Se estrella en la luna el aterrizador israelí Beresheet

De no haberse estrellado, Israel se habría convertido en el cuarto país en lograr un alunizaje. A pesar del impacto, la misión ha sido significativa.

Por Michael Greshko
Publicado 12 abr 2019, 14:32 CEST
Beresheet
Momentos antes de estrellarse en la superficie lunar, la nave Beresheet de SpaceIL sacó esta imagen de su descenso. De haberlo conseguido, la nave israelí habría sido el primer aterrizador lunar con financiación privada en el mundo.
Fotografía de SpaceIL

El 11 de abril, un aterrizador israelí Beresheet (palabra hebrea que significa «génesis») intentó marcar un nuevo comienzo para la exploración espacial convirtiéndose en la primera nave de financiación privada en alunizar. La Beresheet, construida por la organización israelí sin ánimo de lucro SpaceIL, intentó alunizar en Mare Serenitatis, una vasta cuenca volcánica en el norte de la cara visible de la luna, pero al descender falló el motor principal de la nave. Los ingenieros la resetearon, pero perdieron el contacto y el aterrizador de 150 kilos acabó estrellándose.

«No lo logramos, pero lo intentamos, y creo que el logro de llegar hasta donde llegamos es bastante importante», declaró Morris Kahn, el presidente y fundador principal de SpaceIL, durante la retransmisión en directo del intento de alunizar. «Creo que podemos estar orgullosos. Unas veces se gana y otras se pierde».

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Conseguir aterrizar habría convertido a Israel en el cuarto país en conseguir un alunizaje «suave» y SpaceIL se habría convertido en la primera entidad financiada por donantes privados en alunizar en otro mundo. El aterrizador lunar transportaba dos instrumentos científicos y una cápsula del tiempo digital que incluye una «biblioteca lunar». En el momento de publicación de este artículo, National Geographic no ha podido confirmar la amplitud de los daños sufridos por el aterrizador y su instrumental.

A pesar del aterrizaje fallido, la misión es un hito: Beresheet es lo máximo que se ha acercado una entidad privada a un alunizaje. El 4 de abril, la nave entró en órbita alrededor de la luna, con lo que Israel se ha convertido en el séptimo país en cruzar dicha meta.

«Si se compara con no llevar a cabo la misión, supone un avance, porque demuestra que han llegado hasta allí», afirma Phil Metzger, científico planetario de la Universidad de Florida Central. «Puede decirse que han tocado la luna, no se han perdido entre las estrellas. Eso es impresionante. Significa que han hecho el 99 por ciento de la misión».

El intento de aterrizaje de la Beresheet concluye más de ocho años de trabajo. SpaceIL empezó a finales de 2010, cuando tres alumnos —Yariv Bash, Kfir Damari y Yonatan Winetraub— se reunieron una noche para tomar algo en un bar a las afueras de Tel Aviv y se autoconvencieron de que podrían construir una nave que llegaría a la luna. Decidieron participar en el Google Lunar XPrize, un concurso internacional fundado en 2007 que otorgaría 20 millones de dólares a la primera entidad privada que aterrizara una nave en la luna.

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    El 4 de abril de 2019, Beresheet entró en órbita alrededor de la luna y sacó esta foto de la cara oculta desde una altura de 470 kilómetros.
    Fotografía de Eliran Avital

    «Ha sido una locura, nunca pensé que llegaríamos tan lejos», afirma Bash. «Me han enviado fotos de niños vestidos de astronautas. Es emocionante ver cómo se ha desenvuelto».

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    De las nubes a la luna

    Al principio, el espacio de SpaceIL soñaba con llevar una nave a la luna a finales de 2012, con un aterrizador que pesara pocos kilos. Pero cuando se informó de los planes de la entidad sin ánimo de lucro a la Agencia Espacial Israelí y a las Industrias Aeroespaciales Israelíes (IAI), principal contratista de defensa del país, advirtieron a SpaceIL que sus planes estaban a medias.

    Desde más de 362.000 kilómetros, la Tierra parece solo un punto brillante en el fondo de esta imagen sacada por Beresheet.
    Fotografía de Eliran Avital

    «La mayoría pensó que era una broma durante los primeros años», afirma Bash.

    Sin embargo, en lugar de dar la espalda a esta empresa en ciernes, las entidades espaciales israelíes que contaban con más experiencia los ayudaron. Las IAI acordaron construir la nave y la Agencia Espacial Israelí se comprometió a prestar apoyo técnico y dos millones de dólares. Mientras tanto, SpaceIL recaudó la mayor parte de su presupuesto (entre 90 y 100 millones de dólares) mediante donaciones privadas. Gran parte de la financiación fue aportada por el propio Kahn, un emprendedor de software israelí-sudafricano, y la Adelson Family Foundation, una organización sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos fundada por el magnate de los casinos Sheldon Adelson.

    SpaceIL se convirtió en uno de los finalistas del Google Lunar XPrize y en 2015 se convirtió en el primer participante en reservar un vuelo al espacio. «Fue muy divertido: ver cómo se construía un negocio alrededor de esto, en el espacio, en Israel, inspirando al público y a la siguiente generación de niños», afirma Chanda Gonzales-Mowrer, vicepresidenta de la XPrize Foundation y exdirectora del Google Lunar XPrize.

    Como otros competidores del concurso, SpaceIL se enfrentó a déficits presupuestarios y retrasos técnicos. Tras ampliar el plazo en diversas ocasiones, Google y la XPrize Foundation clausuraron el Lunar XPrize en marzo de 2018 sin proclamar un vencedor.

    A pesar del fin del concurso, SpaceIL siguió adelante. El 22 de febrero de 2019, la nave se lanzó a bordo del cohete Falcon 9 de SpaceX, junto a un satélite de comunicaciones indonesio. SpaceIL viajó con la ayuda de Spaceflight Industries, que negoció que el aterrizador viajara a bordo. En las semanas posteriores al lanzamiento, el Beresheet recorrió más de 6,4 millones de kilómetros y completó una serie de tres órbitas alrededor de la Tierra que la acercaron más a la luna.

    «Es un cambio paradigmático que cuesta comprender... Es la primera misión lunar con financiación privada y financiación voluntaria, y es la primera misión que hace algo diferente», afirma Ryan Olcott, director de misiones de Spaceflight Industries que colaboró con SpaceIL.

    Con el Lunar XPrize descartado, la organización sin ánimo de lucro recibirá otro reconocimiento: un «Moonshot Award» de la XPrize Foundation por valor de un millón de dólares y que conmemorará la perseverancia de este participante. En una declaración publicada en Twitter, el fundador de XPrize Peter Diamandis confirmó que este premio se otorgará a SpaceIL a pesar del accidente.

    «Tiene que ver con enorgullecerse de todo el trabajo que ha llevado a cabo SpaceIL», afirma Gonzales-Mowrer acerca de la creación del Moonshot Award. «Queremos celebrar los logros y el hecho de que se hayan atrevido a soñar».

    Más países y empresas en el espacio

    Ahora que SpaceIL ha finalizado su intento de alunizaje, la organización tiene previsto «autodestruirse». La existencia de la entidad sin ánimo de lucro estaba centrada solo en Beresheet. Bash dice que el grupo decidirá sus planes a largo plazo en las próximas semanas. Mientras tanto, las IAI se han aliado con la empresa alemana OHB para ofrecer a la Agencia Espacial Europea transportar instrumental a la luna.

    Aunque SpaceIL es la primera entidad privada que llega tan lejos con un aterrizador lunar, no cabe duda de que no será la última. Las que la sigan tendrán objetivos mucho más comerciales. Conforme crece el interés en desplazar la industria —e incluso a las personas— fuera de la Tierra, muchas empresas nuevas, como excompetidoras del Lunar XPrize, pretenden convertirse en los pilares de una nueva economía lunar.

    «Es ridículamente complicado, pero es una aspiración cada vez más razonable», afirma Bob Richards, consejero delegado de Moon Express, exfinalista del Google Lunar XPrize. «Será transformador. La democratización del acceso a la luna y al espacio exterior está ocurriendo ahora, del mismo modo que CubeSats ha democratizado el acceso a la órbita baja de la Tierra».

    La NASA está ayudando a avivar las llamas de la industria, como con la oferta de contratos a empresas privadas para transportar suministros y, en última instancia, astronautas a la Estación Espacial Internacional. En abril de 2018, anunció el programa Commercial Lunar Payload Services, que ofrece contratos a empresas privadas para llevar el instrumental científico de la NASA a la luna. En noviembre de 2018, la NASA aprobó a nueve licitadores para competir por los contratos de la agencia, entre ellos Moon Express y Astrobotic, exconcursantes del Lunar XPrize. Barbara Cohen, científica planetaria del Centro Goddard de vuelo espacial de la NASA, afirma que el programa facilitará el regreso de la ciencia estadounidense a la superficie lunar tras cuatro décadas de ausencia.

    «Las mediciones orbitales son asombrosas, estamos muy contentos con nuestra campaña orbital, no solo con el LRO [Lunar Reconnaissance Orbiter], sino también con GRAIL, LADEE y ARTEMIS, y toda una serie de naves. Pero tenemos muchas incógnitas que deberán responderse accediendo a la luna», afirma.

    En los próximos meses, la India prevé el lanzamiento de la Chandrayaan-2, que pretende ser la primera misión en aterrizar en el polo sur de la luna. Y pisándole los talones a la Chang'e-4, la primera misión que consiguió aterrizar en la cara oculta de la luna, China ya está planificando su misión Chang'e-5 que, de tener éxito, sería la primera misión desde la Apolo 17 en traer muestras desde la superficie lunar. Al mismo tiempo, el gobierno de Trump intenta conseguir apoyo para una misión humana a la luna en 2024, mientras otras agencias espaciales esbozan planes para sus propias misiones tripuladas a la luna.

    «Los países consideran el espacio un área donde pueden demostrar su destreza nacional», afirma Joanne Gabrynowicz, profesora emérita de la Universidad de Misisipi y experta en legislación espacial.

    Conforme el espacio se vuelve cada vez más internacional, ¿se convertirá el cosmos en un todos contra todos? Remontándonos a los años 60, los países que viajaron al espacio firmaron una serie de tratados, como el Tratado sobre el espacio ultraterrestre de 1967, que estableció algunas reglas básicas, como la prohibición de armas nucleares. El tratado afirma que los países son responsables de las actividades espaciales de sus empresas y ciudadanos, pero los detalles de dicha supervisión se dejan en manos de cada país.

    Con todo, entre las incógnitas planteadas por este último salto al futuro de los viajes espaciales, Bash reflexiona sobre cómo ha hecho historia el grupo que fundó y que casi aterrizó en nuestra compañera cósmica.

    «Es una de esas aventuras que se viven una vez en la vida», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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