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Página del fotógrafo
Manabu Sekine
Los cosmos, protegidos de los animales por una valla, rebosan de color. La primavera del mismo año, se levantó la orden de evacuación para toda la aldea, salvo para el área de Nagadoro.
Antes, las bolsas llenas de residuos contaminados estaban esparcidas por la aldea de Iitate y en el 2019 el gobierno puso en marcha un proyecto en la zona de Nagadoro. Consistía en clasificar la tierra del proceso de descontaminación y utilizar la que tuviera una concentración baja de materiales radiactivos para la agricultura.
Liebres y otros animales visitan con regularidad este granero podrido, documentado por una cámara trampa.
En Iitate, los inviernos pueden ser muy fríos y a veces los macacos japoneses se meten en las casas abandonadas para entrar en calor.
Los jabalíes son muy comunes en la zona de exclusión y sus poblaciones están creciendo. Como dañan los cultivos en zonas cercanas a las que ha vuelto la gente, el gobierno local fomenta la caza. Con todo, no puede comerse su carne, ya que acumula Cesio-137, que es radiactivo.
Pese a la ausencia de los residentes, los rododendros siguen floreciendo cada primavera en la zona de Nagadoro.
Las pantallas que funcionan con energía solar rastrean los niveles de radiación en la región que rodea la central de Fukushima Daiichi. A pesar de las medidas de descontaminación, en algunas zonas los niveles aún son demasiado altos para que las personas regresen.
Una nueva generación de animales se ha adentrado en zonas abandonadas después de que el desastre nuclear del 2011 obligara a más de 160 000 personas a evacuar la región. Ese es el caso de este joven zorro.