El cadáver de este planeta es un posible ejemplo del futuro de la Tierra

Esta bola de roca que orbita una enana blanca apunta al posible aspecto de nuestro sistema solar dentro de unos 5.000 millones de años.

Por Catherine Zuckerman
Publicado 5 abr 2019, 10:45 CEST
Un fragmento planetario
Un fragmento planetario orbita alrededor de una enana blanca en una ilustración del nuevo sistema.
Fotografía de University of Warwick, Mark Garlick

En 1995, se respondió una pregunta cósmica cuando un telescopio terrestre captó una señal tenue e inestable que procedía de cientos de años luz de distancia. El telescopio había detectado el primer exoplaneta que orbitaba una estrella similar al sol, un descubrimiento revolucionario que demostraba que existen planetas más allá de nuestro sistema solar y que sugerían la posibilidad de que existían muchos más.

Desde entonces, los astrofísicos han confirmado casi 4.000 exoplanetas que orbitan estrellas de toda la Vía Láctea. Al igual que nuestro sol, estas estrellas se encuentran en la denominada secuencia principal de sus vidas, un periodo que dura miles de millones de años y durante el cual las estrellas arden sanas, calientes y brillantes.

Pero ahora, un grupo de investigadores han localizado un cadáver planetario que orbita de cerca una enana blanca, una estrella casi agotada a las puertas de la muerte. Los hallazgos, descritos esta semana en la revista Science, son unos de los primeros de este tipo y aportan un ejemplo de cómo podría ser el destino de la Tierra cuando nuestro sol empiece a morir.

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El equipo, dirigido por Christopher Manser, astrofísico de la Universidad de Warwick, descubrió el objeto rocoso empleando un método denominado espectroscopia, que consiste en recopilar y analizar las diversas longitudes de ondas de luz que proceden del disco de gas que rodea la enana blanca. Es la primera vez que se utiliza este método para identificar un cuerpo planetario que orbita una enana blanca.

Mediante el Gran Telescopio Canarias en La Palma, el equipo observó el «color de luz emitido por el calcio del disco y recopilamos un espectro cada dos o tres minutos», explica Manser por email. Esta técnica permitió al equipo detectar cambios de color sutiles en el disco conforme se acercaba y se alejaba de la Tierra. Este tipo de cambio de color se denomina desplazamiento Doppler, similar al efecto Doppler acústico que hace que la sirena de un coche de policía parezca cambiar de tono a medida que se mueve.

«En nuestra detección, empleamos este cambio de color para identificar la presencia de un planetesimal que orbita el disco en un periodo de dos horas», afirma Manser. El equipo clasifica el objeto como planetesimal por su tamaño relativamente pequeño.

Reconstrucción planetaria

Gran parte del motivo de que los científicos estudien exoplanetas es recabar información sobre la evolución de nuestro propio sistema solar. Si este planetesimal fue similar a la Tierra en el pasado, como cree Manser, el futuro será desolador.

Cuando la estrella del planetesimal empezó a quedarse sin combustible y a expandirse —como ocurre con la mayoría de las estrellas similares al sol cuando llegan al final de sus vidas—, la intensa gravedad habría arrancado cualquier planeta que orbitase cerca de ella y lo habría reducido a su núcleo de roca y generado discos de desechos. Manser sospecha que la Tierra correrá un destino similar.

«Cuando al sol se le agote el combustible y se expanda dentro de unos 5.000 millones de años, se tragará Mercurio, venus y probablemente la Tierra», afirma. «Pero Marte y otros cuerpos como Júpiter, Saturno, el cinturón de asteroides, etcétera, deberían sobrevivir a todo el proceso, aunque tendrán una órbita algo mayor, porque algunos perderán masa y el sol se convertirá en una enana blanca».

Sin embargo, podría haber un rayo de esperanza, según la profesora de astrofísica Lisa Kaltnegger, que también es la directora del Instituto Carl Sagan de la Universidad Cornell y que no participó en la investigación de Manser. Explica que, si los planetesimales que orbitan enanas blancas colisionaran, podrían unirse para formar planetas nuevos y estables. Sus estudios acerca de esta posibilidad sugieren que estos mundos reconstruidos podrían incluso ser habitables.

«Cuando la enana blanca se enfríe aún más, habremos demostrado que un planeta como ese podría mantener condiciones templadas durante miles de millones de años», escribe por email. Por ejemplo, aunque las condiciones drásticas del nacimiento de este nuevo planeta probablemente lo priven de agua en superficie al principio, el líquido vital podría llegar a través de los impactos de cometas portadores de agua, así que «en lugar de un planeta zombi seco y caliente, podríamos tener un planeta en el que podría comenzar vida», afirma.

«Este estudio coloca la primera pieza del puzle para determinar cómo podrían formarse los planetas en torno a enanas blancas a partir de planetesimales».

Por ahora, Manser espera aplicar el método de la espectroscopia en otros sistemas estelares donde hay discos de gas. Podrían contener más planetesimales que los ayuden a comprender los ciclos de vida planetarios, «y queremos cazar a los siguientes», afirma.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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