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Amanda Mustard
Los elefantes se relajan en «The Chang», parte del Maesa Elephant Camp, en Chiang Mai, que su dueña, Anchalee Kalmapijit, ha convertido en un oasis para elefantes. Inspirada por el trabajo de Chailert en el Elephant Nature Park, Kalmapijit aprovechó la pandemia para reconvertir y reconstruir su campamento. Ya no ofrece paseos ni espectáculos con elefantes, sino que se está remodelando el lugar para que los elefantes tengan espacio para vagar en libertad. Kalmapijit dice que espera que la transición de su campamento sirva de modelo para que otros en Tailandia también cambien a modelos más éticos.
Chayanin «Charlie» Patchimtassanakal es un mahout del pueblo karen que vive en una aldea tribal cerca de Chiang Mai, Tailandia, con sus dos elefantes. Trabaja en Mae Wang, un campamento tradicional de elefantes, y en Chai Lai Orchid, un retiro turístico ecológico. Patchimtassanakal dice que se siente agradecido por poder seguir trabajando en una época en la que tantos mahouts están en el paro.
Gluay Hom disfruta de una tarta de frutas de cumpleaños en el Elephant Nature Park. En 2019, National Geographic documentó a un Gluay Hom herido y demacrado encadenado tras un estadio en un campamento a las afueras de Bangkok. Después de que se publicara el reportaje y de que una petición para su rescate obtuviera más de 75 000 firmas, el Elephant Nature Park consiguió su liberación. Ahora está sano y salvo, y vive en un recinto amplio del refugio.
Un trabajador del Elephant Nature Park crea una «tarta» de frutas personalizada para un elefante en honor al cumpleaños de un seguidor. A cambio de un donativo, el refugio diseña la tarta y envía al benefactor un vídeo de un elefante disfrutándola. Es una de las muchas formas creativas de recaudar dinero que los refugios y los campamentos han desarrollado este el último año para compensar la falta de turismo.
Lek Saengduean Chailert, fundadora y directora del Elephant Nature Park, junto a dos elefantes rescatados en su refugio. Tiene muchos seguidores, sobre todo en redes sociales, por lo que durante la pandemia su equipo y ella han recaudado fondos para proporcionar alimentos y recursos a decenas de campamentos en toda Tailandia.
Un elefante joven tira de su corta cadena en Chok Chai. Pasa la mayor parte del tiempo en esta superficie de hormigón, algo habitual en muchos campamentos tradicionales de Tailandia. Los campamentos como Chok Chai suelen contratar a un mahout por elefante, pero debido a la pérdida de ingresos del turismo, el campamento tuvo que despedir a la mayoría de sus mahouts. Ahora solo 15 mahouts, la mayoría sin experiencia, cuidan de sus 56 elefantes.
En el campamento de elefantes de Chok Chai, se exhiben cuadros de elefantes. Antes de la pandemia, Chok Chai era un centro tradicional donde los elefantes daban paseos a turistas y actuaban en espectáculos, haciendo trucos circenses como pintar. En Chok Chai alberga 56 elefantes, que se quedaron en el campamento después de que se viera obligado a cerrar durante la pandemia. Dos ONG, Trunk's Up y Save Elephant Foundation, han iniciado una recaudación de fondos para el campamento, que ha tenido dificultades para costear la comida de los elefantes. A cambio, los propietarios de Chok Chai han accedido a que sus elefantes dejen de actuar y dar paseos, y adopten un estilo de vida más natural, así como a cumplir estrictas normas de bienestar animal.
Un estadio de espectáculos de elefantes vacío en Ban Ta Klang, un pueblecito de Surin conocido como «el pueblo de los elefantes». Este es un centro de la industria de elefantes cautivos de Tailandia. Muchos residentes participan en la cría y adiestramiento de elefantes que luego se envían a campamentos turísticos de todo el país. Cuando cerraron los campamentos debido a la pandemia, decenas de elefantes regresaron a Ban Ta Klang.
La familia del mahout Visanchon Yongram tiene cuatro elefantes que, hasta la pandemia, trabajaban en el sector turístico. Cuando cerraron los campamentos de elefantes, la familia trasladó a tres de ellos a su casa, en Surin. Ahora viven en un tramo de terreno tras la vivienda familiar. El cuarto elefante, una cría, sigue en el campamento de Ayutthaya, cerca de Bangkok.
Tong Pornpitcha Kaewtrakulpong, dueña de Elephants’ Home and Nature, reza cada día con monjes budistas. Suele pedir donativos a sus seguidores en Facebook para alimentar a los elefantes. Ha vendido la mayoría de sus bienes más valiosos para comprarles comida.