Estos dientes de neandertal revelan detalles íntimos de su vida cotidiana

Un nuevo estudio desvela algunos detalles sorprendentes de nuestros parientes lejanos, desde el consumo de leche materna hasta enfermedades invernales.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 2 nov 2018, 12:46 CET
Dientes de neandertal
Estos dientes de neandertal, similares a los dientes analizados en el nuevo estudio, podrían contener secretos sobre la vida y los hábitos de su dueño.
Fotografía de Ira Block

Muchas personas leen libros, pero Tanya Smith lee dientes.

Cada capa contiene detalles de la vida: desde la dieta a las enfermedades. Y Smith, antropóloga biológica de la Universidad Griffith en Australia, ha pasado más de una década y media escrutando su composición química y su estructura física. Pero en esta historia ha faltado desde hace tiempo un detalle en concreto: las condiciones medioambientales en las que tuvieron lugar los cambios.

«Los investigadores de los orígenes humanos han especulado durante mucho tiempo que el cambio climático y los periodos de inestabilidad climática podrían haber sido los impulsores fundamentales de los pasos evolutivos durante el viaje humano», afirma Smith. Pero los marcadores empleados para desentrañar el clima del pasado —como los testigos de hielo y los registros de polen— no aportan información sobre periodos lo bastante acotados como para que podamos observar sus efectos en la vida de un solo individuo. Pero ahora esto está cambiando.

Un nuevo estudio, publicado esta semana en la revista Science Advances, aporta una imagen sin precedentes de la vida de dos jóvenes neandertales que vivieron hace unos 250.000 años en el actual suroeste de Francia. La composición química de sus dientes revela los numerosos retos a los que se enfrentaban al vivir en su entorno. Los antiguos homínidos sufrieron estrés invernal y periodos de exposición al plomo, probablemente vinculados a cambios estacionales en la disponibilidad de los recursos.

Es más, los investigadores emplearon isótopos de oxígeno y determinaron que un joven neandertal había nacido en primavera. Tras ser lactante durante dos años y medio, el homínido fue destetado en otoño.

«Este estudio es una de las investigaciones más interesantes que he leído en mucho tiempo», afirma por email Kristin Krueger, paleoantropóloga de la Universidad de Loyola especializada en dientes antiguos. «La verdad es que me quedé boquiabierta de asombro más de una vez».

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Un diario dental

Los dientes crecen siguiendo un patrón constante, de forma similar a los anillos de un árbol. «Estas capas se añaden una tras otra», explica Smith, autora principal del nuevo estudio y que también ha publicado un libro titulado The Tales Teeth Tell. Sin embargo, a diferencia de los anillos anuales de los árboles, los dientes forman capas mucho más finas y permiten a los científicos estudiar cada día del crecimiento de un niño en sus primeros años de vida.

Para este estudio, Smith y un equipo internacional de investigadores examinaron dos dientes de dos niños neandertales diferentes. También compararon los resultados con un humano moderno del mismo lugar que vivió allí decenas de miles de años después que los neandertales, hace unos 5.000 años.

Cortando una fina capa de cada diente, los investigadores accedieron a la información que había permanecido oculta en las numerosas capas. Emplearon un potente método de amplificación para contar las capas añadidas a diario y obtener estimaciones de una precisión increíble de la edad de los niños en el momento en que se formó cada capa.

Ambos molares tardaron casi tres años en alcanzar la madurez. Smith cuenta que un molar neandertal captó el periodo desde justo antes de que naciera el individuo hasta casi los tres años. Pero el desgaste limitado en el molar sugiere que su dueño no llegó a la edad adulta.

El otro era un segundo molar, que empieza a crecer en etapas posteriores del desarrollo de un niño. Es probable que este diente empezase a formarse cuando el neandertal tenía unos tres años y siguió desarrollándose hasta los seis, aproximadamente. A partir de ese punto, el diente ya no desarrolla nuevas capas, sino que acumula patrones reveladores de uso y desgaste.

Dietas estacionales

A continuación, los investigadores llevaron el análisis más allá, trazando los cambios en concentraciones elementales, así como la proporción de isótopos de oxígeno que contenían los dientes. Este último es un indicador de climas antiguos que los científicos pudieron leer, en este caso, a escala semanal. La comida y el agua también contienen isótopos de oxígeno, de forma que, a medida que los antiguos homínidos comían y bebían, codificaban registros de temperatura en los dientes.

Estos registros mostraron que el neandertal que engendró al dueño del diente más joven dio a luz en primavera, como hacen muchos mamíferos. Pero en pleno invierno, los dientes de ambos niños neandertales mostraban perturbaciones estructurales sutiles, que indican estrés. «Existen una serie de factores diferentes que pueden alterar el crecimiento de los dientes», señala Smith, pero el hecho de que coincidan con el invierno sugiere que es probable que el frío trajera cambios como fiebre, deficiencia vitamínica y enfermedades.

Estos no eran los únicos peligros del tiempo frío. Varias regiones de los dientes formadas durante el invierno y principios de la primavera coincidieron con periodos de exposición al plomo. «Lo que hicieran para exponerse al plomo es una pregunta abierta muy interesante», afirma Smith. Explica que los depósitos de plomo natural se encuentran dentro de un área razonable respecto a los neandertales, así que quizá el frío les obligara a viajar a cuevas cercanas y consumir comida o agua contaminadas. También señala que podría haber sido el resultado de la inhalación de humo de una fogata alimentada con materiales contaminados por plomo.

La marca de la leche

Los científicos también trazaron los cambios en el elemento bario, aportando información sobre los hábitos de lactancia de los neandertales. La leche materna posee una cantidad sorprendentemente alta de este elemento, que es similar al calcio y puede incorporarse a los huesos y dientes en desarrollo de los niños.

Aunque uno de los dientes neandertales estudiados no se formó hasta después de que el niño fuera destetado, otro diente poseía marcas distintivas de la lactancia durante los primeros dos años y medio de vida del pequeño.

Ya se había medido anteriormente otro ejemplo de lactancia neandertal. En 2013, Smith y sus colaboradores documentaron un neandertal hallado en la actual Bélgica cuyo diente indicaba que había mamado durante solo 1,2 años. Pero su dependencia de la leche llegó a su fin de forma abrupta, lo que sugiere que el niño fue separado de su madre o cayó enfermo de forma repentina.

Por esto, es difícil saber si los recientes resultados se pueden aplicar a otros individuos. Pero dos años y medio es una edad similar a la edad media de destete de las poblaciones humanas no industrializadas, lo que sugiere que quizá los neandertales habrían hecho lo mismo.

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«La identificación de la edad de destete resulta fascinante», afirma por email Debbie Guatelli-Steinberg, antropóloga biológica de la Universidad del Estado de Ohio. Señala que dos años y medio es un periodo de lactancia mucho más corto que el de los chimpancés, por ejemplo. Estos primates, junto con los bonobos, son nuestros parientes vivos más cercanos y dan de mamar a sus crías durante un máximo de cinco años. Sugiere que los neandertales podrían haberse parecido más a los humanos modernos a la hora de destetar a su descendencia.

Smith espera aplicar su investigación a otros neandertales, periodos de tiempo y entornos, así como a niños humanos primitivos. Explica que la información acerca de cómo ha cambiado con el tiempo la edad de destete es escasa. Algunos científicos tienen la teoría de que el desarrollo de alimentos blandos y productos lácteos a partir de leche animal podría haber ayudado a las madres a destetar a sus hijos antes. «Pero nadie ha sido capaz de poner esto a prueba de forma tan precisa y este método nos ayudaría a hacerlo», afirma Smith.

Parientes complejos

Según Krueger, este estudio se suma a la imagen cada vez más compleja de los neandertales, aportando a los investigadores una oportunidad asombrosa de analizar las vidas cotidianas de nuestros parientes lejanos. También ayuda a desmentir la idea de que los neandertales eran meros «brutos estúpidos y ruidosos», explica. «Un ejemplo: ¿cómo reaccionarías si alguien te llamase neandertal? No es un cumplido, ¿no?».

«Pero estos homínidos eran complejos y complicados; cocinaban su comida, explotaban una gran variedad de plantas y animales e incluso usaban plantas para fines medicinales», cuenta Krueger. «Participaban en el ornamento personal y el arte rupestre y enterraban a sus muertos».

El estudio cuenta la historia de sus vidas con más detalle, mostrando los efectos del invierno y aportando información sobre cómo las madres cuidaban de sus hijos. Como dice Krueger: «la línea divisoria entre “ellos” y “nosotros” se vuelve [más] borrosa cada día».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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