Los humanos podrían haber habitado el «techo del mundo» hace 40.000 años

Los miles de artefactos de pizarra hallados en la meseta tibetana muestran la resistencia de los primeros humanos tras salir de África.

Por Michael Greshko
Publicado 30 nov 2018, 12:59 CET
Nwya Devu
Un equipo excava el yacimiento de Nwya Devu en la meseta tibetana.
Fotografía de Junyi Ge

La meseta tibetana es uno de los entornos más hostiles del planeta: comprende casi 2,5 millones de kilómetros cuadrados de tierra elevada a 4.000 metros y envuelta en aire enrarecido y frío en el que es difícil respirar. Ahora, un equipo de investigadores chinos ha descubierto algo impresionante en el «techo del mundo»: las señales más antiguas de actividad humana en este duro paisaje.

Los investigadores, dirigidos por Xiaoling Zhang, arqueólogo del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de China, han descubierto más de 3.600 objetos de piedra en la parte central de la meseta tibetana denominada Nwya Devu. En el yacimiento abunda la pizarra negra, que no es la materia prima ideal para elaborar herramientas de piedra, pero es la única disponible en kilómetros a la redonda. Quienesquiera que fueran los artesanos, aprovecharon lo que tenían, elaborando con habilidad láminas de piedra afiladas de hasta 20 centímetros de largo.

La mayoría de las herramientas estaban sepultadas en tierra que había visto la luz solar por última vez hace 30.000 o 40.000 años, convirtiendo los hallazgos en Nwya Devu en unas de las pruebas más antiguas y mejor datadas de actividad humana en la meseta tibetana. A 4.500 metros sobre el nivel del mar, Nwya Devu es también el yacimiento arqueológico de más de 10.000 años a más altitud del mundo.

Reconstruyendo la cara de un nuevo antepasado: el Homo Naledi

El descubrimiento, publicado en Science el jueves, muestra la resistencia de los humanos modernos a medida que salían de África y se extendían por el mundo. El hallazgo también podría arrojar luz sobre cómo el ADN de los denisovanos —una misteriosa especie de Homo que vivió en Siberia— podría haber ayudado a sobrevivir a los tibetanos modernos.

«En realidad, se trata del primer argumento sólido de la presencia de poblaciones humanas en la alta meseta», afirma Jeff Brantingham, arqueólogo de la Universidad de California, Los Ángeles, que estudia la población de la meseta tibetana pero no participó en este estudio.

La luz solar establece la fecha

Los arqueólogos ya sabían que los humanos cazadores-recolectores vivían en los márgenes de la meseta tibetana hace unos 15.000 años. Muchos expertos sostenían que nadie vivió de forma permanente en la región central de la meseta tibetana hasta hace 6.000 o 7.000 años, cuando los tibetanos ya dominaban el pastoreo de yaks y ovejas y el cultivo de cebada. Sin embargo, todo ese tiempo, algunos investigadores esperaban encontrar pruebas más antiguas.

«Mi nombre figura en publicaciones que concluyen [una población tardía de la meseta] y me lo creía, pero nunca me gustó la idea», afirma el coautor del estudio John Olsen, arqueólogo de la Universidad de Arizona.

El problema principal es que las pruebas contundentes anteriores a 15.000 años eran escasas. Algunos yacimientos contenían herramientas de piedra intrigantes, pero se encontraron repartidas por la superficie. Para datar de forma fiable las herramientas antiguas, los investigadores debían encontrar algo que estuviera enterrado y que hubiera permanecido inalterado desde la época en que vivieron sus artesanos.

Y aquí aparece Nwya Devu. En 2013, el equipo de Zhang empezó a trabajar en el yacimiento, excavando un total de 20 zanjas de prueba. Finalmente, los investigadores descubrieron una capa de tierra que contenía herramientas de piedra.

Para datarlas, el equipo de Zhang se basó en el hecho de que algunos cristales dentro de los sedimentos actuaban como cronómetros, ya que llevaban la cuenta de la dosis de radiación natural que habían absorbido. La luz solar reinicia este cronómetro, de forma que, tras medir la cantidad de radiación que los sedimentos habían absorbido a oscuras, el equipo de Zhang concluyó que el suelo —y las herramientas dentro de este— estuvo expuesto a la luz solar hace 30.000 o 40.000 años.

Olsen especula que los fabricantes de las herramientas emplearon Nwya Devu como taller estacional y lugar de acampada. Los grupos de cazadores-recolectores podrían haber acampado en este emplazamiento durante varias semanas y quizá habrían sincronizado sus visitas con el paso de las bandadas de aves migratorias, que todavía se detienen hoy en día para recuperarse en los lagos a pocos kilómetros del yacimiento.

¿Quién fabricó estas herramientas?

Todavía no se han hallado restos de ADN humano en Nwya Devu, lo que deja incógnitas sobre la identidad de los antiguos artesanos.

«Los autores emplearon mucho la palabra “tibetanos” y hablan como si las personas que estudian fueran tibetanos, pero no lo son», afirma Mark Aldenfender explorador de National Geographic y arqueólogo de la Universidad de California, Merced. «No sabemos quiénes eran estas personas».

Dicho esto, el hallazgo podría ayudar a aportar información a la interpretación de la historia genética de los tibetanos modernos. Comparando el ADN de pueblos diferentes, los genetistas pueden viajar en el tiempo y hacerse una ligera idea de lo genéticamente distintas que eran las poblaciones cuando se mezclaron. Empleando este enfoque, dos estudios recientes concluyeron que la mayor parte de la ascendencia tibetana moderna se remonta a una población que se apartó de la etnia china han hace unos 9.000 años.

Sin embargo, el ADN también revela una historia más larga y enmarañada. Ambos estudios muestran señales de diferenciación entre tibetanos y chinos han que se remontan a hace 40.000 o 50.000 años, lo que quizá indique una primera ola migratoria que llegó a la meseta tibetana. Como Nwya Devu data de la época de estos desplazamientos demográficos inferidos genéticamente, el yacimiento ayuda a cartografiar dónde podrían haberse entremezclado estos pueblos y las rutas que tomaron para llegar a la meseta.

Las herramientas del yacimiento no se parecen a las halladas en el este de China, pero son casi idénticas a las herramientas descubiertas en Mongolia y Xinjiang —un territorio autónomo en el noroeste de China— y también se han encontrado herramientas similares en el oeste de la meseta tibetana, según Aldenderfer.

“Se trata del primer argumento sólido de la presencia de poblaciones humanas en la alta meseta.”

por Jeff Brantingham, Universidad de California, Los Ángeles

Uno de los estudios genéticos también aporta una pista intrigante sobre cómo logró sobrevivir la gente a tanta altitud. El estudio determinó que hace 30.000 o 60.000 años, un grupo de personas que habitaba la región tenía una gran cantidad de ADN de neandertales y denisovanos, unas de nuestras especies parientes ahora extintas. Más adelante, este grupo pasaría su linaje a los tibetanos modernos, transmitiendo ADN denisovano.

En particular, los tibetanos modernos poseen una variante denisovana del gen EPAS1 mucho más a menudo de lo que se esperaría por casualidad. Se cree que esta variante ayuda a los tibetanos a sobrevivir a gran altitud, al ayudar a su sangre a absorber más oxígeno.

Las excavaciones futuras en Nwya Devu o en otras partes de la meseta ayudarían a aclarar esta cuestión, sobre todo si los investigadores hallan restos humanos o logran extraer del suelo fragmentos del ADN de los fabricantes.

«Ni los biólogos ni los arqueólogos serán capaces de contar esta historia sin ayudarse mutuamente», afirma Olsen.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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