Te mostramos los antiguos túneles de agua bajo el desierto de Irán

La longitud combinada de los miles de túneles es casi la misma distancia entre la Tierra y la Luna.

Por Rachel Brown
Publicado 9 nov 2017, 4:17 CET
El antiguo sistema de aguas bajo el desierto de Irán, todavía en uso

Desde el aire, se puede observar una serie de agujeros que recubren la seca superficie del desierto de Irán. Pero a 30 metros bajo estos misteriosos huecos, unos estrechos túneles transportan agua desde un acuífero distante hasta las granjas y las aldeas que no podrían existir sin ella.

Estos acueductos subterráneos, llamados qanats, son maravillas de la ingeniería de 3.000 años de antigüedad, y muchos de ellos todavía se utilizan en Irán. Al principio de la Edad del Hierro, los topógrafos —tras encontrar una fuente elevada de agua, normalmente en la cabecera de un antiguo valle fluvial o incluso en un lago dentro de una cueva— perforaban largos e inclinados túneles que circulaban desde la fuente del agua hasta el lugar donde se necesitaba.

Estos ordenados agujeros, todavía visibles en la superficie, son pozos de aire abiertos para extraer el polvo y proporcionar oxígeno a los trabajadores que excavaban los qanats con sus propias manos, y que a veces tenían una distancia de hasta 64 kilómetros. Los túneles finalmente se abrían en la superficie y formaban vívidos oasis.

La construcción de los qanats fue una tarea laboriosa debido a la necesidad de que los túneles tuvieran una gran precisión. El ángulo de pendiente del túnel tenía que ser lo suficientemente empinado para permitir el flujo de agua sin que se quedase estancada. Pero si la inclinación era demasiada, el agua fluiría con una fuerza suficiente para acelerar la erosión y hacer que el túnel se derrumbase.

Aunque fue un trabajo difícil —después de completar su construcción, los qanats requieren un mantenimiento anual— los túneles de irrigación permitieron el florecimiento de la agricultura en el árido desierto. La tecnología se expandió a través de la Ruta de la Seda y la conquista musulmana, y los qanats pueden encontrarse en lugares como Marruecos o España.

Para Komeil Soheili, director de documentales iraní que produjo el vídeo de esta noticia, los qanats son una parte integrante del paisaje de su provincia natal, Jorasán.

«La diversidad de paisajes y culturas [en Irán] es algo que el mundo no llega a entender», afirma Soheili. «Una de las civilizaciones más antiguas del mundo procede de esta increíble creación, [el qanat]».

Gholamreza Nabipour, de 102 años, es uno de los últimos mirab, o encargados del mantenimiento de los qanats, y probablemente el más anciano. Reconocido por el gobierno iraní como un tesoro nacional vivo, Nabipour intenta compartir su arte con las generaciones más jóvenes —incluyendo uno de sus hijos, que usa los qanats para irrigar su granja de pistachos—, pero teme por el futuro de esta frágil tradición.

En las décadas de 1960 y 1970, la subdivisión de los grandes estados que dependían de los qanats provocó una confusión administrativa y muchos qanats terminaron en mal estado por la falta de mantenimiento comunal tradicional. Soheili explica que, a medida que arraiga la agricultura moderna, «la gente ya no depende de los qanats como antes. No es posible alimentar a tu familia y ganar dinero trabajando en los qanats», que se han convertido más en un «pasatiempo» que en una forma de vida.

En 2016, la UNESCO concedió a los qanats persas la condición de lugar de patrimonio mundial.

«Estos qanats han sido una fuente de vida para mí y todos mis ancestros», afirma Nabipour en el vídeo. «Es mi deber conservarlos hasta el último segundo de mi vida».

 

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