¿Hay un asteroide interestelar atrapado cerca de Júpiter?

El raro asteroide conocido como 2015 BZ509 se describe como el primer visitante interestelar que se queda en nuestro sistema solar.

Por Michael Greshko
Publicado 22 may 2018, 12:05 CEST
Asteroide interestelar ‘Oumuamua
Concepto artístico del asteroide interestelar ‘Oumuamua cuando atravesó nuestro sistema solar el pasado octubre. Las proporciones de hasta 10:1 no se parecen a ningún otro objeto observado dentro de nuestro sistema solar.
Fotografía de Observatorio Europeo Austral, M. Kornmesser

Si pudieras flotar sobre el plano del sistema solar, te darías cuenta de que más del 99,9 por ciento de los objetos arremolinados alrededor del Sol orbitan en sentido contrario a las agujas del reloj, impulsados por el disco giratorio de gas y polvo que creó nuestros planetas, asteroides y cometas.

Pero, curiosamente, de los más de 779.000 asteroides conocidos, al menos 95 van en sentido contrario al tráfico de nuestro sistema solar. Ahora, dos investigadores afirman algo intrigante y polémico: uno de estos asteroides inusuales —2015 BZ509— va en dirección contraria porque lo han adoptado desde otro sistema estelar.

«Cuando empezamos a trabajar, no queríamos saber si era interestelar», afirma Fathi Namouni, astrónomo del Observatorio de Côte d’Azur. En lugar de eso, Namouni y Helena Morais, investigadora de la Universidad del estado de Sao Paulo, han pasado años estudiando objetos que orbitan alrededor de nuestro Sol en dirección contraria con la esperanza de revelar cómo se formó nuestro sistema solar, algo así como intentar resolver un asesinato escrutando las salpicaduras de sangre más raras de la escena del crimen.

En un estudio publicado hoy en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society: Letters, Namouni y Morais afirman que BZ509 se unió a nuestro sistema solar durante la infancia de este último, instalándose en una órbita inversa, aunque estable, que viaja al unísono con la trayectoria de Júpiter alrededor del Sol. En dicho caso, según ellos, BZ509 podría ser un pariente del asteroide interestelar ‘Oumuamua, que pasó por el sistema solar el año pasado.

Sin embargo, el estudio deduce un origen interestelar para BZ509 por descarte, un enfoque criticado por expertos externos.

«Es muy extremo —sobre todo porque no tienen ningún enfoque según un modelo dinámico— respaldar sus ideas diciendo que todo lo demás es imposible», afirma el científicos Hal Levison, del Southwest Research Institute, que no participó en el nuevo estudio.

El ataque de los clones

Nadie niega que BZ509 sea una roca espacial extraña.

Namouni y Morais empezaron a prestar atención al asteroide no solo porque orbita alrededor del Sol en sentido contrario, sino también porque su órbita casi se solapa con la de Júpiter, el primer objeto conocido que juega al juego de la gallina con el planeta más grande de nuestro sistema solar. Un malabarismo orbital mantiene con vida a BZ509. Aunque Júpiter ejerce atracción gravitatoria sobre el asteroide dos veces por cada órbita de 12 años, las dos atracciones se cancelan mutuamente y estabilizan el asteroide.

«Es como un camión que va por una carretera con baches, entra en un bache y otro bache lo devuelve al lugar donde tendría que haber estado», explica Martin Connors, astrónomo de la Universidad de Athabasca que no participó en el nuevo estudio.

Empleando simulaciones por ordenador, Connors y sus colegas descubrieron en 2017 que la órbita de BZ509 ha sido estable a lo largo de millones de años. El descubrimiento pilló por sorpresa a Namouni y Morais; sus investigaciones previas habían sugerido que órbitas como las de BZ509 solo podían durar unos 10.000 años.

Para impulsar estos resultados, Namouni y Morais construyeron un modelo de nuestro sistema solar con su disposición actual. A continuación, repartieron un millón de «clones» virtuales de BZ509, cada uno con una versión ligeramente diferente de la órbita observada del asteroide, y llevaron a cabo una simulación del equivalente virtual de 4.500 millones de años.

Muchos de los clones finalmente colisionaron con el Sol o fueron expulsados del sistema solar. La mitad de ellos duraron menos de siete millones de años. Pero 46 de los clones fueron estables durante la vida del sistema solar y 27 se parecen mucho a la trayectoria actual de BZ509.

El asteroide 2015 BZ509 (rodeado en amarillo), visto por el Observatorio del gran telescopio binocular (LBTO, por sus siglas en inglés). Estas imágenes ayudaron a determinar que el asteroide comparte la órbita joviana pero orbita en dirección contraria.
Fotografía de C. Veillet, Observatorio del gran telescopio binocular

Para que los humanos tengan la posibilidad estadística de ver a BZ509, Namouni y Morais afirman que el asteroide debe haber estado en una órbita muy estable durante 4.500 millones de años. Pero si BZ509 ha orbitado alrededor del Sol desde la niñez del sistema solar, ¿cómo acabó yendo en sentido contrario? Tras considerar y rechazar una serie de explicaciones posibles, según ellos, debe ser un intruso interestelar.

«No teníamos prejuicios ante ningún origen posible para este asteroide», afirma Namouni. «Nos quedamos bastante sorprendidos».

Rogue One

Pese a la seguridad de Namouni de que BZ509 es interestelar, Morais y él no han simulado cómo se habría capturado el asteroide desde otro sistema estelar. Y en ausencia de dicho análisis, otros expertos en planetología están muy en desacuerdo con la lógica del estudio.

«La vida media [de los clones de BZ509] es tan breve que yo buscaría soluciones a corto plazo», afirma Bill Bottke, también del Southwest Research Institute.

Bottke y su colega David Nesvorny sospechan que BZ509 es en realidad un cometa inactivo de la Nube de Oort, una zona de restos helados en las lejanas afueras del sistema solar. Sugieren que, tras haber sido empujado hace tiempo a una órbita en sentido contrario, podría haber entrado en su trayectoria actual hace solo unos cuantos millones de años.

Al fin y al cabo, los cometas pueden ir en sentido contrario; el cometa Halley orbita alrededor del Sol en el sentido de las agujas del reloj, igual que BZ509. Es más, la investigación de Namouni y Morai sugiere que los objetos díscolos pueden quedarse atrapados más fácilmente en la órbita particular de BZ509 que en otras. Los modelos también demuestran que la hipótesis del cometa puede explicar cómo llegaron a su lugar otros asteroides en órbita contraria.

Una nueva esperanza

Desentrañar los orígenes de BZ509 requerirá una cantidad enorme de trabajo. Levison, Bottke y Nesvorny recomendaron llevar a cabo simulaciones de la formación de los planetas y finalmente se situaron en sus órbitas actuales, específicamente para ver si otros objetos locales entraban en órbitas como la de BZ509 con más o menos frecuencia que los interestelares, como ‘Oumuamua.

El nuevo estudio también sugiere que los objetos parecidos a BZ509 pueden caer en órbitas perpendiculares al plano del sistema solar. Namouni, por su parte, quiere comprobar si objetos conocidos con estas órbitas «polares» se remontan con BZ509 a la misma nube de restos interestelares.

«El vínculo teórico es infalible, pero vincular los que observamos con BZ509 es más complicado», afirma.

Si Connors tuviera un presupuesto infinito, consideraría enviar una nave espacial a BZ509 para comprobar si el asteroide tiene una composición química alienígena. Y Bottke señala que si dicha misión llegara a producirse, sería valiosa fuera cual fuera el resultado: «Si vas ahí fuera con una sonda, ¿no sería genial aunque solo se tratase de un cometa normal?», afirma.

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