Los huesos de rata podrían cambiar la historia del «Hobbit» humano

Los restos de roedores aportan nuevas pistas sobre el destino del diminuto pariente humano Homo floresiensis en la isla indonesia de Flores.

Por Paige Madison
Publicado 13 mar 2019, 15:46 CET
Liang Bua
Los arqueólogos excavan en Liang Bua, una cueva de piedra caliza en la isla indonesia de Flores donde se descubrieron fósiles del misterioso Homo floresiensis.
Courtesy Liang Bua Team

La cueva de piedra caliza de Liang Bua, en la isla indonesia de Flores, se conoce como la «cueva Hobbit», el lugar donde se descubrió al Homo floresiensis, un pariente humano extinto sorprendentemente diminuto y enormemente polémico. Pero los científicos que excavan la cueva le han dado un nombre diferente: la cueva de las ratas.

«La primera vez que fui a las excavaciones de Liang Bua, recuerdo haber visto huesos sobresaliendo del suelo y sorprenderme porque casi todos eran de ratas», recuerda Matthew Tocheri, director de investigación de orígenes humanos en la Universidad Lakehead, Canadá.

Los orígenes de la humanidad 101
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Tocheri y un equipo internacional de científicos han examinado los huesos de rata y han hallado pruebas de que se produjeron grandes cambios en las poblaciones pasadas, entre ellos uno hace 60.000 años, cuando los restos del hobbit empezaron a desaparecer de la cueva.

«Hace 60.000 años es el momento exacto en el que empezó a menguar la presencia de los hobbits, antes de desaparecer del todo del lugar», explica Wahyu Saptomo, director de conservación y arqueometría en el Centro Nacional de Investigación Arqueológica de Indonesia.

Esto significa que el descubrimiento, descrito en Journal of Human Evolution, no solo pinta una imagen desconocida de la paleoecología en torno a Liang Bua, sino que también podría resultar útil para responder a algunas de las grandes incógnitas sobre el destino de los hobbits.

Las medidas de las ratas

Cuando el H. floresiensis irrumpió en el panorama de la paleoantropología en 2003, su cerebro pequeño y sus extraños rasgos primitivos suscitaron debates sobre dónde encajaba dentro del árbol familiar humano. Mientras los científicos buscaban pistas para resolver el misterio, empezó a conocerse el ecosistema del hobbit gracias a las excavaciones, que revelaron un elenco de personajes prehistóricos casi tan raros como el propio hobbit, desde cigüeñas gigantes hasta parientes de los elefantes del tamaño de vacas y dragones de Komodo primitivos.

Matthew Tocheri (izquierda) y Bonefasius Sagut miden una rata gigante moderna en Liang Bua.
Courtesy The Liang Bua Team

Con todo, las criaturas que más abundaban bajo el suelo de la cueva eran las ratas, que representaban hasta el 80 por ciento de los huesos identificables del yacimiento.

Las ratas de Flores no son roedores cualquiera. Esto es tan cierto hoy como lo era cuando vivían los H. floresiensis. Una de las especies de ratas vivas en la actualidad tiene el mismo tamaño que un perro pequeño y, aunque esta rata gigante suele granjearse la mayor parte de la atención, es solo una de las muchas especies que se han preservado en Liang Bua, cada una de ellas de tamaño, comportamiento y preferencias alimenticias diferentes.

De todas las especies del planeta, «los roedores son el grupo de mamíferos más diverso», cuenta la líder del estudio Elizabeth Veatch, estudiante de posgrado en la Universidad Emory a la que el equipo de investigación llama de forma afectiva Miss Tikus («la señora de las ratas» en indonesio). Y en yacimientos paleontológicos, estas variaciones pueden transmitir información acerca del medio ambiente y la ecología locales con el paso del tiempo.

Las ratas son muy útiles para hacerse una idea de la vida prehistórica de Liang Bua, ya que sus huesos aparecen continuamente en la secuencia de la cueva. Mientras los hobbits, los Stegodon y otras criaturas van y vienen, las ratas persisten a lo largo del periodo de casi 190.000 años preservado bajo el suelo de la cueva.

Una ilustración muestra a un H. floresiensis macho con una rata gigante al hombro.
Fotografía de Peter Schouten

«El Homo floresiensis y los humanos modernos fueron solo invitados ocasionales que entraban y salían durante estancias limitadas», señala Tocheri.

Empleando la diversidad y persistencia temporal de las ratas y con financiación parcial de la National Geographic Society, Veatch y Tocheri midieron más de 12.000 huesos de rata, los clasificaron por tamaño y analizaron la abundancia relativa de cada clase a lo largo de la secuencia estratigráfica. Ahí fue donde observaron algo asombroso: las ratas de tamaño medio que prefieren hábitats más abiertos dominaron el lugar hasta hace unos 60.000 años, cuando los huesos dieron paso a ratas más pequeñas y mejor adaptadas al bosque.

Este cambio, según la hipótesis del equipo, refleja un cambio en el medio ambiente que rodeaba la cueva con «hábitats más abiertos que dieron paso a hábitats más cerrados», explica Jatmiko, coautor del estudio e investigador del Centro Nacional de Investigación Arqueológica de Indonesia.

¿Migración de hobbits?

Según sugiere el equipo, este cambio ecológico no solo afectó a los hobbits: «El H. floresiensis no estuvo solo en esta partida, sino que las grandes especies restantes siguieron sus pasos. Hace 50.000 años, todos los restos de hobbits, Stegodon, buitres, cigüeñas y dragones de Komodo habían desaparecido de la cueva», explica Saptomo.

Las excavaciones en Liang Bua revelaron este conjunto de huesos de patas de ratas de tamaño mediano y pequeño.
Fotografía de The Liang Bua Team

Anteriormente, los científicos tenían la hipótesis de que la gran fauna de Flores se había extinguido. «Sin embargo, los indicios de las ratas sugieren que la partida del H. floresiensis de Liang Bua podría deberse sencillamente a que ellos —y los demás— se fueron en busca de entornos más abiertos», afirma Veatch.

En definitiva, según el coautor Thomas Sutikna de la Universidad de Wollongong, los hobbits y sus gigantescos vecinos animales no se habrían extinguido necesariamente en aquel momento, sino que podrían haberse mudado a partes más hospitalarias de la isla.

«Cabe la posibilidad de que algunos sobrevivieran más adelante en algún lugar de Flores», afirma.

El análisis del equipo es «elegante y minucioso», afirma Bernard Wood, director del Centro de Estudios Avanzados de Paleobiología Humana de la Universidad George Washington, que añade que evidencia la necesidad de tener en cuenta cualquier interpretación posible de un registro fósil cualquiera. «Este estudio es otro ejemplo más de la insensatez que supone equiparar el final del registro fósil de un taxón en un lugar o lugares con su extinción en una región mucho más amplia», explica.

Los huesos de la cueva de Liang Bua revelaron que los hobbits compartieron la cueva con ratas de cinco tamaños diferentes, a las que vemos aquí con huesos parciales de la mandíbula que poseen molares.
Fotografía de Elizabeth Grace Veatch

Por ejemplo, los resultados podrían implicar que la especie del hobbit persistió hasta un pasado más reciente y podría haber entrado en contacto con nuestros antiguos ancestros. Los humanos modernos (Homo sapiens) parecen haber llegado a la isla hace unos 46.000 años y una posible extensión de la presencia de los hobbits en Flores sugiere que podrían haberse encontrado con los humanos modernos en otra parte de la isla.

Para resolver estas incógnitas se necesitarán más descubrimientos, en este caso en Liang Bua y en otros lugares de Flores. Con suerte, los científicos encontrarán más cuevas y yacimientos que contengan huesos del H. floresiensis. Y con más suerte todavía, podrían descubrir también cientos de huesos de rata para desentrañar qué ocurrió exactamente en los últimos días de este pariente humano perdido.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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