los descubrimientos. La práctica de publicar «preimpresiones» —artículos que no han sido sometidos a una revisión científica externa— tiene sus ventajas.

    «Ha sido muy útil para la comunidad científica», afirma Robertson, ya que más investigadores pueden analizar los datos disponibles rápidamente. Pero las preimpresiones también tienen su lado oscuro. La desinformación ha sido otra marca distintiva de la pandemia y las preimpresiones han estado implicadas en las noticias sobre alegaciones no probadas, como que el virus está mutando en una forma más letal, que procede de las serpientes o que es menos letal de lo que es en realidad.

    «Puede costar mucho distinguir una noticia real de algo que no es noticia», afirma, citando el hecho de que incluso algunos artículos revisados sobre el coronavirus han cometido errores por las prisas para publicarlos. Esta mezcla de errores involuntarios y voluntarios podría indicar una tendencia más generalizada en lo que respecta a las publicaciones durante una crisis que evoluciona rápido.

    «No creo que el sistema de preimpresiones se esté utilizando como arma, sino que todos los canales de información están empleándose para difundir desinformación: todo, las redes sociales, la manipulación de los principales medios de comunicación, las preimpresiones y las revistas con evaluadores externos», afirma Rasmussen.

    Las malas noticias vuelan

    Pese a las objeciones de los expertos, el informe de Yan y otros ejemplos similares de desinformación sobre el coronavirus, como el documental Plandemic, han cobrado impulso en redes sociales porque se aprovechan de la vulnerabilidad de las emociones humanas. Estos sentimientos pueden impulsar la propagación viral de bulos.

    En 2018, Aral y su equipo del MIT Media Lab pusieron a prueba su hipótesis de la novedad analizando 11 años de datos de Twitter, o unos 4,5 millones de tuits. Sus cálculos demostraron una correlación sorprendente: «Lo que descubrimos fue que las noticias falsas llegan más lejos, más rápido, más profunda y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información estudiadas, a veces por una orden de magnitud», explica Aral.

    Hay más factores que la novedad, como explica Aral en su nuevo libro The Hype Machine. La forma en que la gente reacciona a las noticias emotivas en redes sociales es intensa y predecible. Las respuestas están llenas de virulencia y la probabilidad de que las noticias falsas sean retuiteadas aumenta en un 70 por ciento frente a las reales.

    Cuando un lector decide compartir una noticia entra en juego una combinación compleja de factores psicológicos y las personas pasan a formar parte del ciclo de desinformación.

    Un factor es el abandono del conocimiento: «Cuando la gente no busca ni aplica el conocimiento ya almacenado de forma adecuada a una situación actual», según explica Lisa Fazio, profesora adjunta de psicología y desarrollo humano en la Universidad de Vanderbilt.

    El cerebro humano busca opciones fáciles. Los lectores toman atajos y a menudo comparten historias con titulares llamativos sin analizarlas más en profundidad. Incluso cuando los usuarios de redes sociales leen lo que comparten, su mente racional halla otras formas de no esforzarse.

    “Si escuchas algo dos veces, es más probable que pienses que es cierto que si solo lo escuchas una vez.”

    por LISA FAZIO, UNIVERSIDAD DE VANDERBILT

    Por ejemplo, los humanos son propensos al sesgo de confirmación, una forma de interpretar nueva información como validación de las ideas preconcebidas de una persona. El razonamiento motivado también se activa y el cerebro trata de unir por la fuerza las piezas de este nuevo rompecabezas conceptual, estableciendo vínculos aunque no encajen.

    El factor más potente que deforma el pensamiento crítico es el efecto de verdad ilusoria, que Fazio define con este ejemplo: «Si escuchas algo dos veces, es más probable que pienses que es cierto que si solo lo escuchas una vez». Así que la prevalencia impulsa las noticias falsas y las cámaras de eco se convierten en círculos viciosos de bulos.

    Si la noticia trata de política, obtiene otro impulso de viralidad. «Las noticias sobre política viajan más deprisa que el resto de las noticias falsas», afirma Aral. «Podemos especular que circulan como el rayo porque poseen una gran carga emocional». Y para Aral, el artículo de Yan posee todos los atributos de un bulo preparado para hacerse viral.

    «En lo referente a esa noticia específica, yo diría que se aplican todos estos análisis sobre por qué se diseminan las noticias falsas», explica Aral. «Es impactante; es salaz. Tiene relevancia inmediata en los debates políticos que tienen lugar, pero obviamente el coronavirus está en boca de todos. Intentar comprender sus orígenes es una noticia importante».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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