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Página del fotógrafo
Karine Aigner
Según una encuesta de Protección Animal Mundial, los turistas están dispuestos a pagar más por experiencias en las que los animales no sufran. Actividades como el turismo fotográfico suelen permitir a los viajeros ver animales salvajes sin ser molestados en su hábitat natural, mientras que las interacciones con animales (como acariciar cachorros y montar elefantes) enmascaran el daño que causan.
Antes de la pandemia de coronavirus, la gente acudía a intercambiar, vender u observar aves en lugares como éste en La Habana (Cuba), donde los espectadores se reunían para ver cómo un pájaro cantor tomaba semillas de la lengua de un manipulador. La demanda provocada por estas competiciones puso en peligro a las aves silvestres por parte de los coleccionistas ilegales.
Una jaula con un camachuelo cubano cuelga a lo largo de una carretera, para que el ave se acostumbre al bullicio de la vida callejera y así sea menos probable que se distraiga durante un concurso de canto. "Las imágenes lo hacen real", dice Karine Aigner de sus fotografías de pájaros cantores cautivos en Cuba, ganadoras del premio Photojournalist Story. Con este encargo, Aigner dice que quería hacer reflexionar a la gente sobre el modo en que explotamos a los animales salvajes para nuestros deseos. "Cuando se ven estas fotos, y se ve cómo es realmente, la pequeñez de las jaulas, se tiene un sentido más fuerte de la realidad de estos animales", dice.
Una bola zumbante de abejas de cactus (o Diadasia) gira sobre la arena caliente. Al cabo de unos minutos, la pareja que se encuentra en el centro de la bola (un macho que se aferra a la única hembra del grupo) se aleja para aparearse.
Después de que los jueces midan la temperatura corporal y el peso de los coyotes, les cortan una uña de la pata trasera para asegurarse de que nadie se salga con la suya al inscribir al mismo animal dos veces. Los participantes reciben 80 dólares (76 euros) por cada coyote inscrito.
Los coleccionistas de huesos en Internet pagan unos cuantos dólares por un cráneo de coyote. Clark dice que le gusta desollar coyotes porque "se aprovecha algo que se habría desperdiciado".
Dan Clark, profesor de secundaria jubilado, recoge los cadáveres de coyotes no deseados de la caza de coyotes del condado de Sullivan y los lleva a casa para desollarlos. Clark, que lleva mucho tiempo atrapando pieles, las vende por hasta 25 dólares cada una.
Este coyote, fotografiado por una cámara a distancia, padece sarna, una enfermedad de la piel causada por ácaros. Muchos cazadores sostienen que mantener el número de coyotes bajo control ayuda a detener la propagación de la sarna, pero los científicos dicen que la enfermedad probablemente no está determinada por el tamaño de la población.
Los premios del concurso incluyen armas, munición, dispositivos electrónicos de llamada para atraer a los animales depredadores, un sombrero de piel de coyote y alcohol. Este año, cada uno de los casi 400 concursantes pagó 35 dólares (33 euros) para participar en el concurso y recibió un boleto de cinco dólares (4,75 euros) para la rifa de un premio, que se anunció el domingo en el banquete de premios.
Cuando los concursantes llevan sus coyotes al cuartel general de caza (el parque de bomberos de Sulphur Springs), los animales son colgados y pesados en una báscula digital. Las reglas estipulan que su temperatura corporal debe registrar entre 20 y 37,7 grados para validar que han sido recién matados.