Sistema digestivo

Por Redacción National Geographic
¿Cuáles son las principales claves para ayudar al sistema digestivo?
Fotografía de Holger Winkler

22 de marzo de 2011

El sistema digestivo es el conjunto de órganos en forma de tuberías que convierte nuestras comidas en combustible para el cuerpo. En total tenemos unos 9 metros de estas enrevesadas cañerías, que empiezan en la boca y terminan en el ano. En el trayecto, la comida se rompe, clasifica y reprocesa antes de circular por el cuerpo para nutrir y reemplazar células y suministrar energía a nuestros músculos.

La comida del plato debe convertirse en un líquido triturado y pegajoso para que el sistema digestivo sea capaz de descomponerlo en sus constituyentes: proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales. Nuestros dientes inician el proceso masticando y moliendo cada bocado, mientras que la lengua lo convierte en un bolo de forma redondeada para tragarlo.

La húmeda saliva que entra en la boca desde unas glándulas cercanas inicia el proceso de la digestión química utilizando unas proteínas especializadas denominadas enzimas. Secretadas en varios puntos a lo largo del tracto digestivo, las enzimas descomponen grandes moléculas de alimento en moléculas más pequeñas que el cuerpo es capaz de absorber.

Una vez que tragamos, la digestión se hace involuntaria. La comida baja por la garganta hasta el esófago, el primero de una sucesión de órganos huecos que transportan su contenido mediante contracciones musculares denominadas peristalsis.

El esófago se vacía en el estómago, un compartimento grande y musculoso que mezcla la comida con los jugos digestivos incluidas las enzimas pepsina, que procesa las proteínas, y lipasa, que absorbe las grasas. Asimismo, el ácido clorhídrico ayuda a disolver el contenido del estómago y elimina bacterias potencialmente dañinas. La pasta semifluida resultante (quimo) es sellada en el estómago por dos esfínteres en forma de anillo durante varias horas y después se libera en breves estallidos en el duodeno.

La primera de las tres secciones del intestino delgado, el duodeno, produce grandes cantidades de mucus para proteger la pared intestinal del ácido del quimo. De unos 6 metros de longitud, el intestino delgado es donde tiene lugar la mayor parte de la digestión y absorción de nutrientes. Estos nutrientes se incorporan al flujo sanguíneo, a través de millones de diminutas proyecciones en forma de dedo llamadas vellosidades, y se transportan al hígado.

Lo que queda en el tracto digestivo pasa al intestino grueso, donde es consumido por billones de bacterias no dañinas y mezclado con células muertas para formar heces sólidas. El agua la reabsorbe el cuerpo, mientras que las heces pasan al recto en espera de su expulsión.

Participantes clave

Otros órganos que desempeñan una función clave en la digestión son el hígado, la vesícula biliar y el páncreas. El páncreas es una glándula situada detrás del estómago que genera un combinado de enzimas que es bombeado al duodeno. Un conducto también conecta el duodeno con la vesícula biliar. Este saco en forma de pera produce bilis marrón verdoso, un producto de desecho recogido del hígado que contiene ácidos para disolver la materia grasa.

El propio hígado es la principal industria química del cuerpo, realizando cientos de funciones diferentes. Procesa los nutrientes absorbidos en la sangre por el intestino delgado, creando glucógeno energético a partir de carbohidratos azucarados y convirtiendo proteínas alimenticias en nuevas proteínas necesarias para nuestro cuerpo. A continuación, se almacenan o liberan según sea necesario, porque son vitaminas y minerales esenciales. El hígado también descompone sustancias químicas no deseadas, como cualquier tipo de alcohol ingerido, cuya toxicidad se elimina y pasa por el cuerpo como desecho.

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