Divorciadas a los 15 años: la vida de las niñas novias sirias

Para las familias de refugiados sirios en Turquía, el matrimonio precoz se considera un camino hacia la seguridad, aunque el resultado no siempre es el esperado.

Por Alexa Keefe
fotografías de Özge Sebzeci
Publicado 19 ene 2018, 11:46 CET
Niñas novias sirias
K. de 15 años, se ha divorciado hace poco de su marido de 20 años. Huyó a Turquía con 12 años, se comprometió a los 13 y se casó a los 14. Ella dice que es feliz tras haberse divorciado, ya que la pareja no se llevaba bien, pero no tiene esperanzas de seguir con su educación. Dejó la escuela cuando estaba en cuarto curso, cuando estalló la guerra en Siria.
Fotografía de Özge Sebzeci
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Cuando estalló la guerra en Siria, hasta las familias contrarias al matrimonio precoz consideraron que debían casar a sus hijas adolescentes para protegerlas. Ahora, como refugiados, se enfrentan al mismo dilema. En países vecinos como Turquía, las niñas se convierten en madres solteras en medio de una epidemia de matrimonio infantil ampliamente ignorada.

La ciudad industrial de Kayseri, en la región de Anatolia de Turquía, alberga a unos 60.000 refugiados sirios. La fotógrafa Özge Sebzeci pasó una temporada documentando una historia que, según ella, es muy poco conocida en su Turquía natal: la persistencia del matrimonio y el divorcio entre las niñas refugiadas sirias.

El vestido de una novia de 14 años colgado tras su boda con un chico de 18 años. Sebzeci asistió a la boda, pero no se le permitió sacar fotos. «Los ojos [de la novia] estaban llenos de emoción», recuerda Sebzeci. «Sin duda estaba asustada y sorprendida, e intentaba entender por qué se centraba en ella toda la atención. A veces también sonreía. Fue un momento intenso».
Fotografía de Özge Sebzeci

Niñas de 13 años se casan en ceremonias no oficiales. A veces, estos matrimonios no duran, lo que hace que las niñas estén divorciadas a los 15 años con niños a los que criar, enfrentándose a obstáculos ante su educación y ante las oportunidades que les allanarían el camino al éxito en un nuevo país. «El divorcio es fácil porque todo lo que tiene que hacer el marido es decir tres veces: "Me divorcio de ti"», explica Sebzeci, hablando de una ley suní conocida como «triple talaq». «Las niñas se quedan sin los derechos que tendrían en otra situación, como la herencia o la pensión alimenticia».

H. de 15 años (a la derecha) y su hermana de 13 años en su casa de Kayseri. Son de Alepo y vivieron en un campo de refugiados en la frontera con Siria durante cuatro años.
Fotografía de Özge Sebzeci
El hijo pequeño de Z., de 16 años, y de su marido de 21 años duerme en su primer día en casa tras volver del hospital. Debido a complicaciones por parto prematuro, el recién nacido tuvo que quedarse en el hospital durante más de un mes. Z. se casó con 14 años.
Fotografía de Özge Sebzeci

Con la ayuda de un miembro con contactos de la comunidad refugiada siria, Sebzeci entrevistó a niñas y madres para entender la raíz del problema. Algunas de estas madres, aunque no la mayoría, habían sido novias adolescentes. Según el Fondo Población de las Naciones Unidas, el matrimonio infantil era mucho menos habitual entre los sirios antes de que estallara la guerra. Algunas estimaciones actuales muestran tasas de matrimonio infantil cuatro veces más altas entre refugiados sirios hoy en día que entre los sirios antes de la crisis.

I., de 20 años, y A., de 17, con su bebé de 5 días en su casa de Kayseri. La pareja se comprometió en Siria. Cinco días después, I. pisó una mina y perdió su pierna. Ahora trabaja como jornalero en tiendas de teléfonos móviles o con zapateros. Están felices de que A. haya dado a luz sin complicaciones.
Fotografía de Özge Sebzeci

Los motivos por los que las familias consienten el matrimonio precoz van desde razones prácticas —casar a sus hijas alivia la carga financiera— a un deseo de proteger su honor frente a los hombres ajenos a la comunidad, por miedo a que se aprovechen de ellas.

En un caso, una joven novia que había perdido a su padre en la guerra contó a Sebzeci: «Si mi padre estuviera vivo, nunca me habría dado permiso», pero su madre sucumbió a la presión de los pretendientes.

La edad legal para casarse en Turquía es 18 años, o 17 con consentimiento de los padres. En circunstancias excepcionales, uno puede casarse a los 16 años, siempre y cuando un juez lo apruebe. Los matrimonios religiosos en edades más jóvenes todavía existen a diferentes niveles en el país como un «secreto a voces», según Sebzeci. Estos reductos de aceptación también podrían explicar la reticencia a la hora de intervenir en las comunidades de refugiados, que perciben la práctica como parte de su tradición.

H. enseña a Sebzeci su anillo de compromiso y su vestido antes de su fiesta de compromiso. «H. me pidió un osito de peluche cuando le pregunté qué quería como regalo de compromiso», afirma Sebzeci. El pretendiente de H. era un amigo de su hermano.
Fotografía de Özge Sebzeci

 «[Las familias sirias] invitan a las bodas a vecinos turcos que dicen, "Esta novia es muy joven", pero no hacen nada», explica Sebzeci. «Una de las novias fue al hospital a dar a luz a los 15 años y la policía la llevó a una vivienda protegida, pero no hablaba turco. La policía la hizo firmar [un documento] que decía que no viviría con su marido hasta los 18, pero no hay forma de supervisar que se cumpla. Va a comisaría cada semana para declarar que no está viviendo con él, aunque sí lo está».

Aunque las chicas hablaban con libertad dentro de la seguridad de sus casas, Sebzeci pasó más tiempo escuchándolas que fotografiándolas. Algunas no dejaban que las fotografiase sin sus abayas, que llegan hasta el suelo, y no se le permitió sacar fotografías en las bodas. En su lugar, ha optado por un enfoque metafórico, mostrando a las niñas tras las cortinas que literalmente impiden que las vieran.

M., de 17 años, pasea a su hija en un cochecito frente a su casa de Kayseri. M. se casó a los 14 años y se quedó embarazada poco después. Su marino la dejó 20 días después de dar a luz a su hija. Según ella, él la maltrataba y le alivia que se haya marchado, pero tiene dificultades a la hora de cuidar de su hija ella sola. Hace poco que ha empezado a trabajar como ayudante en una farmacia y sostiene a su familia con el equivalente a 21 euros por semana.
Fotografía de Özge Sebzeci

La clave para empoderar a estas familias y a sus hijas para elegir de forma diferente es la educación a nivel local, incluyendo aprender turco. «Debemos pensar en cómo podemos ayudarlas a adaptarse a la sociedad», afirma Sebzeci.

La mujer que presentó a Sebzeci a la comunidad de refugiados se considera una activista, según Sebzeci, y cuenta estas historias para poner fin a la práctica. Cuando escuchó que una compañera de clase de su hija de 12 años estaba siendo presionada por una familia interesada en casarla, ella intervino. «No», les advirtió. «Se lo contaré a la periodista».

Puedes ver más fotografías de Sebzeci en su página web y seguirla en Instagram.

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