Ser alcanzado por un rayo es mucho más frecuente de lo que la gente cree

Tormenta eléctrica del 18 de junio de 2019 en Eastbourne, Sussex (Reino Unido).

Fotografía de Pete Abel, Alamy
Por Dominic Bliss
Publicado 25 nov 2021, 15:42 CET

"Hubo una explosión tremenda, como la de una bomba. Ambos salimos despedidos por los aires, antes de aterrizar de nuevo en la cornisa. No tenía ni idea de lo que había pasado. Recuerdo que sentí un cosquilleo, una sensación de nerviosismo de arriba a abajo".

Dan Bailey y su amigo estaban escalando en una montaña llamada The Cobbler, en las Tierras Altas de Escocia, hace varios años, cuando, mientras descansaban en una cornisa, ambos fueron alcanzados por un rayo. Lo más extraño fue que no hubo ningún aviso: ni tormenta, ni truenos. Bailey, un montañero experimentado, autor de guías y editor de un sitio web de actividades al aire libre, lo describió más tarde como "un rayo caído del cielo".

Los dos hombres salieron rápidamente de la cima de la montaña y bajaron a un terreno más bajo. Pero había un inquietante olor a carne asada y a plástico derretido. "Los dos nos dimos cuenta de que teníamos agujeros derretidos en nuestras chaquetas de Gore-Tex, y a través de las otras capas de ropa que llevábamos debajo", explica Bailey.

Al desnudarse hasta la cintura, se dio cuenta de que había un patrón de diana grabado en la piel de su espalda, por debajo del omóplato. "Había anillos concéntricos de diferentes colores en mi piel, con un pequeño hoyo en el centro por donde había entrado la corriente. Y, en mi pie derecho, había un agujero que atravesaba el calcetín y salía por la bota por donde había salido la corriente".

Ambos escaladores pasaron una noche en el hospital bajo observación, pero salieron relativamente ilesos. Ninguno de los dos sufrió problemas de salud a largo plazo, aunque a día de hoy, Bailey sigue teniendo una cicatriz en la espalda, del tamaño de una moneda de cincuenta céntimos de euro.

Fue muy afortunado: dejando de lado la posibilidad de desprenderse de la montaña por una caída, los relámpagos por sí solos suelen ser mortales. Se calcula que cada año caen sobre 240 000 personas en todo el planeta, y las estimaciones de las muertes resultantes varían enormemente. Un estudio ha sugerido 6000 muertes al año, otro hasta 24 000.

The Cobbler, en las Tierras Altas del Sur en Escocia (Reino Unido), donde Dan Bailey y su acompañante fueron alcanzados por un rayo. Los senderistas, los golfistas y los trabajadores agrícolas -o cualquiera que se encuentre en terrenos expuestos, como los que practican deporte al aire libre- corren un riesgo potencial en caso de tormenta.  
 

Fotografía de Richard Newton, Alamy

Causa y efecto

Dado que las tormentas eléctricas se producen sobre todo cuando la superficie de la Tierra se calienta intensamente, son más frecuentes en las masas terrestres cálidas y húmedas y en los trópicos que en las latitudes más altas o más bajas. El lago de Maracaibo, en Venezuela, es un punto caliente en particular, con una media de 28 destellos por minuto durante la temporada de lluvias. Al comienzo de la temporada de monzones de este año en la India, al menos 76 personas murieron a causa de los rayos, con un número de víctimas superior a 40 en Uttar Pradesh, más de 20 en Rajasthan y alrededor de una docena en Madhya Pradesh. Sólo el año pasado, en India murieron 1697 personas a causa del impacto de un rayo, según un estudio que se realiza anualmente en el país.

En cambio, las septentrionales islas británicas tienen la suerte de escapar de las peores tormentas. Sin embargo, incluso allí, el sureste es la región más afectada, especialmente durante los meses de verano, una situación que posiblemente empeorará si se mantienen las tendencias de temperatura.

Según un organismo de investigación británico llamado Organización de Investigación de Tornados y Tormentas (o TORRO, por sus siglas en inglés), en los últimos 30 años han muerto 58 personas en todo el Reino Unido a causa de los rayos, con una media de dos muertes al año. Hasta 30 personas resultan heridas cada año.

Una de las muertes más recientes fue la de un niño de nueve años llamado Jordan Banks, que recibió el trágico impacto mientras daba patadas a un balón de fútbol en un campo de juego de Blackpool en mayo de 2021. En 2009, mientras jugaban al críquet en Birmingham, un grupo de adolescentes se refugió de una tormenta eléctrica bajo un árbol que fue alcanzado por un rayo. Uno de ellos sufrió graves quemaduras y una parada cardíaca, y murió en el hospital unos días después.

La Real Sociedad para la Prevención de Accidentes del Reino Unido advierte que el deporte y el ocio al aire libre, el trabajo agrícola y la construcción son las actividades más arriesgadas cuando se trata de estudiar el impacto de los rayos. Los excursionistas y los golfistas son especialmente vulnerables, ya que a menudo se encuentran lejos de los refugios cuando las tormentas amenazan.

Dan Bailey lo sabe muy bien. Pero tuvo más suerte que el excursionista fallecido cerca de Glencoe, en Escocia, en 2019; o que los dos excursionistas que murieron el mismo día en 2015 en los Brecon Beacons; o que el golfista que murió en un campo de Suffolk en 2017.

'Electrocutados a través del suelo'

"No se entiende muy bien cómo se originan los rayos", explica la Oficina Meteorológica del Reino Unido. Dicen que la teoría principal es que la carga eléctrica se acumula, generalmente en las nubes de tormenta cumulonimbus, cuando el granizo y las partículas de hielo más pequeñas chocan. El granizo se carga negativamente y se acumula en la base de la nube, mientras que las partículas de hielo se cargan positivamente y son impulsadas hacia la parte superior de la nube por las corrientes ascendentes.

Las estructuras de gran tamaño, como los aerogeneradores, corren el riesgo de recibir el impacto de un rayo. Aquí, una turbina eólica en Doddington, Cambridgeshire (Reino Unido), muestra los daños de un rayo después de ser golpeada en mayo de 2018.
 

Fotografía de Geoffrey Robinson, Alamy

Ahora, para explicar el proceso dinámico de formación del rayo: la base de la nube, cargada negativamente, es atraída por las cargas positivas de la parte superior de la nube, de otras nubes y de objetos de la superficie terrestre como edificios, árboles y, en ocasiones, personas. Cuando esas cargas negativas y positivas se igualan, se produce una descarga en forma de relámpago brillante. Gracias al rápido calentamiento del aire, se produce un trueno.

La mayoría de los rayos se producen de nube a tierra, de nube a aire, de nube a nube o de tierra a nube. También hay categorías y subcategorías extremadamente raras, como los rayos en bola, los chorros azules, los duendes rojos y los duendes.

Según la Oficina Meteorológica, los rayos nube-tierra suelen tener una anchura de entre dos y tres centímetros y una longitud media de tres kilómetros. Golpean a unos 432 522 kilómetros por hora, con temperaturas que alcanzan los 30 000 grados centígrados, cinco veces más calientes que la superficie del Sol.

El profesor Ryan Blumenthal es patólogo forense de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica). Ha estudiado los sombríos escenarios en los que los seres humanos suelen morir o resultar heridos por una tormenta de rayos. Es una ciencia llamada keraunopatología (del griego keraunós, rayo). Algunas víctimas son alcanzadas directamente por el rayo, otras al tocar o estar cerca de objetos que son alcanzados. Algunos se electrocutan a través del suelo. Ocasionalmente, las personas se cargan tan positivamente que los rayos salen de sus cuerpos hacia una nube de tormenta.

Victimes de la foudre (víctimas del rayo), grabado en punta seca del artista francés del siglo XIX Alphonse Legros, que representa a trabajadores agrícolas afectados por la caída de un árbol durante una tormenta eléctrica.

Fotografía de Heritage Image Partnership Ltd, Alamy

Blumenthal afirma que la variedad de lesiones es sorprendentemente diversa. Hay efectos inmediatos como quemaduras en la piel, pelo chamuscado, daños oculares por la luz brillante, daños neurológicos, daños en los órganos internos, pérdida de audición y paro cardíaco. Un fenómeno especialmente extraño es el llamado fenómeno de las figuras de Lichtenberg, que consiste en la aparición de dibujos de helechos en la piel de la víctima. Los especialistas aún no saben cómo se forman exactamente.

Pero también hay efectos a largo plazo. Algunas víctimas afirman tener dolores de cabeza, pérdida de memoria, falta de concentración, dolor crónico e incluso cambios de personalidad.

En Estados Unidos existe un grupo de apoyo a las víctimas de los rayos llamado Lightning Strike & Electric Shock Survivors International. Con sede en Carolina del Norte, fue fundado en 1989 por Steve Marshburn, víctima de un rayo, para ayudar a los supervivientes, financiar la investigación médica y educar a la gente para evitar los rayos. Una encuesta realizada hace unos años descubrió que casi la mitad de sus miembros sufría depresión, mientras que más del 10 por ciento afirmaba tener tendencias suicidas.

“Algunas víctimas padecen dolores de cabeza, pérdida de memoria, falta de concentración, dolor crónico e incluso cambios de personalidad.”

La buena noticia es que las lesiones y muertes por rayos están disminuyendo, al menos, en todo el mundo desarrollado. Jonathan Webb, director de la división de tormentas eléctricas y condiciones meteorológicas adversas de TORRO, explica que hay muchas razones por las que ahora hay menos británicos afectados por los rayos: las previsiones meteorológicas modernas son mucho más precisas; la asistencia médica es más rápida y mejor; cada vez son menos los británicos que trabajan al aire libre en la agricultura; las normativas de construcción son más estrictas, incluidos los sistemas de toma de tierra y los pararrayos; las normativas de seguridad y salud en el lugar de trabajo y en las aeronaves son más estrictas. En general, somos más conscientes de los riesgos de los rayos y estamos mejor educados al respecto.

Cómo evitar un rayo

Aun así, vale la pena recordar cómo evitar que nos caiga un rayo. La Real Sociedad para la Prevención de Accidentes ofrece un consejo claro. "Lo ideal es refugiarse en el interior de un edificio grande o de un vehículo de motor, manteniéndose alejado de los espacios amplios y abiertos y de las cimas expuestas", dicen. "El interior de un coche es un lugar seguro en caso de tormenta; los rayos se propagan por el metal del vehículo antes de tomar tierra a través de los neumáticos".

La sociedad advierte de que no hay que refugiarse bajo árboles altos o aislados. "Se calcula que una de cada cuatro personas alcanzadas por un rayo se refugia bajo los árboles", añaden. Y para quienes naden o naveguen en el agua, el consejo es "acercarse a la orilla y a las playas amplias y abiertas lo antes posible, ya que el agua transmite los rayos desde más lejos". Para los golfistas, la "mejor protección es dejar los palos y agacharse en un búnker".

Pero, ¿y si uno se encuentra en campo abierto, expuesto a los rayos, sin poder recurrir a un refugio? "Hazte un blanco lo más pequeño posible agachándote con los pies juntos, las manos sobre las rodillas y la cabeza metida", aconseja la sociedad. "Esta técnica te mantiene lo más alejado posible del suelo".

Cuando se trata de rayos, éste es quizá el consejo que más salva vidas: mantener la cabeza agachada y ser pequeño.

Dominic Bliss es un periodista independiente con sede en Londres. Puedes seguirle en Twitter.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.co.uk

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