Conoce al hombre que tiene las llaves del Vaticano

Cada mañana, Gianni Crea abre las puertas de la historia.

Por Gulnaz Khan
fotografías de Alberto Bernasconi
Publicado 6 jul 2018, 13:21 CEST
Gianni Crea
«El privilegio real es poder caminar por aquí y aprender algo nuevo cada día», afirma Gianni Crea, el principal guardián de las llaves de los Museos Vaticanos. «Caminas a través de la historia y lees lecciones que todos los papas han conservado hasta la fecha».
Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani

Gianni Crea está íntimamente familiarizado con la historia. Casi cada mañana durante los últimos seis años, ha abierto las puertas de los Museos Vaticanos. Ha experimentado la calma de la Capilla Sixtina al amanecer, estudiado las sombras de Caravaggio y admirado las texturas del antiguo Egipto.

«Sí, soy el guardián de las llaves, el principal guardián de las llaves, pero sigo siendo un portero que abre un museo», afirma Crea, católico devoto. «Pero abro las puertas de la historia del arte y la historia de la cristiandad, y es la historia más grande y hermosa que existe en el mundo».

Crea lleva 20 años trabajando en el Vaticano y seis años trabajando como clavigiero jefe. «Desde el momento en que sostengo estas llaves, desgastadas por el paso del tiempo, me hago responsable de algo más que yo mismo», afirma.

Sus mañanas comienzan a las 5:30 de la mañana en un búnker protegido que contiene 2.797 llaves. Él y su equipo de 10 clavigeri —cinco para el turno de mañana y cinco para el de tarde— abren y cierran 300 puertas cada día, movilizando consigo a unos 700 empleados. Atraviesan una ruta de 7,4 kilómetros a través de los museos, que reciben hasta 28.000 visitantes al día.

«Sé que el olor que me esperará cuando abra la primera puerta es el olor de la historia, el olor que han inhalado muchos hombres antes que nosotros. Son los mismos terrenos que han recorrido, amado y llorado», afirma.

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    «Cada mañana, cuando entro en la Capilla Sixtina, experimento una serie de emociones», explica Crea.
    Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani
    «Tengo las llaves, en sentido figurado, de la historia de la Cristiandad, tanto la historia cristiana como la historia del arte», cuenta Crea. «Los Museos Vaticanos, incluyendo las Estancias de Rafael y la Capilla Sixtina, son unas de las obras de arte más hermosas del mundo».
    Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani

    Programados para el arte

    Los Museos Vaticanos albergan, protegen y restauran decenas de miles de obras de arte de valor incalculable que abarcan épocas antiguas y modernas, pero quizá ninguna sea más emblemática que la sede del cónclave papal. Crea todavía recuerda cómo se vio superado por la emoción la primera vez que acompañó al antiguo guardián de las llaves para abrir la Capilla Sixtina en 1999.

    «Están maravillosamente envueltas en sus detalles: los movimientos, las torsiones, la musculatura», afirma Crea. «Hay algo ahí dentro, algo especial, algo mágico».

    Llamativos en su totalidad, los frescos de Miguel Ángel cubren los 1.114 metros cuadrados de la capilla. Las escenas del Génesis y más de 300 figuras revelan las complejidades de la forma humana. Crea ha visto a personas de todas las fes quedarse conmovidas por su belleza.

    De hecho, algunos científicos proponen que estamos programados para experimentar una respuesta emocional ante el arte, un principio que los filósofos han tratado de entender durante siglos.

    «Las pinturas conmueven el alma del observador cuando las personas representadas muestran claramente el movimiento de su propia alma», escribió el artista florentino Leon Battista Alberti en 1435, casi un siglo antes de que se completase la Capilla Sixtina. «Sollozamos con los sollozos, reímos con la risa, sufrimos con el sufrimiento».

    Hoy, los neurocientíficos estudian los fundamentos biológicos de esta respuesta en sus laboratorios, un campo relativamente reciente conocido como neuroestética.

    Según investigaciones limitadas de imágenes neurológicas, cuando vemos imágenes de cuerpos o percibimos los movimientos requeridos para dar las pinceladas, nuestros propios sistemas motores se activan. Esto se conoce como sistema de neuronas espejo, que está implicado en la comunicación social, la empatía y la imitación. Otros estudios han determinado que las regiones del cerebro implicadas en el procesamiento de las emociones se activan cuando miramos obras de arte, lo que sugiere una relación innata entre los juicios estéticos y las emociones.

    Los turistas hacen cola frente a la Basílica de San Pedro. «Los museos son arte, cultura e historia», cuenta Crea. «Toda persona que pueda, en mi opinión, debería regalarse este momento».
    Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani
    Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani

    El lenguaje universal

    Mucho antes de la llegada de las técnicas de neuroimagen, Leo Tolstói propuso que el arte «es un lazo de unión entre los hombres, conectándolos con los mismos sentimientos», un medio que suele sentirse antes de entenderse conscientemente. Como Tolstói, Crea cree en el poder del arte —una expresión de nuestra condición humana compartida— para unir a las personas.

    «Todos podemos encontrar algo hermoso, algo conmovedor», explica. «En mi opinión, la gente debería visitar los Museos Vaticanos porque proporcionan una forma de entender el arte y la historia, independientemente de tu fe». Crea sugiere que los Jardines Vaticanos son un modelo de tolerancia, donde florecen y prosperan plantas de todo el mundo en un solo lugar.

    El papa Francisco compartió un sentimiento similar en su publicación de 2015 de La mia ideia di Arte, que destaca el papel que desempeña el arte en la evangelización. «Los Museos Vaticanos deben convertirse en un lugar de belleza y acogimiento. Deben acoger nuevas formas de arte», escribió. «Deben abrir sus puertas a personas de todo el mundo, como instrumento de diálogo entre culturas y religiones, una herramienta para la paz». Según el papa Francisco, el arte debería ser accesible a todos independientemente de su educación o sus ingresos.

    Massimo Bernacchi restaura el Hermes del Belvedere, que data de la época de Adriano. El papa Pablo III compró la estatua para el Patio de las Estatuas.
    Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani
    La Oficina del Conservador de los Museos Vaticanos supervisa y mantiene de forma regular las obras de arte para evitar daños y deterioro.
    Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani
    La Oficina del Conservador de los Museos Vaticanos supervisa y mantiene de forma regular las obras de arte para evitar daños y deterioro.
    Fotografía de Alberto Bernasconi, Musei Vaticani

    Con ese mismo espíritu, este verano el Vaticano ha empezado a recibir pequeños grupos que acompañan a Crea en su rutina matutina, normalmente solitaria. «He visto a la gente emocionarse al entrar en la Capilla Sixtina, quedándose boquiabierta cuando se encienden las luces de la sala de los mapas», afirma Crea. «Quiero compartir con los demás las mismas emociones que experimento. Mi deseo es compartir las emociones que he experimentado durante 20 años con la gente que visita el Vaticano».

    Para él, en última instancia, el arte nos une mediante nuestra cultura, historia y humanidad compartidas. «Soy un simple custodio, pero para mí lo hermoso es poder conservar y cuidar de las llaves de la historia».

    Alberto Bernasconi es un fotógrafo de Milán. Síguelo en @alberto_bernasconi.

    Esta entrevista se hizo en italiano con la ayuda de un intérprete.

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