Unas huellas fosilizadas revelan detalles increíbles de una caminata de hace 10 000 años

Un viajero o viajera prehistórico llevó a un niño por un paisaje fangoso y regresó pocas horas después con las manos vacías.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 16 oct 2020, 11:37 CEST
Ilustración de una mujer llevando en brazos a un bebé

Hace más de 10 000 años, una mujer o un hombre joven llevó en brazos a un bebé por una superficie lodosa en el actual parque nacional White Sands de Nuevo México. Sus huellas ofrecen a los científicos actuales una ventana al pasado.

Fotografía de NPS y Universidad de Bournemouth

Hace más de 10 000 años, una mujer o un hombre joven —que llevaba a un bebé apoyado en la cadera— emprendió un viaje en dirección norte por el actual parque nacional White Sands, en Nuevo México. Es posible que lloviera a cántaros mientras los pies desnudos de la viajera o viajero resbalaban en el barro. Se detuvo un momento para dejar al bebé en el suelo antes de seguir adelante; un mamut lanudo y un perezoso gigante pasaron sobre sus huellas recientes. Horas después, esta persona siguió la misma ruta en dirección sur, pero esta vez sola.

Ahora, un equipo de científicos ha documentado 1,5 kilómetros de huellas fosilizadas de este trayecto de ida y vuelta, el conjunto de huellas humanas más largo de esta antigüedad descubierto hasta la fecha. «Nunca he visto nada parecido», dice Kevin Hatala, biólogo evolutivo de la Universidad de Chatham que no formó parte del equipo del estudio.

El conjunto de huellas consta de más de 400 huellas humanas, entre ellas varias marcas pequeñas que pertenecieron a un bebé, según se describe en un nuevo estudio publicado en Quaternary Science Reviews. Mediante el análisis de la forma, la estructura y la propagación de las huellas, el equipo de investigación desveló un retrato íntimo de la caminata de una persona por ese paisaje en la antigüedad.

Los científicos excavaron minuciosamente las huellas antiguas fosilizadas en la arena antes de registrarlas en tres dimensiones. Las estructuras son muy delicadas y enseguida se rompen en cuanto se exponen.

Fotografía de NPS y Universidad de Bournemouth

El equipo también descubrió los rastros de un mamut y un perezoso gigante que pasaron por la región después de los humanos. El mamut no pareció inmutarse por la proximidad de los humanos, pero es probable que el perezoso gigante sí se fijara. Las huellas sugieren que retrocedió sobre dos patas, posiblemente para olfatear la presencia humana, algo similar al comportamiento de los osos modernos.

«Nos da una idea de cómo se comportaban los humanos en su antiguo ecosistema», afirma Sally Reynolds, autora del estudio y paleontóloga de la Universidad de Bournemouth. Señala la aparente consciencia de la cercanía de los humanos que tenía el perezoso. «Es una idea que no sacarías de un hueso».

Las huellas fantasmas

Las huellas fosilizadas son de gran ayuda para los científicos, ya que preservan instantáneas de comportamientos antiguos que no pueden deducirse a partir de otros restos. «Obviamente, los fósiles son la piedra angular para comprender la vida pasada. Pero los yacimientos de huellas son especiales porque son de este momento en el tiempo», afirma el paleoantropólogo William Harcourt-Smith, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, que no formó parte del equipo del estudio.

El nuevo conjunto de huellas forma parte de una iniciativa para documentar huellas antiguas en el parque nacional White Sands, un proyecto impulsado por las observaciones minuciosas de David Bustos, director del programa de recursos del parque. No es fácil ver estas improntas poco profundas, ya que solo las revelan los ligeros cambios en la humedad, que provocan pequeños cambios de color.

«Siguió advirtiendo estas huellas fantasmas, estos rastros, que salían a la luz», dice Reynolds sobre las observaciones de Bustos.

En 2016, Bustos consultó a un conjunto de especialistas acerca de las huellas, entre ellos el primer autor del nuevo estudio, Matthew Bennett, geólogo de la Universidad de Bournemouth en Inglaterra. Bennett y sus colegas han visitado White Sands en varias ocasiones y documentado el conjunto de huellas —tanto humanas como animales— en cada sección del parque.

Las huellas del nuevo estudio se han preservado en arena fina y hay una fina capa de sal que mantiene su forma, señala Reynolds. El equipo excavó cuidadosamente 140 huellas utilizando un cepillo para revelar sus delicadas estructuras. Con todo, unas formas tan frágiles se rompen enseguida en cuanto las destapan, así que el equipo registró cada huella con una serie de fotografías para construir un modelo tridimensional, una técnica conocida como fotogrametría 3D.

«En el momento en que las exponemos, hay que registrarlas rápidamente antes de que desaparezcan», cuenta Reynolds.

Huellas diminutas

Al estudiar la forma, el tamaño y la distribución de las huellas, los investigadores intentaron reconstruir lo que había ocurrido durante la antigua caminata por el suelo embarrado. Las huellas podrían haber pertenecido a una mujer joven de 12 años o más o posiblemente a un hombre joven, según la comparación de la longitud de las huellas con las de los humanos modernos. Por el camino, en al menos tres puntos se ven huellas diminutas junto al conjunto principal, una evidencia de que también había un niño de menos de tres años.

El espaciado de las huellas sugiere que la persona viajaba a unos seis kilómetros por hora. Aunque no corría, sí se habría desplazado a un ritmo acelerado si tenemos en cuenta el suelo embarrado y la pesada carga que llevaba, señala Hatala.

En algunos lugares, las zancadas de esta persona eran inusualmente largas, como si estuviera sorteando o saltando sobre un obstáculo. «Podrían haber sido charcos», propone Reynolds. «También podrían haber sido heces húmedas de mamut».

Sin embargo, el niño solo fue transportado en el trayecto de ida. Durante el viaje hacia el norte, las huellas del pie izquierdo son ligeramente más largas, lo que podría deberse a que llevaba al bebé apoyado en la cadera. Entre las huellas en dirección norte también hay marcas de los dedos del pie de la caminante resbalando en la superficie lodosa y del pie arrastrándose creando una huella en forma de plátano. Con todo, en el camino de regreso en dirección sur, la diferencia de tamaño de las huellas no es tan obvia y los resbalones son mucho menos frecuentes, lo que sugiere que el o la caminante no llevaba cargas.

Los investigadores ya habían sugerido que las diferencias entre las huellas del pie derecho y el izquierdo podrían apuntar a que llevaba una carga, pero normalmente eran especulaciones. El nuevo estudio ofrece más evidencias. «En este caso en particular, se ven las huellas de un niño que aparecen en medio camino», afirma Hatala.

Las huellas de animales ayudaron al equipo a estimar cuándo se realizó este recorrido. Tras el viaje en dirección norte, el mamut y el perezoso gigante pasaron sobre las huellas frescas, mientras que las huellas en dirección sur atraviesan las de los animales. Esta superposición demuestra que todas las huellas se crearon unas pocas horas antes de que el barro se secara. La presencia de estas criaturas ya extintas junto a los humanos sugiere que esta antigua aventura tuvo lugar hace al menos 10 000 años.

«Iguales que nosotros»

En 2017, Reynolds, que está casada con Bennett, estaba en casa embarazada cuando Bennett la llamó con la noticia de la nueva serie de huellas. «Estaba loco de contento», recuerda Reynolds. Se quedaron especialmente embelesados ante la idea de que esta persona llevara a un bebé en brazos. «Estas huellas diminutas eran totalmente inesperadas», cuenta. Llamaron a las huellas «el rastro de Zoe», el nombre que querían ponerle a su hija no nata.

Aún hay muchas incógnitas sobre esta antigua aventurera o aventurero. ¿A dónde iba? ¿Cuál era el fin de este viaje? ¿Qué le pasó al bebé?

Reynolds explica que quienquiera que creara las huellas conocía bien la ruta y quizá siguiera el camino hacia el campamento de otra familia o grupo de caza. «Ni vaciló ni se perdió», dice. Pero se desconoce cuál era el destino final del viaje, ya que las huellas se dirigen hacia la actual Base de Misiles de White Sands, que es inaccesible para los investigadores.

Según Harcourt-Smith, el comportamiento registrado en este conjunto de huellas no es ninguna sorpresa. Cabe esperar que los humanos lleven bebés en brazos: «Todas las culturas lo hacen; nuestros parientes simios lo hacen», dice. Por otra parte, hay aspectos de este hallazgo con los que podemos identificarnos.

«Nos recuerda que estas personas eran iguales que nosotros», señala. «Quizá los estreses cotidianos fueran diferentes —nosotros no tenemos mamuts deambulando por ahí—, pero se desplazaban por el paisaje igual que haríamos nosotros».

El equipo de investigación sigue trabajando en el parque nacional White Sands, recomponiendo las piezas de la vida pasada de los antiguos residentes de la región. «Son pequeñas instantáneas de la vida en la antigüedad y las actitudes respecto a otros animales y paisajes que nunca pensamos que obtendríamos», afirma Reynolds. Con el paso del tiempo, no cabe duda de que se descubrirán más historias y misterios.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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