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Página del fotógrafo
Solmaz Daryani
Una mujer camina por los verdes campos de trigo y patatas de la provincia central de Bamiyán, en Afganistán. Labra la tierra con su marido, dispersando las semillas.
A unos 725 kilómetros al este de Herat, en la provincia nororiental de Panjshir, las comunidades locales también están a merced de los elementos. Aquí, las aguas turquesas del río Panjshir serpentean por un valle exuberante ubicado entre montañas imponentes. En 2018, reventó una presa glacial que inundó las tierras de cultivo y mató a al menos 10 personas.
Abdol Zaher, de 55 años, posa para una fotografía. Es un líder religioso de la provincia central afgana de Bamiyán. Parte de su papel consiste en negociar las disputas del pueblo. Según él, las más habituales son por las tierras.
Una mujer camina por campos de trigo y patatas en la provincia central de Bamiyán, Afganistán. Trabaja la tierra con su marido, esparciendo semillas.
Beigom recoge verduras en un campo frente a los barrancos de arenisca donde solían estar los budas de Bamiyán antes de que los talibanes los destrozaran en 2001. El año pasado, Beigom y sus hijos perdieron su cosecha debido a la sequía.
Rahmatullah está en el umbral de su casa de barro de una sola habitación en un asentamiento improvisado para desplazados en la capital afgana, Kabul. Las crecidas repentinas arrasaron sus campos de patatas, trigo y amapolas en su aldea de Helmand, controlada por los talibanes. Al final, se marchó para intentar llevar una vida mejor en Kabul. «A los talibanes no les costó mucho controlar nuestra aldea durante las inundaciones».
Las niñas afganas esperan a que empiecen las clases en un colegio para niñas de la provincia de Bamiyán. Las familias sacaron a una quinta parte de las alumnas —cientos de niñas— durante la sequía, según el director Abdul Qayoon Afshar.
Las tiendas y los refugios improvisados salpican el extenso campamento de Shahrak-e-Sabz para desplazados internos. El campamento se encuentra a las afueras de Herat, la tercera ciudad más grande de Afganistán. Aquí, muchas familias sobreviven con una sola comida al día.
Los agricultores cosechan fanegas doradas de trigo a las afueras de Herat. La sequía extrema de Afganistán de 2018 ya ha terminado, por ahora. Pero se prevé que el aumento de las temperaturas y la disminución de los recursos en el país agrave la situación de los casi 13,5 millones de afganos que sufren una inseguridad alimentaria grave.
Dos hermanos intentan en vano salvar sus campos de patatas y trigo llenos de lodo. Las crecidas en la provincia de Bamiyán se los llevaron por delante.