Descubiertos en la Antártida los restos de un bosque fosilizado de 260 millones de años

Los árboles antiguos soportaban meses alternos de oscuridad y luz solar pura antes de desaparecer en la mayor extinción en masa de la historia.

Por Elaina Zachos
Publicado 16 nov 2017, 16:18 CET
Bosque fósil de 260 millones de años descubierto en la Antártida.
Fotografía de Scitech via Twitter (@scitecho)

En medio del verano de la Antártida y abrigados con parkas para resistir a las temperaturas bajo cero, los feroces vientos y la luz cegadora las 24 horas del día, Erik Gulbranson, John Isbell y un equipo internacional de investigadores buscaban fragmentos fósiles. Entre noviembre de 2016 y enero de 2017, escalaron laderas nevadas en el promontorio McIntyre, a gran altura sobre campos de hielo y glaciares, escudriñando las rocas grises sedimentaria de las montañas Transantárticas en busca de pruebas. Al final de la expedición, habían descubierto 13 fragmentos fósiles de árboles que se remontaban más de 260 millones de años atrás, en la época en la que tuvo lugar la mayor extinción masiva del mundo.

El descubrimiento de estos fósiles apunta al pasado verde y boscoso del continente más frío y seco.

Una historia verde

«El continente en su conjunto era mucho más cálido y húmedo de lo que es en la actualidad», afirma Gulbranson, profesor de la Universidad de Wisconsin - Milwaukee. El paisaje habría tenido un denso bosque con una red de plantas resistentes de escasa diversidad que podrían soportar las condiciones polares extremas, como el bosque boreal en la actual Siberia.

«Curiosamente, estos lugares forestados habrían estado muy cerca de su latitud actual», añade.

Los fósiles conservaban la biología y la composición química de los árboles antiguos, lo que ayudará a los investigadores a estudiar estos ecosistemas de altas latitudes para averiguar cómo sobrevivieron algunas plantas a la extinción y por qué otras no lo consiguieron. Es más, los hongos y microorganismos fósiles han quedado conservados dentro de la madera.

Los especímenes se parecen a los bosques petrificados del parque nacional de Yellowstone, que quedaron fosilizados cuando los materiales volcánicos sepultaron a los árboles vivos.

«De hecho, son unas de las plantas fósiles mejor conservadas del mundo», afirma Gulbranson. «Los hongos de la propia madera probablemente se mineralizaron y se convirtieron en piedra en cuestión de semanas, en algunos casos probablemente mientras el árbol seguía con vida. Estas cosas ocurrieron con una rapidez  increíble. Podrías haberlo presenciado personalmente si hubieras estado allí».

Los investigadores descubrieron que las plantas prehistóricas pasaban rápidamente de una estación a otra, quizá en el transcurso de un mes. Mientras que las plantas modernas tardan meses en realizar esta transición y conservan el agua de forma diferente dependiendo del momento del día, los árboles antiguos podían fluctuar con rapidez entre los oscuros inviernos y los veranos de luz sola perpetua.

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    «De algún modo, estas plantas fueron capaces de sobrevivir no solo a cuatro o cinco meses de oscuridad total, sino también a cuatro o cinco meses de luz continua», afirma Gulbranson. «No entendemos del todo cómo podían soportar estas condiciones, solo sabemos que lo hacían».

    Extinción en masa

    El periodo Pérmico, que comenzó hace unos 299 millones de años y terminó hace unos 251 millones de años, se caracteriza por la aparición del supercontinente Gondwana. Las condiciones ambientales extremas se extendían sobre la gigantesca masa terrestre, que incluía partes de lo que en la actualidad son la Antártida, Sudamérica, África, India, Australia y la península Arábiga. Los casquetes polares ocupaban la mayor parte del sur y lo sometían a veranos de sol incesante e inviernos de oscuridad total, mientras que el norte sufría un intenso calor y fluctuaciones estacionales.

    Las criaturas prehistóricas aprendieron a adaptarse al clima turbulento hasta la extinción del Pérmico, cuya causa más probable, según Gulbranson, fue el vulcanismo de la actual Siberia. La extinción provocó la desaparición de más del 90 por ciento de las especies marinas y del 70 por ciento de los animales terrestres, allanando el camino para los dinosaurios.

    El equipo planea seguir con su investigación en la Antártida y regresará al continente en las próximas semanas. John Isbell y otros investigadores ya están en camino, y Gulbranson se unirá a ellos en el entorno polar el 23 de noviembre.

    «Es sin duda un lugar crudo y desafiante en el que estar como ser humano», afirma Gulbranson.

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