Conoce a las mujeres que luchan por la igualdad en los Altos Andes

Las cholitas voladoras de Bolivia han fusionado la lucha libre moderna con la historia de activismo de su comunidad.

Por Laurence Butet-Roch
fotografías de Luisa Dörr
Publicado 31 ago 2018, 13:35 CEST
Noelia
Noelia, luchadora de 19 años, posa para una fotografía con su traje tradicional de cholita.
Fotografía de Luisa Dörr

 «La gente necesita héroes, luchadores, campeones de los suyos a los que puedan admirar», reflexiona la fotógrafa brasileña Luisa Dörr, que pasó diez días en El Alto, Bolivia, con un singular grupo de luchadoras conocidas como las cholitas voladoras. Las cholitas, reconocibles por su atuendo colorido y elegante de faldas voluminosas, chales bordados y precarios bombines, aparecieron al comienzo del presente siglo como expresión del renacimiento indígena que está echando raíces en las Américas.

Dörr, que las compara con superheroínas de Hollywood capaces de volar, conoció a las luchadoras mientras su marido trabajaba con el arquitecto local Freddy Mamani. Recuerda asistir a las peleas de los domingos en el centro multiusos de la comunidad: «Ha pasado mucho tiempo desde que dejaron de gustarme las peleas de hombres. Son igual que siempre, pero las cholitas son las que salvan el espectáculo. La audiencia más joven se identifica con las heroínas buenas, mientras que la audiencia mayor prefiere a las más duras», cuenta.

Las cholitas entrenan dos veces a la semana y ven vídeos de lucha mexicana en YouTube para mejorar sus técnicas y trucos. «La lucha, más que nada, es una actualización constante de maniobras. Es como ir en bici; si aprendes, no lo olvidas nunca. Pero si quieres hacer trucos, necesitas practicar. Es lo mismo con la lucha. Un apredizaje eterno», explica Claudina, cuyo padre, hermano y hermana también luchan.

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    Claudina, una cholita voladora, procede de una familia de luchadores. «Mi padre era luchador. Mi hermano es luchador. Mi hermana es luchadora. Yo soy luchadora», afirma.
    Fotografía de Luisa Dörr

    Cuanto más mejoran, más pueden reafirmar su presencia en un ámbito dominado por hombres. En ocasiones, ambos sexos se enfrentan entre sí. «Cuando una mujer lucha al cien por cien, los hombres quieren luchar al mil por cien. No aceptan que les superemos. Entre nuestros compañeros también hay algunos anticholitas», cuenta Mary Llanos Saenz, conocida en el cuadrilátero como Juanita La Cariñosa, que lleva casi 20 años luchando. «Al principio, no se nos permitía entrar en el vestuario de hombres. Nos cambiábamos en las gradas y esperábamos fuera. Por eso creamos la Asociación de Cholitas Luchadoras. Ahí no participan los hombres».

    Mónica, amiga y trabajadora social de la comunidad, fue quien introdujo a Dörr en el mundillo. «A las cholitas no les importan los periodistas ni las revistas sofisticadas», afirma Dörr. «A muchas no les interesa perder el tiempo con una fotógrafa en un artículo que jamás van a leer». Su actitud hacia los medios se debe en parte al hecho de que las cholitas tienen preocupaciones mucho más urgentes que hacerse famosas. Durante siglos, también han luchado fuera del ring para proteger el bienestar de su comunidad.

    Ángela, como muchas cholitas voladoras, es madre soltera. Otras tienen parejas que también luchan.
    Fotografía de Luisa Dörr

    La mayoría de cholitas luchadoras son aimara, una nación indígena que reside en las altas llanuras de Sudamérica. El grupo ha sufrido explotación y opresión étnica desde la colonización española de la región. Antes se referían a ellos de forma peyorativa como «cholos» o «cholas» y se les obligaba a realizar tareas domésticas para los aristócratas y adoptar costumbres europeas, se les impedía entrar en restaurantes, transporte público y determinados barrios ricos; y se les negaba el derecho al voto, a la propiedad y a aprender a leer.

    Esta resistente comunidad se organizó y lideró varios movimientos a lo largo de décadas, siendo el más reciente de ellos la expulsión del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada —que actualmente se enfrenta a cargos por ejecuciones extrajudiciales— y la elección de un político aimara, Evo Morales, para el cargo más alto del país. En el proceso, han reclamado su nombre y vestimenta, antaño peyorativos, y los han convertido en símbolos de orgullo.

    «Cuando El Alto se enfada con el estado porque ha desatendido sus escuelas, centros de salud o mercados, o por la ausencia de seguridad en los barrios, son las mujeres quienes salen a manifestarse», explica Dörr. «Y ahí yace la esencia, la razón de que a la gente le guste ver y admirar a las cholitas luchadoras, porque es la dramatización de las mujeres cholas aimara de El Alto».

    Cuando muchos miembros de la comunidad indígena de Bolivia fueron obligados a trabajar como sirvientes para los ocupantes españoles, les obligaron a llevar una vestimenta especial. Algunas de estas prendas, entre ellas las voluminosas faldas y los bombines, son ahora símbolos de orgullo para las cholitas.
    Fotografía de Luisa Dörr

    Luisa Dörr es una fotógrafa brasileña que vive en Bahía, Brasil. Puedes ver más fotografías en su página web y en Instagram.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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