¿Qué significa el hito de Virgin Galactic para el futuro del turismo espacial?

Este viaje, que transportó a una tripulación en la que figuraba Richard Branson, el fundador de la empresa, marca un paso importante hacia llevar a viajeros de pago a nuevas fronteras.

Por Michael Greshko
Publicado 12 jul 2021, 11:29 CEST
V.S.S. Unity

El 11 de julio, el avión espacial de Virgin Galactic, el V.S.S. Unity, encendió el motor de cohete y voló a más de 85 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, enviando al fundador de la empresa, Richard Branson, hasta el borde del espacio.

Fotografía de Virgin Galactic

A más de 14 000 metros sobre el desierto de Nuevo México, un avión espacial blanco y plateado ascendió hacia el límite de la atmósfera terrestre dejando a su paso un penacho de gas y carburante. Unos minutos después, los dos pilotos y cuatro pasajeros de la nave, entre los que figuraba el multimillonario Richard Branson, flotaron a más de 85 kilómetros sobre la superficie de nuestro planeta: la altitud suficiente para ver la curvatura de la Tierra y escapar de las ataduras de la gravedad, al menos durante unos minutos.

Ese vehículo resplandeciente —el V.S.S. Unity de Virgin Galactic— se lanzó en el aire desde una nave nodriza para que alcanzara más de 85 kilómetros de altitud. Mientras completaba su ascenso, rotaba los tubos de cola gemelos, reconfigurando el vehículo para permitir que cayera lentamente por la atmósfera superior, como un volante de bádminton. Quince minutos después de separarse de la nave nodriza, el V.S.S. Unity planeó hasta una pista de aterrizaje en Nuevo México y se detuvo.

«Es la experiencia completa de toda una vida», dijo un alegre Branson mientras el V.S.S. Unity descendía.

Richard Branson, de Virgin Galactic, y otros pasajeros esperan a que el V.S.S. Unity, el avión espacial propulsado por un cohete suborbital de Virgin Galactic, se libere de la nave nodriza.

Fotografía de Virgin Galactic

La misión, llamada Unity 22, representa la mayor tripulación que ha llevado la empresa de Branson, Virgin Galactic, hasta el límite del espacio. El espectáculo también sirvió como hito público de la presión para comercializar el acceso al espacio suborbital, por placer y beneficio. El vuelo espacial de Virgin Galactic —su cuarto con humanos a bordo— ocurrió solo nueve días antes de que el multimillonario Jeff Bezos vuele en el New Shepard, un cohete suborbital construido por su empresa, Blue Origin.

«El hecho de que los fundadores de estas empresas vayan a volar en las primeras misiones oficiales de estos vehículos me parece increíble», afirma la historiadora espacial Jennifer Levasseur, conservadora del Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano. «Obviamente esto es invertir una gran cantidad de fe en lo que has creado, en las personas y en la tecnología, y hay una sensación inherente de aventura en cada una de ellas que hace que el riesgo valga la pena».

Ambas empresas han sido criticadas como proyectos vanidosos y lujos para los ultrarricos. Virgin Galactic ha cobrado 250 000 por billete en sus ventas anticipadas, pero ya ha dicho que aumentará el precio. Blue Origin no ha empezado a vender asientos en el New Shepard ni hecho públicos los precios de sus billetes, pero en una subasta en junio, un viaje en el próximo vuelo con Bezos se vendió por 28 millones de dólares.

Con todo, además de las hazañas de gente rica en busca de gloria, los nuevos vehículos espaciales como SpaceShipTwo y New Shepard podrían ofrecer una plataforma única para la investigación aeroespacial y científica.

«No son solo un montón de multimillonarios», dice Laura Seward Forczyk, fundadora de la empresa de análisis del sector espacial Astralytical. «Puede hacerse ciencia real».

Turismo espacial

Los viajes privados al espacio no son nada nuevo. Desde el año 2000, varios turistas acaudalados han gastado decenas de millones de dólares para volar a la Estación Espacial Internacional. Además, la NASA ha instado poco a poco a las empresas privadas a que asuman los lanzamientos de carga y astronauta a la EEI. Los vuelos de carga comercial para la NASA comenzaron en 2012 y los vuelos de tripulación comercial, en 2020.

Pero durante años, empresas como Virgin Galactic y Blue Origin han trabajado en un tipo de vuelo espacial diferente: turismo espacial suborbital. Cualquiera que tenga cientos de miles de dólares pronto podrá viajar durante unos minutos hasta la frontera del espacio.

Aunque la frontera con el espacio reconocida internacionalmente se suele fijar a 100 kilómetros de altitud, la denominada línea de Kármán, Estados Unidos utiliza los 80 kilómetros como frontera. El vuelo de Virgin Galactic alcanzó unos 86 kilómetros. Se prevé que el vuelo del 20 de julio de Blue Origin llegue a unos 105 kilómetros de altitud.

Construir nuevas naves para turistas ha sido muy difícil, exigido años de pruebas y, a veces, provocado incidentes letales, como el accidente mortal de un prototipo del avión cohete SpaceShipTwo en 2014. Ahora, Virgin Galactic y Blue Origin están pasando de los vuelos de prueba a los viajes comerciales con clientes de pago y los fundadores de ambas empresas viajarán al espacio en sus vehículos.

Para Virgin Galactic en particular, llegar a este punto ha sido un largo camino. El avión espacial de la empresa tiene sus orígenes en un programa que comenzó a mediados de los años noventa.

Un nuevo avión espacial

A diferencia de los cohetes tripulados tradicionales que se lanzan desde tierra, SpaceShipTwo se lanza desde el aire. Una nave nodriza llamada WhiteKnightTwo transporta el avión cohete SpaceShipTwo hasta una altitud de más de 12 000 metros. A continuación, SpaceShipTwo se desprende de la parte inferior del avión más grande, enciende el motor del cohete y vuela hacia el borde del espacio en una pendiente pronunciada, viajando a aproximadamente 3,5 veces la velocidad del sonido.

Lanzar un avión cohete desde el aire puede parecer una forma compleja de llevar humanos al espacio. Pero el «lanzamiento desde el aire» conlleva varias ventajas, explica Chuck Rogers, jefe adjunto del Centro Armstrong de Investigación de Vuelo de la NASA, en California. La técnica se ha estudiado durante décadas de investigación, incluyendo el X-1, el primer avión que rompió la barrera del sonido, y el X-15, que sigue siendo el avión pilotado más rápido que jamás ha volado, alcanzando un máximo de 7274 kilómetros por hora durante un vuelo en 1967.

El lanzamiento desde el aire puede ser muy eficiente, porque la nave no tiene que atravesar la densa atmósfera inferior con su propia potencia, lo que quiere decir que puede transportar menos combustible. Además, al utilizar un avión espacial, el vehículo puede despegar y aterrizar en una pista convencional, lo que reduce la necesidad de una infraestructura adicional como plataforma de lanzamiento.

El diseño del SpaceShipOne, el predecesor experimental del SpaceShipTwo, comenzó en 1996, con el Ansari X Prize. El concurso ofrecía 10 millones de dólares al primer equipo totalmente privado que volara una nave espacial a más de 100 kilómetros sobre la superficie terrestre dos veces en dos semanas para finales de 2004, llevando un piloto y dos pasajeros.

El favorito de la competición era Burt Rutan, un ingeniero iconoclasta famoso por sus diseños de aviones extravagantes y extremadamente eficientes. Para su participación en el X Prize, Rutan optó por un diseño de lanzamiento desde el aire con un enfoque único para el descenso: justo antes de que el SpaceShipOne alcanzara su máxima altitud, los dos tubos de la cola de la nave se inclinaban 65 grados hacia arriba. Este sistema de frenos aumentaba en gran medida la resistencia de la nave durante el descenso, ralentizándola hasta el punto de poder caer sana y salva a través de la atmósfera, replegar los tubos de la cola y planear hasta una pista de aterrizaje.

Los avances en el avión espacial fueron lentos hasta que Rutan y su empresa, Scaled Composites, recibieron una inversión del cofundador de Microsoft, Paul Allen, en 2001. En junio de 2004, el SpaceShipOne se convirtió en el primer vehículo financiado con fondos privados en entrar en el espacio. Menos de cuatro meses después, el avión espacial voló otras dos veces por encima de los 100 kilómetros y ganó el X Prize.

«Fue el vuelo perfecto», cuenta el piloto de pruebas Brian Binnie, que realizó el segundo vuelo ganador del premio el 4 de octubre de 2004. «Todavía lo siento: es como si no estuviera solo, como si hubiera otras fuerzas involucradas».

Tras el éxito del SpaceShipOne en el X Prize, Branson adquirió la licencia de los diseños de Rutan para Virgin Galactic con el objetivo de aplicarlos a un vehículo más grande y con varios pasajeros: el SpaceShipTwo.

El largo camino del SpaceShipTwo

El SpaceShipTwo mide casi el doble que su predecesor, pero conllevó más del doble de dolores de cabeza. El aumento de tamaño del vehículo obligó a rediseñar la nave nodriza y el motor del cohete del avión espacial, entre otros problemas técnicos, provocando un retraso tras otro.

El equipo de SpaceShipTwo también sufrió dos accidentes mortales. En 2007, tres personas murieron en una explosión antes de una prueba del motor del cohete. Y el 31 de octubre de 2014, un prototipo de SpaceShipTwo se desintegró en mitad de un ascenso después de que uno de los pilotos desbloqueara el sistema de frenos de la nave antes de tiempo. El copiloto Michael Alsbury murió en el accidente y el piloto Peter Siebold sufrió heridas graves. Supuestamente, el accidente de 2014 preocupó a Branson, pero Virgin Galactic decidió continuar.

«Le doy todo el crédito a Branson por mantener el rumbo; tuvo muchas oportunidades de retirarse de este negocio», dice Binnie, que trabajó en el SpaceShipTwo hasta 2014. «Meterse en el negocio de los cohetes suena glamuroso, pero... a la hora de la verdad, pone a prueba tus agallas».

Tras años de mejoras de seguridad, en 2018 dos pilotos del SpaceShipTwo atravesaron el umbral de los 86 kilómetros. En 2019, la nave lo hizo de nuevo, esta vez con una pasajera: Beth Moses, instructora jefa de astronautas de la empresa.

«Fue magnífico. Fue indescriptible», contó Moses a National Geographic en una entrevista de 2019. Es una experiencia increíble, asombrosa, algo intensa y maravillosa».

En mayo de 2021, Virgin Galactic completó su tercer vuelo por encima de los 85 kilómetros, lo que hizo que la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos le concediera una licencia comercial completa. La prueba allanó el camino para el lanzamiento de la misión Unity 22 y dio a la empresa suficiente confianza en el sistema como para dejar subir a bordo al propio Branson.

La ciencia al borde del espacio

Gran parte del debate en torno a Virgin Galactic y Blue Origin se ha centrado en la carrera entre Branson y Bezos. Pero mientras estos multimillonarios en duelo vuelan hacia los cielos, los vehículos que han construido sus empresas han permitido nuevos tipos de investigación.

Los vuelos de Virgin Galactic y Blue Origin ofrecen entre tres y cinco minutos de ingravidez continua. Los científicos ya habían podido acceder al espacio suborbital, principalmente a través de naves no tripuladas. Con estos nuevos vehículos, los investigadores pueden volar con sus experimentos y ejecutarlos en pleno vuelo.

Las dos empresas ya han volado con cargas útiles científicas y demostraciones tecnológicas, con el apoyo del Programa de Oportunidades de Vuelo de la NASA. El vuelo Unity 22 incluía un experimento asistido por humanos que registraba los cambios en la actividad genética de las plantas justo cuando empezaban a experimentar la ingravidez, diseñado por la Universidad de Florida y dirigido por Sirisha Bandla, empleada de Virgin Galactic.

Experimentos anteriores en el transbordador espacial y la EEI han registrado con detalle cómo funciona la vida en microgravedad. Pero, desde el punto de vista bioquímico, ¿cómo pasan los seres vivos de sentir la gravedad terrestre a sentir la ingravidez? Los científicos lo ignoran, pero los vuelos suborbitales como la misión Unity 22 ofrecen una oportunidad única para estudiar esta incógnita, dice Rob Ferl, biólogo de la Universidad de Florida y coinvestigador principal del experimento.  

«Somos los científicos que conseguimos abrir la puerta a este universo biológico que nunca se ha observado antes», dice Ferl.

El futuro de los vuelos suborbitales

Aunque Virgin Galactic y Blue Origin lleven a clientes y consigan contratos de investigación, Forczyk, analista del sector espacial, advierte que aún no sabemos qué tamaño acabará teniendo el mercado suborbital.

En teoría, los precios de los billetes bajarán a medida que los vuelos se vuelvan más comunes. Pero por ahora, este sector incipiente se dirige principalmente a los más ricos, sus invitados e investigadores financiados. Según Forczyk, a medida que la tecnología avance, sabremos si las empresas multimillonarias de vuelos espaciales pueden cumplir su promesa de ·democratizar el espacio· o si los viajes suborbitales seguirán siendo un lujo extremo.

El futuro de los viajes privados a la frontera del espacio también dependerá de la seguridad de los vehículos. Conforme a la actual legislación estadounidense, las autoridades federales tienen una capacidad limitada para regular la seguridad de los pasajeros en los vuelos espaciales comerciales hasta 2023. «No creo que nadie se engañe y piense que esto va a ser un entorno libre de riesgos», dice Forczyk. «Creo que debemos prever y esperar que se produzcan accidentes mortales».

Pero aunque los incidentes frenen el desarrollo, es probable que el acceso de los consumidores al espacio suborbital y más allá siga expandiéndose. «Yo lo vería más bien como el fin del principio», dice Levasseur, del Instituto Smithsoniano. «Los vuelos espaciales nunca van a ser rutinarios; esto no es un proceso rutinario... [Pero] estamos entrando en una nueva fase de regularidad».

Para Binnie, ver a el SpaceShipTwo surcar los cielos le recuerda el legado del prototipo de avión cohete que pilotó hasta una altitud récord de 112 000 metros.

«Estoy agradecido de poder decir que el SpaceShipOne no va a ser un vehículo único colgado en un museo», dice. «La realidad es que va a ser un catalizador para algo mejor, más grande y más brillante».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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