Descubren un cementerio de fósiles del meteorito que asoló la Tierra en la última gran extinción

Un gran cementerio fósil provocado por un meteorito que devastó la Tierra hace 66 millones de años arroja datos únicos sobre la última gran extinción de la historia.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 4 abr 2019, 15:15 CEST
Fotografía de Robert DePalma

Hace 66 millones de años, la quinta y última extinción masiva del planeta llevó la historia de la humanidad hasta el final del Cretácico. El impacto de un meteorito de más de 10 kilómetros de diámetro provocó un temblor y un tsunami en el territorio que hoy sería Dakota del Norte.

La gigantesca ola arrasó y extinguió gran parte de la flora y la fauna de aquella época. Investigadores de la Universidad UC Berkeley han descubierto ahora un cementerio fósil con mamíferos, peces, insectos y hasta un Triceratops que quedaron enterrados en medio de aquel caos.   

Los únicos fósiles del cronohorizonte geológico K-T

Conocido como el cronohorizonte límite entre el Cretácico y el Paleógeno, el impacto al final del Período Cretácico, el llamado horizonte K-T, exterminó el 75 por ciento de la vida en la Tierra. Los expertos creen que el evento comenzó con una lluvia de cristales tan fuerte que pudo incendiar gran parte de la vegetación que cubría el planeta Tierra en aquel momento.

Una primera ola formó una pared de agua que, al llegar a la boca de un río, arrojó miles de peces a las orillas. Una segunda gran ola inundó nuevamente la costa y cubrió a las especies con metros de grava, arena y sedimento que los dejó enterrados durante 66 millones de años.

Peces fosilizados apilados uno encima de otro, sugiriendo que fueron arrojados a tierra y murieron varados en una barra de arena después de que el seiche se retiró.
Fotografía de Robert DePalma

Troncos de árboles quemados, peces, microorganismos marinos, ramas de coníferas, mamíferos, huesos de mosaurio, insectos y hasta partes de un Triceratops se apilaban en el cementerio fósil denominado Tanis, descubierto por el paleontólogo Robert DePalma.

Tanis, el cementerio de la gran extinción

"Este es el primer conjunto de organismos de muerte masivos que se han asociado con el límite K-T", afirma DePalma en un comunicado de la Universidad. "En ninguna otra sección de límites K-T en la Tierra puede encontrar una colección de este tipo que consiste en un gran número de especies que representan diferentes edades de organismos y diferentes etapas de la vida, todas las cuales murieron al mismo tiempo, el mismo día".

La península de Yucatán, en México, fue el lugar escogido por el gran asteroide para impactar sobre la Tierra. Además del tsunami, el golpe creó un enorme cráter en el fondo del océano, llamado Chicxulub, provocando el lanzamiento de rocas vaporizadas y polvo de asteroide a la atmósfera. La nube de polvo finalmente envolvió la Tierra, cubriendo el sol durante meses o incluso años, allanando aún más el terreno para la última extinción masiva de la Tierra.

"Es como un museo del fin del Cretácico en una capa de un metro y medio de espesor", declara en el comunicado Mark Richards, profesor emérito de ciencias terrestres y planetarios de la Universidad de Berkeley.

Lluvia de tektites

DePalma y el científico Jan Smit consultaron a Richards y Walter Álvarez, profesor de la Escuela de Berkeley sobre la lluvia de cristales, a raíz de un estudio de éstos que planteaba por primera vez la hipótesis de que un impacto de cometa causó la extinción masiva.

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    Tektitas, esferas de vidrio de 1 milímetro, recuperadas del lecho fósil de Tanis.
    Fotografía de Robert DePalma

    Esta lluvia de cristales o tektitas, capaces de alcanzar velocidades de más de 200 kilómetros por hora, se formaron en la atmósfera a partir de rocas fundidas por el impacto. Los investigadores determinaron al respecto que los peces no podrían haber sido atrapados y posteriormente enterrados por un tsunami típico, por lo que “los tektites debían de haber llovido dentro de los 45 minutos a una hora del impacto, incapaces de crear pozos de barro si el lecho marino no hubiera estado expuesto”.

    Por ello, argumentan que las ondas sísmicas probablemente “llegaron a de los 10 minutos del impacto de lo que habría sido el equivalente a un terremoto de magnitud 10 u 11, creando un seiche, una onda estacionaria en el mar interior”.

    "Los tsunamis del impacto de Chicxulub están ciertamente bien documentados, pero nadie sabía hasta qué punto algo así llegaría a un mar interior", dijo DePalma en el comunicado. “Cuando Mark llegó al equipo, descubrió algo notable: que las ondas sísmicas provenientes del lugar del impacto hubieran llegado casi al mismo tiempo que el tiempo de viaje atmosférico desde la eyección. Ese fue nuestro gran avance".

    Los investigadores afirman por tanto que al menos dos enormes seiches inundaron la tierra, con unos 20 minutos de diferencia, dejando un gran depósito que cubrió los fósiles y sobre la que se encuentra una capa de arcilla rica en iridio, un metal raro en la Tierra, pero común en asteroides y cometas.

     “Desde entonces, la evidencia se ha ido acumulando. Pero nunca se me ocurrió que encontraríamos un lecho de muerte como este”, concluye Álvarez.

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