¿Cómo murieron las víctimas del Vesubio? Esto es lo que sabemos

Los residuos de huesos que datan del 79 d.C. sugieren que la erupción hirvió vivas a las víctimas. Sin embargo, algunos expertos no están del todo convencidos de que las muertes se produjeran solo por el calor.

Por Robin George Andrews
Publicado 17 oct 2018, 13:47 CEST
El último día de Pompeya
Pintado a mediados del siglo XIX, «El último día de Pompeya» supone la idea de un artista de la erupción del Vesubio en el 79 d.C.
Fotografía de Painting Karl Brullov, The Artchives, Alamy Stock Photo

La infame erupción del Vesubio en el 79 d.C. arrasó el paisaje circundante y a los residentes de las metrópolis romanas erigidas a la sombra del volcán. Cuando las cenizas provocaron derrumbamientos de edificios en Pompeya, las violentas corrientes piroclásticas cayeron ladera abajo y asfixiaron la ciudad, la cercana localidad portuaria de Herculano y varios lugares más.

Los académicos no debaten la furia volcánica que se desató aquel día hace casi 2.000 años. Sin embargo, todavía existe una polémica considerable respecto a cómo murió la mayoría de las víctimas.

Un equipo de especialistas italianos ha revisado recientemente algunas de las muertes más terribles de Herculano, en las que aparentemente los cráneos de la gente explotaron. La hipótesis tradicional de los investigadores ha sido que el calor extremo fue el principal asesino, provocando que los fluidos de los cerebros de las víctimas y sus tejidos blandos hirvieran rápidamente. Dicha idea está respaldada por pruebas presentadas en un estudio de PLOS ONE publicado en septiembre.

Pero la teoría también tiene opositores. Elżbieta Jaskulska, osteoarqueóloga de la Universidad de Varsovia que no participó en la investigación, argumenta que la afirmación del estudio «no contradice todo lo que sé sobre los daños por calor al cuerpo humano y a los restos óseos».

La muerte en un antiguo paraíso

Los flujos piroclásticos son mezclas de ceniza, masas de lava y gases nocivos impulsados por la gravedad. Pueden alcanzar temperaturas de hasta 700 grados centígrados y velocidades de hasta 80 kilómetros por hora. Las oleadas piroclásticas son casi lo mismo, pero proporcionalmente contienen más gas.

Tanto flujos como oledadas emergieron del Vesubio durante esa erupción mortal y ambos podrían haber matado a la gente de diversas formas terribles. Los desechos voladores pueden golpear y matar a la gente e inhalar demasiada ceniza o respirar gas volcánico puede provocar asfixia. Las temperaturas extremadamente altas pueden freír a una persona hasta la muerte en un abrir y cerrar de ojos.

Pier Paolo Petrone, paleobiólogo del Hospital Universitario Federico II en Nápoles, ha pasado décadas investigando a las víctimas del cataclismo del 79 d.C. Varios artículos científicos en los que colaboró, como un estudio de 2001 en Nature y otro en PLOS ONE en 2010, aportaron pruebas que sugieren que la ceniza y los gases no fueron las causas de muerte principales en la región, como habían concluido otros estudios. Petrone argumentaba que fue el calor el que mató a la mayoría, lo que les habría garantizado un final rápido e indoloro.

Los efectos del calor en los cuerpos de la gente fueron diferentes entre los habitantes de Herculano y los de Pompeya. Pompeya, a 9,6 kilómetros de distancia del volcán, se vio afectada inicialmente por los restos que se precipitaron desde este, que hicieron que las casas se derrumbasen y asfixiaron a sus ocupantes. A continuación, la ciudad se vio afectada por una oleada piroclástica muy gaseosa, responsable del mayor número de víctimas.

Los arqueólogos han descubierto que los cuerpos de las víctimas permanecieron bastante intactos. Basándose en los daños de los huesos y en cómo se fundieron varios metales, Petrone y sus colegas deducen que muchas de las personas fallecieron de forma repentina por el shock térmico extremo tras experimentar una oleada piroclástica de unos 300 grados Celsius.

En Herculano y en la cercana ciudad de Oplontis tuvo lugar algo más perturbador. Estos dos asentamientos se encontraban unos tres kilómetros más cerca de la fisura del Vesubio y los investigadores han descubierto víctimas en estos lugares cuyo ADN estaba completamente degradado, con fracturas óseas inducidas por el calor y cráneos que aparentemente habían explotado. El equipo de Petrone dedujo que estas víctimas se vieron afectadas por oleadas piroclásticas más calientes de entre 500 y 600 grados Celsius, lo que provocó que sus fluidos corporales hirvieran de forma repentina, incluidos los contenidos en sus cerebros.

Calor extremo

El nuevo estudio de PLOS ONE, dirigido por Petrone, aporta más pruebas a esta terrible hipótesis. Los investigadores describen un residuo oscuro y rojizo descubierto en los huesos de varias víctimas de Herculano. Los análisis químicos revelaron que era abundante en hierros y óxidos de hierro, probablemente procedentes de la sangre y de los fluidos corporales de las víctimas.

Estos compuestos abundantes en hierro podrían haberse formado cuando la hemoglobina presente en los glóbulos rojos de las víctimas se descompuso. Petrone sugiere que el calor extremo podría haber sido el causante de esto, lo que también habría quebrado huesos y, según dice, «pulverizado por completo los tejidos blandos de los cadáveres de las víctimas en apenas 10 minutos provocando la explosión de los cráneos».

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    Estos esqueletos de un niño y un adulto joven se desenterraron del depósito de cenizas de Herculano.
    Fotografía de Pierpaolo Petrone

    Además, muchas de las víctimas de Pompeya fueron halladas en poses contorsionadas, lo que indicaba que sus músculos se habían contraído muy rápidamente al quedar expuestos a altas temperaturas. Los habitantes de Herculano parecían mostrar contracción muscular en algunas extremidades, pero no en otras. Según el nuevo estudio, esto respalda la idea de que el calor extremo pudo haber destruido determinados músculos más rápido de lo que pudieron contraerse.

    Jaskulska afirma que algunas pruebas forenses independientes apoyan la idea de que la destrucción de glóbulos rojos puede provocar este tipo de manchas en los huesos. Sin embargo, como revelan sus comentarios sobre el estudio original, no está del todo convencida de que sea un caso cerrado.

    Según Jaskulska, la destrucción de glóbulos rojos puede producirse sin la pulverización de la piel, los músculos o la grasa, y no está del todo claro si se produjo pulverización de tejidos blandos en Herculano.

    Los hornos de los crematorios funerarios modernos aportan una sombría ventana a la aniquilación de cuerpos humanos, con temperaturas de hasta mil grados Celsius. Este calor es comparable al que podrían haber experimentado las víctimas de Herculano.

    «En estas condiciones, los tejidos blandos no se pulverizan», afirma Jaskulska. «Sencillamente, se queman».

    La carrera por la supervivencia

    Jaskulska también plantea otros problemas del nuevo estudio, como que sugiere que las extremidades inferiores desaparecieron más rápido que las superiores. Esto le parece raro, teniendo en cuenta que hay muchos más tejidos blandos que pulverizar en las piernas que en los brazos. Jaskulska también esperaba que, si estos tejidos desaparecían por el calor repentino, el daño óseo hubiera sido mucho más intenso de lo que parece.

    Respecto a los cráneos, ni siquiera está segura de que puedan explotar. Las incineraciones demuestran que los cráneos parecen fracturarse por el calor, pero no explotan de forma violenta ni expulsan fragmentos al aire. Jaskulska sugiere que es perfectamente plausible que los cráneos fragmentados de Herculano fueran aplastados.

    «Cualquier arqueólogo te dirá que hasta los cráneos intactos se vienen abajo ante el peso de sedimentos pesados», afirma.

    Jaskulska no afirma que los daños por calor no llegaran a producirse o que no pudieran haber sido letales. Solo dice que no existen pruebas sólidas de que fueran los principales causantes de las muertes en Herculano. Aunque se hubiera producido la descomposición de la hemoglobina por calor, las oleadas piroclásticas podrían haber provocado los daños cuando la gente ya había muerto de asfixia o por otras causas.

    Los ejemplos modernos podrían arrojar algo de luz en este debate. Janine Krippner, vulcanóloga en la Universidad Concord de Athens, Virginia Occidental, señala que las oleadas y los flujos piroclásticos todavía ocurren en la actualidad, y no siempre garantizan una muerte rápida e indolora. El resultado depende de lo rápidas, calientes y abundantes en gases y cenizas que sean las corrientes, entre otros aspectos. Si están lo bastante diluidas, quizá puedas sobrevivir a los graves traumatismos relacionados con el calor.

    Con todo, para evitar acabar como las víctimas del Vesubio, Krippner recomienda algo sencillo: «Si ves una nube gris que se desplaza hacia ti, corre».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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