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Página del fotógrafo
Juan Arredondo
Un bebé de dos meses se aferra a un árbol en su recinto. Las crías de perezoso de tres dedos están muy solicitadas como mascotas en Colombia y como accesorios para selfies en toda América Latina y Estados Unidos. En AIUNAU, los afortunados que consiguen prosperar son liberados al cabo de un año. "Cuando la gente habla de rehabilitación", dice Plese, "piensa que sólo hay que alimentar a los animales. Yo me paso días y noches observándolos. Me han enseñado muchas cosas. Los llamo niños del bosque".
Los perezosos de dos dedos rescatados comen rodajas de manzana en la Fundación AIUNAU. Fundada en 1996, la organización ofrece a los perezosos rescatados del comercio de mascotas un entorno tranquilo que imita su hábitat natural, con ramas de árboles, comida colgada y un contacto humano mínimo. En los últimos 25 años, Plese ha rehabilitado y liberado a más de 300 perezosos en su hábitat natural. Una cantidad equivalente a tres veces más no ha logrado sobrevivir.
Una cría de perezoso de dos dedos se asoma a una cesta en la Fundación AIUNAU. Las cestas, dice Plese, proporcionan un refugio acogedor, imitando el cálido abrazo de los brazos de su madre. Los perezosos de dos dedos no son tan explotados como los de tres dedos porque pueden ser más agresivos con los humanos. "Si hay algo de lo que estoy realmente orgulloso", dice Plese, "es que nunca me ha mordido un perezoso de dos dedos".
Villada observa cómo un perezoso de dos dedos de cuatro meses mira la comida. Cada año, el centro recibe docenas de perezosos de las autoridades regionales de vida silvestre o de miembros del público. Los cazadores furtivos, dice Plese, a veces cortan las uñas de los perezosos de forma tan drástica que les cortan los dedos. Algunos les quitan los dientes a los perezosos de dos dedos más agresivos. Otros están desnutridos. "A veces vienen aquí a morir en paz", dice Plese.
Paula Villada lleva más de 10 años trabajando en la Fundación AIUNAU de Medellín, donde ella y la fundadora Tinka Plese cuidan de los perezosos rescatados. Hablando con franqueza sobre los horrores que ha presenciado en una década de cuidado de perezosos maltratados, Villeda dice: "Tengo fe, pero ya no tengo fe en la humanidad".
El control del tráfico de fauna salvaje en el exuberante paisaje de Córdoba es complicado. Gran parte del territorio boscoso, donde abundan los perezosos, está bajo el dominio del Clan del Golfo, el mayor cártel de la droga de Colombia. Los cazadores furtivos suelen llegar a acuerdos con miembros del clan que les permiten operar en el territorio dominado por el cártel.
Un cartel desgastado por el tiempo en una carretera a las afueras de Montería, en la provincia de Córdoba, educa a los conductores sobre la necesidad de proteger la fauna salvaje, incluidos los perezosos, los monos y las tortugas. Córdoba ha sido durante mucho tiempo el centro del comercio ilegal de perezosos en Colombia.
El traficante de perezosos Isaac Bedoya mira fijamente la pantalla del ordenador de Amaury Javier Tovar Ortega, investigador de la Fiscalía General de la Nación en Sincelejo. Bedoya pasó casi tres décadas traficando con perezosos -alrededor de 10.000, calcula Tovar- cerca de su ciudad natal, Colomboy. En 2013, tras una investigación de meses, Tovar lo detuvo. Condenado dos años después a arresto domiciliario, Bedoya no tardó en volver a vender perezosos.
Morales utiliza la linterna de su teléfono para comprobar cómo está el joven perezoso, capturado el día anterior a petición de un comprador. De diciembre a febrero suelen ser los meses de mayor actividad, cuando él y sus amigos pueden vender al menos 30 perezosos. "Tengo muchas ganas de parar", dice Morales, que mantiene a su madre y a sus nueve hermanos. "Siento que no tengo otra opción".
Yilber Morales, de 20 años, coloca una cría de perezoso capturada en una caja en su casa de Altos de Polonia. Morales forma parte de una tercera generación de residentes que se ganan la vida cazando furtivamente y vendiendo animales salvajes en la carretera cercana al pueblo, una arteria muy transitada por los veraneantes colombianos que se dirigen a la costa atlántica.