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Página del fotógrafo
Francesco Lastrucci
Silvana Marsalisi (izquierda) y Marialicia Pollara (derecha), residentes de Corleone, charlan al atardecer con vistas a la ciudad. Pollara y su marido Carmelo dirigen la Bicicletta Rossa, un bed and breakfast que aloja a los viajeros de la Magna Vía Francigena.
Las señales a lo largo de la Magna Vía Francigena muestran caminos alternativos de invierno desde Corleone a Prizzi.
Un camino de piedra atraviesa Prizzi, una ciudad que se remonta a la Edad de Bronce y que posteriormente fue habitada por cartagineses, griegos, romanos y árabes.
El barrio de Rabato de Sutera fue fundado por los árabes en el año 860 d.C. y es conocido por sus casas de yeso con tejados de tejas sicilianas, calles estrechas y escaleras empinadas.
La primera estampa que reciben los viajeros en la Magna Vía Francigena es en la Cattedrale di Palermo, que presenta diseños arquitectónicos de las épocas normanda y árabe de la ciudad.
Un renovado camino de peregrinos a través de Sicilia (Italia) tiene su punto culminante en Agrigento, donde los visitantes acuden al Valle de los Templos, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El complejo arqueológico incluye las ruinas de siete antiguos templos griegos, incluido el Templo de la Concordia (en la imagen).
La vida vuelve a la Piazza della Signoria, llena de estatuas icónicas de Miguel Ángel, Bandinelli y Cellini. Se permite salir temporalmente a pie o en bicicleta.
El fin de semana pasado, los ciclistas y los peatones cruzaban el Ponte Vecchio de Florencia. «Todos mantenían más o menos el distanciamiento social, todos llevaban mascarilla, pero las interacciones que la gente había echado de menos durante tanto tiempo habían vuelto», cuenta el fotógrafo Francesco Lastrucci.
El fin de semana pasado, los italianos salieron de un confinamiento estricto de dos meses para disfrutar del cálido tiempo primaveral en la Piazza Santa Croce, en el centro histórico de Florencia.