Vinculan un gran cambio en la antigua tecnología humana a las alteraciones ambientales drásticas

Los testigos de material sedimentario revelan los factores decisivos que podrían haber dado lugar a comportamientos complejos hace unos 320 000 años, en torno a la época en que aparecieron los primeros miembros de nuestra especie.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 22 oct 2020, 12:48 CEST
Extracción de un testigo

Para entender el trasfondo ecológico de un cambio drástico del comportamiento de los humanos antiguos, un equipo de investigadores trabajó con una empresa de Nairobi para perforar el lecho de un antiguo lago a unos 24 kilómetros de donde habían descubierto un conjunto sorprendente de herramientas de piedra. Con la participación y el apoyo de los Museos Nacionales de Kenia y la comunidad local Oldonyo Nyokie, han extraído un testigo de 140 metros de largo que abarca casi un millón de años de historia.

Fotografía de Human Origins Program, Smithsonian

Durante 700 000 años, los parientes más antiguos de nuestra especie en África oriental llevaron vidas estables y recurrieron a un conjunto establecido de habilidades y estrategias de supervivencia. Fabricaban hachas grandes y simples a partir de piedras y es posible que las utilizaran para cortar presas y ramas o excavar en busca de alimentos.

Pero hace 320 000 años —casi la misma edad que las evidencias fósiles más antiguas de Homo sapiens—, estos humanos antiguos cambiaron drásticamente su forma de vida. Empezaron a fabricar puntas más pequeñas y ligeras capaces de volar como proyectiles, algunas de ellas hechas de obsidiana obtenida a muchos kilómetros de distancia. Recogieron pigmentos rojos y negros, sustancias que los humanos posteriores utilizaron con frecuencia de formas simbólicas, como en el arte rupestre.

Ahora, un nuevo estudio en Science Advances sugiere que uno de los motivos principales de este cambio repentino en el comportamiento está bajo tierra: la actividad tectónica que fragmentó el paisaje.

Los científicos han señalado que los cambios del clima, como la aparición de periodos secos o húmedos, han sido la fuerza responsable de la adaptación de nuestros primeros ancestros. El nuevo estudio pone a prueba esta idea examinando un registro detallado de cambios ambientales a lo largo de casi un millón de años, grabados en un testigo de materiales sedimentarios de casi 140 metros de largo extraído de un lago antiguo.

Durante casi 700 000 años, los humanos antiguos de la región de Olorgesailie utilizaron herramientas grandes fabricadas con piedras locales. Pero hace unos 320 000 años, las herramientas cambiaron por completo. Las puntas eran mucho más pequeñas y podrían haber estado fijadas a proyectiles. Para algunas de estas herramientas emplearon obsidiana, con la que se pueden producir bordes muy afilados, pero que debieron de obtener a kilómetros de distancia. Los primeros humanos también empezaron a utilizar pigmentos de colores en esta época, lo que sugiere una comunicación simbólica.

Fotografía de Human Origins Program, Smithsonian

El registro geológico del lago revela una cascada de cambios ecológicos en torno a la misma época en que aparecen nuevas tecnologías en el registro arqueológico. Un clima variable y un paisaje cambiante afectaron a la estabilidad de los recursos hídricos y alimentarios, y es probable que las vidas de los primeros humanos de África oriental quedaran sumidas en el caos y se vieran obligados a innovar y adaptarse.

«La adaptabilidad es, en mi opinión, el sello distintivo de nuestra especie», afirma Rick Potts autor principal del estudio y paleoantropólogo del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian.

La flexibilidad del Homo sapiens ante los nuevos retos podría haber sido un motivo fundamental por el que la especie sobrevivió a otros homínidos emparentados. El que antes era un árbol familiar con varios tipos de humanos —denisovanos, neandertales, Homo erectus y muchos más— quedó reducido a una sola rama. «Fuimos los últimos bípedos en pie, como digo yo», explica Potts.

Obviamente, aún quedan muchos misterios sobre la procedencia de nuestra especie. Como indican los autores del estudio, su trabajo no puede determinar el origen de los comportamientos modernos ni el lugar donde apareció el Homo sapiens. Pero la investigación sí aporta un análisis muy detallado de los cambios del paisaje antiguo que prepararon el terreno para el desarrollo de algunos comportamientos fundamentalmente humanos.

«Se desató el caos»

La reconstrucción de las antiguas condiciones ambientales se localiza en una cuenca conocida como Olorgesailie, en el sur de Kenia, excavada por primera vez en la década de 1940 por los paleoantropólogos británicos Mary y Louis Leakey. Potts empezó a trabajar en el mismo lugar cuando se unió al Smithsonian en 1985. «Pensé que iba a ser un proyecto de tres años», afirma. «Ahora está en su tercera década».

En aquella época, los avances en las técnicas de datación revelaron que Olorgesailie contenía un conjunto abundante de herramientas que se remontaban a hace 1,2 millones de años. Pero a medida que los investigadores peinaban los estratos de sedimentos dispuestos con el paso del tiempo, se toparon con un problema. «Faltaban 180 000 años», cuenta Potts.

Hace unos 500 000 años, el movimiento a lo largo de grandes fracturas modificó el paisaje. La que antes era una cuenca se convirtió en un punto de tierra elevado, expuesto al viento y al agua, elementos que erosionaron ese espacio en blanco en el registro geológico hasta hace unos 320 000 años. Durante ese intervalo, Potts dice que «se desató el caos y algo cambió en el comportamiento de los homínidos».

Las instantáneas de las vidas de nuestros antepasados revelan que eran sorprendentemente avanzadas para la época. Sus herramientas eran diversas y mucho más compactas, como las pequeñas puntas de piedra triangulares que podrían haberse empleado como proyectiles. «[Las herramientas] empiezan siendo grandes y aparatosas y se vuelven pequeñas y portátiles», explica Potts sobre el cambio. «Es como la historia de la tecnología desde entonces».

El mundo que rodeaba a estos humanos antiguos también se transformó. Antes del gran avance en el comportamiento humano, había animales de gran tamaño pastando en la región —«los cortacéspedes del Pleistoceno», como dice Potts—, entre ellos el Palaeoloxodon recki, uno de los elefantes más grandes que han pisado la Tierra; el Theropithecus oswaldi, un pariente gigante de los babuinos africanos vivos; y el Hippopotamus gorgops, un pariente antiguo y pesado de los hipopótamos. Pero hace 320 000 años, en torno al 85 por ciento de las especies de mamíferos de la región desaparecieron y en su lugar surgió un zoológico de criaturas modernas con cuerpos más pequeños.

En septiembre de 2012, para comprender mejor los factores que impulsaron el cambio, el equipo comenzó a perforar una llanura que en el pasado contenía un lago cerca del lugar del estudio. «Hicieron falta muchas suposiciones, pero supusimos bien», dice Potts acerca del lugar donde perforaron.

Extrajeron un testigo de barro lacustre de casi 140 metros de largo que contenía los estratos de ceniza volcánica a partir de la que se dataron los segmentos. El testigo abarcaba un periodo de hace un millón de años hasta hace 83 000 años, incluidos los 180 000 años que faltan.

La época desaparecida

Mediante una serie de pruebas, los investigadores desentrañaron la compleja historia del paisaje, marcada por la agitación tectónica. La región se encuentra en el Gran Valle del Rift de África oriental, donde la placa tectónica continental se divide en dos fragmentos. A medida que la tierra se estira, se afina y se fractura y forma nuevos valles y colinas donde antaño había una extensión plana, y un periodo clave de esta ruptura comenzó hace unos 500 000 años, según sugieren investigaciones previas.

Según el análisis del equipo, los valles más pequeños recién formados agravaron los cambios en las precipitaciones, causando oscilaciones frecuentes entre suelos inundados y secos a partir de hace 400 000 años. La vegetación también osciló mucho entre zonas arboladas y herbáceas conforme variaba el agua disponible. Es probable que estas condiciones variables provocaran el cambio en el comportamiento de los homínidos, según Potts.

«La disponibilidad de agua es fundamental para la supervivencia», escribe por email Kristin Krueger, paleoantropóloga de la Universidad de Loyola que no formó parte del equipo del estudio. «Si cambia, los organismos tienen tres opciones básicas: migrar, adaptarse o extinguirse».

Con la escasez o la variabilidad de los recursos, es probable que estos humanos se vieran obligados a alejarse de las tierras con las que estaban familiarizados. «¿Produjo eso el descubrimiento de tipos de recursos diferentes? ¿Produjo eso un aumento de la cooperación con otros grupos para sobrevivir? ¿Produjo eso avances en la tecnología para ayudarles a ganarse la vida?», se pregunta Krueger. «Estas son las incógnitas que explora el estudio».

Hay muchas marañas en las ramas del árbol familiar de los homínidos y los vínculos entre cada una parecen complicarse a medida que los investigadores hallan más pistas. John Stewart, paleoecólogo evolutivo de la Universidad de Bournemouth que tampoco formó parte del equipo del estudio, señala que una de las partes complejas de la historia de Olorgesailie es la ausencia de restos humanos. «Puede que haya más de lo que se ve», cuenta.

Estudiar la ecología antigua de otros lugares de África podría ayudar a los investigadores a entender mejor los factores que podrían haber impulsado la evolución de los homínidos, señala Isaiah Nengo, paleontólogo del Instituto de la Cuenca de Turkana de la Universidad de Stony Brook que no participó en el nuevo estudio. Nengo dirige un equipo que analizará cómo podrían haber afectado las influencias tectónicas y climáticas similares a la evolución en el norte de Kenia, empezando en una época anterior a que los primeros homínidos tomaran forma.

«Contar con un registro de datos tan detallado es genial», dice. «Puede que hayan dado con algo interesante».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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