Un sorprendente fósil recuperado en una redada policial desvela los secretos de un reptil alado prehistórico

Encuentran en Brasil un pterosaurio casi del tamaño de una persona que tenía una enorme cresta en la cabeza y que es posible que fuera mejor caminante que volador.

Por Priyanka Runwal
Publicado 26 ago 2021, 13:56 CEST
Pterosaurio brasileño

Petrificado en bloques de caliza, el nuevo fósil es el primer esqueleto casi completo de una especie de pterosaurio que se describió por primera vez en 2003.

Fotografía de Victor Beccari

Escondidas en barriles y cargadas en camiones, miles de piezas de caliza se sacaron de contrabando de Brasil en 2013. Extraídas de una cantara de la famosa region paleontológica de Araripe, no era rocas normales. Tenían guardadas durante milenios restos impecablemente conservados de criaturas que vivieron hace millones de años.

Destinados a la venta a museos y potencialmente coleccionistas privados de todo el mundo, el tesoro fósil habría aportado a los contrabandistas miles de euros, sino más. Sin embargo, las redadas policiales que se hicieron en el ámbito de una investigación llamada Operación Múnich, interceptaron la exportación ilegal y enviaron los casi 3000 ejemplares recuperados a la Universidad de São Paulo.

Entre las reliquias había un extraño reptil alado, de casi 1,2 metros de alto, una mandíbula similar al pico de los pájaros y tocado enorme. Ahora los científicos informan que es el primer esqueleto casi completo de la especia de pterosaurio Tupandactylus navigans, que vivió durante el periodo Cretáceo, hace unos 110 millones de años.

El nuevo esqueleto fósil ha desvelado que esta especie de pterosaurio podría haber sido capaz de volar solo pequeñas distancias debido a la enorme cresta que tenía en la cabeza.

Fotografía de Illustration by Victor Beccari

“He visto muchos pterosaurios conservados excepcionalmente bien en Brasil y en el extranjero, pero especímenes como este, que está casi completo y articulado, con restos de tejido blando, son muy raros", dice Fabiana Rodrigues Costa, paleóntologa de la Universidad Federal de ABC de São Paulo y coautora del reciente estudio publicado en la revista PLOS ONE. "Es como que te toque la lotería".

La especie se describió por primera vez en 2003 por científicos alemanes e ingleses que usaron dos cráneos. Pero esta es la primera vez que los paleotólogos han podido estudiar el resto del cuerpo del animal, incluido un poco de tejidos blandos y huesos del cuello, las alas y las patas. Los hallazgos podrían en su día resolver el debate sobre cómo las enormes crestas en las cabezas de estos reptiles afectaban a sus habilidades voladoras.

"Es un fósil único", dice Rodrigues Costa.

Antiguos reptiles del cielo

Los pterosaurios eran primos cercanos de los dinosaurios y coexistieron con ellos. Mientras que los dinosaurios se expandían por tierra, los pterosaurios regían los cielos. La coexistencia se dio desde el final del Triásico, hace más de 200 millones de años, hasta el final de Cretáceo, hace 66 millones de años, cuando ambos grupos se extinguieron tras una catástrofe global provocada por el impacto de un asteroide.

Pero los pterosaurios no tienen descendientes vivos, al contrario que los dinsaurios, que son los ancestros de los pájaros. Los fósiles son las única ventana desde la que conocer la apariencia y vida de estas criaturas voladoras prehistóricas y los fósiles de pterosaurios son extremadamente raros. Sus delicados huesos se conservan mal, por lo que casi siempre lo que nos llegan son fragmentos de sus esqueletos.

Los paleontólogos sobre todo han recuperado restos de pterosaurios de los sedimentos que en su día estuvieron sumergidos bajo el agua. El barro blando enterraba enseguida sus huesos después de que se sumergieran en el fondo de los lagos o los mares y las condiciones de bajo oxígeno limitaba su deterioro.

La cuenca brasileña de Araripe, que en su día estaba cubierta de lagunas saladas pero ahora es árida y está llena de maleza, guarda muchos fósiles muy bien conservados y petrificados entre las capas de caliza. "Abres la piedra como quien abre un libro, y entre esas páginas encuentras fósiles", dice el paelontólogo y coautor del estudio Felipe Lima Pinheiro desde la Universidad Federal de Pamap en São Gabriel, Brasil.

De las más de 110 especies conocidas de pterosaurios 27 han venido de esta región. Los tapejáridos están entre los grupos más diversos y abundantes, especialmente los del género Tupandactylus, que cuentan todos con una desproporcionada y llamativa cresta en la cabeza.

Mientras la cuenca de Araripe es rica en fósiles, Lima Pinheiro dice que los fósiles de pterosaurio no se suelen encontrar. El comercio ilegal de fósiles no ayuda. Los especímenes muchas veces acaban en manos de compradores extranjeros y no en los museos e instituciones científicas de Brasil.

"El fósil casi entero es un hallazgo muy importante", dice el paleontólogo Rodrigo Vargas Pêgas, de la Universidad Federal de ABC de Santo André (Brasil), que no estuvo involucrado en la investigación. "Es una gran noticia para la paleontología brasileña".

Una cresta prehistórica

En 2014, cuando el especímen de Tupandactylus navigans llegó a la Universidad de São Paulo, su esqueleto estaba incrustado en seis piezas de caliza de color beige. Victor Beccari, licenciado adscrito a la universidad y responsable del nuevo estudio, se dio cuenta de que la cresta suponía casi tres cuartas partes del cráneo. "Era demasiado grande para un animal de ese tamaño, como la cola de un pavo real", dice.

Para los científicos que describieron el Tupandactylus navigans en 2003, la cresta craneal les recordaba a una vela de windsurf y por tanto un sistema de propulsión para ayudar en el vuelo. Para que eso fuera posible, se imaginaron un animal con un cuello corto y unos tendones óseos que juntaban las vértebras del cuello.

Al tener acceso al esqueleto completo, Beccari y sus colegas pudieron indagar sobre las capacidades del animal para volar. El equipo generó un modelo tridimensional del esqueleto usando un escáner de tomografía computerizada (CT, en sus siglas en inglés) para hacer una radiografía de los viejos huesos.

Resulta que el Tupandactylus navigans  tenía un cuello largo, largas patas y unas alas comparativamente pequeñas. Este descubrimiento sugiere que el animal se movía mejor por tierra que por el aire. La extravagante cresta craneal de la criatura, posiblemente un adorno de exhibición sexual, lo limitaría a vuelos de corta distancia, posiblemente para escapar de depredadores.

Pero hay otro misterio de esta cresta vertical que tiene a los investigadores siguiendo otras pistas. Una especie distinta de tapejáridae, conocida como Tupandactylus imperator, vivió junto al Tupandactylus navigans, y los expertos se preguntan si podría tratar realmente de dos sexos de la misma especie.

"Es una corazonada", dice Lima Pinheiro. "Ayudaría mucho un esqueleto completo de imperator, si es que lo encontramos". Tal vez la caliza de la cuenca de Araripe puede que guarde todavía más huesos de tapejáridos, desvelando más secretos sobre las vidas de estos enigmáticos reptiles.

Por ahora, gracias a una redada policial, los científicos y el público en general pueden ver al Tupandactylus navigans con sus propios ojos: sus extraordinarios huesos se exponen desde 2017 en el Museo de Geociencias de São Paulo.

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