Así saben los científicos que la COVID-19 es más mortal que la gripe

Tras meses de estudio, los científicos conocen mejor la letalidad del coronavirus, lo que hace que el aumento de los casos resulte alarmante.

Por Carrie Arnold
Publicado 3 jul 2020, 12:14 CEST

Un hombre que falleció con coronavirus envuelto en una bolsa para cadáveres en el la unidad de cuidados intensivos de la enfermedad del coronavirus (COVID-19) del Centro Médico United Memorial en Houston, Texas, el 29 de junio de 2020.

Fotografía de Callaghan O'Hare, Reuters

James Scott empezó a preocuparse a finales de mayo. Había pasado casi un mes desde que Texas empezó a relajar las restricciones en las aperturas de comercios y las reuniones públicas y Scott analizaba un modelo que había desarrollado para predecir las muertes por COVID-19 mediante los datos de movilidad de los teléfonos móviles. Al observar el drástico aumento de las visitas a restaurantes, bares, gimnasios y salas de conciertos, le pareció que solo era cuestión de tiempo que los casos del estado se dispararan y que las muertes no andarían lejos.

«Es como dijo Bob Dylan: “No hay que ser hombre del tiempo para saber en qué dirección sopla el viento”», explica Scott, que trabaja en la Universidad de Texas, Austin, donde su modelo evalúa si los cambios en los patrones de movilidad pueden predecir la mortalidad por coronavirus.

Texas es solo uno de los estados de Estados Unidos donde han aumentado los casos de coronavirus en las últimas semanas tras relajar sus normas de distanciamiento físico. Sin embargo, aunque por ahora el número de muertes no ha aumentado a la par, los expertos advierten que el coronavirus no ha perdido su capacidad letal. Las enfermedades tardan un tiempo en matar y los humanos tardan aún más tiempo en registrar a los fallecidos durante la pandemia debido a los trámites burocráticos. De hecho, es probable que las personas que fallecen hoy se infectaran hace tres o cuatro semanas.

Es más, hoy los científicos se hacen una mejor idea de cómo medir la letalidad de la COVID-19 y las cifras resultan alarmantes. Mediante un cálculo más sofisticado denominado tasa de letalidad en personas infectadas, combinada con los datos de los últimos meses, las últimas estimaciones demuestran que, de media, la COVID-19 es entre 50 y 100 veces más letal que la gripe estacional.

Esto quiere decir que Estados Unidos y otros países donde están aumentando los casos deberán prepararse para un verano y un otoño mortales si no cambian de estrategia.

«No tienes que hacer muchos cálculos para saber que 128 000 muertes es una cifra extrema de fallecidos», afirma Gideon Meyerowitz-Katz, epidemiólogo de la Universidad de Wollongong y friki de la salud autoproclamado, que cita el actual número de muertes en Estados Unidos.

Cómo medir la letalidad de la COVID-19

La pregunta es: ¿cómo de grave será la situación?

A principios del brote, muchas personas se basaban en la tasa de letalidad en pacientes diagnosticados, el número de muertes por COVID-19 dividido por el número de casos confirmados. Con todo, este método se quedó obsoleto en cierto modo cuando resultó evidente que muchas personas pueden contraer el coronavirus y no llegar a mostrar síntomas, así que no se las cuenta como casos confirmados.

Ahora, tras meses estudiando los altibajos de la pandemia en todo el mundo, los científicos recurren a un indicador similar pero más exhaustivo: la tasa de letalidad en personas infectadas. Esta herramienta estadística utiliza los datos de las infecciones conocidas —entre ellas las estimaciones de casos no diagnosticados y asintomáticos— para establecer la probabilidad de que una persona infectada fallezca de esta enfermedad. Este tipo de cálculo se hace cada año con la gripe estacional.

Meyerowitz-Katz explica que se emplean dos estrategias para estimar la tasa de letalidad en personas infectadas. Puede estimarse la cantidad de infecciones mediante estudios serológicos, que hacen test de anticuerpos contra el coronavirus. Estos test pueden revelar si una persona se ha infectado, aunque no haya mostrado síntomas. O pueden utilizarse métodos estadísticos para deducir el número total de infecciones basándose en la información sobre el número de casos confirmados y las estimaciones de infecciones asintomáticas.

Trabajadores sanitarios con EPI empujan una camilla con un paciente fallecido hacia un coche frente a la unidad de cuidados intensivos de COVID-19 en el Centro Médico United Memorial el 30 de junio de 2020 en Houston, Texas. Los casos de COVID-19 y los ingresos en hospitales se han disparado ante la reapertura de Texas, superando la capacidad de las alas de cuidados intensivos y generando preocupación por el aumento de los fallecimientos ante la propagación del virus.

Fotografía de Go Nakamura, Getty Images

«En general, los estudios serológicos producen estimaciones inferiores de las tasas de letalidad en personas infectadas y las de los modelos estadísticos tienden a ser mayores», afirma Meyerowitz-Katz.

A través de un modelo estadístico, los epidemiólogos de la Universidad de Columbia estimaron la tasa de letalidad en personas infectadas en Nueva York a partir del gran brote que sufrió del 1 de marzo al 16 de mayo. Sus resultados, descritos en una prepublicación no sometida a revisión por pares el 29 de junio, demuestran que el coronavirus podría ser más letal de lo pensado. Según sus datos, la tasa de letalidad de la COVID-19 en personas infectadas es del 1,46 por ciento, el doble que las estimaciones previas (y mucho mayor que la tasa desinformada que se comparte ampliamente en redes sociales). El riesgo varía según la edad y los mayores de 75 presentan la mayor tasa de letalidad: un 13,83 por ciento.

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    “En el caso de la COVID-19, mueren entre 500 y 1000 personas por cada 100 000 infectadas.”

    En un análisis informal publicado en Medium, Meyerowitz-Katz comparó las tasas de letalidad en personas infectadas con la gripe con varias calculadas para la COVID-19 en varias partes del mundo. Al igual que la COVID-19, la gripe también provoca una cantidad elevada de infecciones leves y asintomáticas. Estos casos no se contabilizan en la mayoría de los cálculos de gravedad de la gripe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, que se basan en los ingresos en hospitales. En el caso de la gripe, a los médicos y los hospitales les preocupan menos los casos leves que no requieren tratamientos mayores.

    A partir de varios estudios que han calculado la tasa de letalidad de gripe estacional, Meyerowitz-Katz determinó que mueren entre 1 y 10 personas por cada 100 000 infectadas. En el caso de la COVID-19, mueren entre 500 y 1000 personas por cada 100 000 infectadas. Según sus cálculos, es probable que el coronavirus sea entre 50 y 100 veces más letal que la gripe estacional, lo que respalda los hallazgos de la Universidad de Columbia.

    En cierto modo, estas cifras son académicas, apunta Meyerowitz-Katz. Con todo, son datos valiosos para comunicar la situación a un público que tiene dificultades con las normas de distanciamiento social.

    Retrasos por trámites burocráticos

    Parte del problema de comunicar la tasa de mortalidad real es que ha sido complicado rastrear las muertes con COVID-19 a tiempo. Registrar una muerte y determinar su causa son dos funciones básicas de la salud pública. Incluso en situaciones menos caóticas y más lentas que la COVID-19, las autoridades estatales pueden tardar varios días en recibir la notificación de una defunción. Los estados envían sus datos al Centro Nacional de Estadísticas de Salud de los CDC, donde se registran la muerte y su causa.

    Debido a la importancia de la pandemia de la COVID-19, los CDC han añadido un paso adicional en el que la agencia utiliza humanos en lugar de ordenadores para verificar la información del certificado de defunción antes de añadirlo formalmente a su recuento. Kirk Bol, director del Vital Statistics Program del Departamento de Salud Pública y Medioambiente de Colorado, indica que, aunque los CDC han acelerado la realización de esta tarea desde marzo, aún tardan en torno a una semana registrar formalmente una muerte con coronavirus.

    “En total, puede tardarse más de un mes en pasar de la infección a la muerte.”

    Jennifer Nuzzo, epidemióloga del Centro Johns Hopkins para la Seguridad Sanitaria, apunta que este retraso burocrático se suma a los procesos biológicos naturales de las enfermedades. Si alguien se infecta de coronavirus hoy, en general empezará a mostrar síntomas cuatro o cinco días después, de media, pero puede tardar hasta dos semanas.

    Un análisis de los CDC desveló que las dificultades respiratorias graves empezaban entre cinco y ocho días después del comienzo de los síntomas y el ingreso en la UCI se producía de 10 a 12 días después de enfermar. Los pacientes con COVID-19 de los estados de California y Washington permanecían ingresados una media de 12,7 días antes de fallecer. En total, puede tardarse más de un mes en pasar de la infección a la muerte.

    ¿Y los jóvenes?

    Asimismo, la edad puede influir en el retraso del registro de las muertes. Hay más infectados de menos de 35 años ahora que en los meses anteriores de la pandemia y estos individuos tienen menos probabilidades de morir que las personas mayores. A Jill Roberts, epidemióloga de la Universidad de Florida Sur, no solo le preocupa el aumento de las infecciones en jóvenes, sino también el hecho de que son propensos a transmitir el virus a sus contactos mayores y más vulnerables.

    En una encuesta del 19 de junio a 4042 adultos, los CDC descubrieron que el 43,1 por ciento de las personas de entre 18 y 29 años indicaron que se sentirían seguras si se levantaran las órdenes de distanciamiento social, frente al 19,2 por ciento de las personas de más de 65 años. Roberts y Nuzzo también señalan que, tradicionalmente, los empleados del sector de la hostelería son más jóvenes y con la reapertura de estos negocios los trabajadores podrían ser incapaces de autoaislarse.

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    «Tenemos que centrarnos en la gente joven. Son los que están moviéndose. Son los que propagan la enfermedad», afirma Roberts.

    Aunque los jóvenes corren menos riesgo de morir con coronavirus, muchos tendrán que ser ingresados cuando estas instalaciones ya estén saturadas con pacientes mayores. En marzo, los adultos de menos de 50 años representaban un cuarto de los ingresos en Estados Unidos, pero este porcentaje ha aumentado un 10 por ciento desde principios de mayo, cuando empezó a reabrirse el país.

    «Pero cuanta más gente necesite camas de hospital, más difícil será proporcionar atención de calidad», afirma Nuzzo. «Y todos los sanitarios han trabajado mucho tiempo sin descanso».

    Así que un nuevo pico de ingresos de casos de coronavirus podría aumentar las tasas de mortalidad en todos los grupos de edad. Según Scott de la Universidad de Texas, esto quiere decir que probablemente solo sea cuestión de tiempo hasta que la tasa de mortalidad empiece a aumentar rápidamente.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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