Hace 1500 años, alguien se comió una serpiente venenosa entera. ¿Por qué?

¿Es este enigmático hallazgo una prueba de un ritual antiguo o solo un desafío prehistórico que salió mal?

Por Erin Blakemore
Publicado 25 abr 2019, 15:37 CEST
Colmillo
Este colmillo, probablemente de una serpiente de cascabel o de una cabeza de cobre, quedó preservado en un coprolito prehistórico.
Fotografía de Elanor Sonderman

El análisis de coprolitos —las heces preservadas de las personas— es un trabajo sucio y apestoso. Pero de vez en cuando revela cosas sorprendentes.

En el caso de un nuevo estudio publicado en el Journal of Archaeological Science, lo sorprendente fue el colmillo de una serpiente venenosa, digerido por una persona y hallado en una cueva en la actual Texas hace unos 1.500 años.

La arqueóloga Elanor Sonderman, que descubrió el colmillo durante su trabajo de posgrado en la Universidad Texas A&M, no buscaba una aguja en particular en un pajar de heces prehistóricas. Su objetivo era obtener información de los pueblos indígenas que utilizaron como letrina el refugio de Conejo, una cueva en los cañones de Lower Pecos de Texas. El refugio se convirtió en yacimiento arqueológico en los años 60 antes de que una presa inundase la zona.

Las cuevas de esta zona albergaban muchos objetos antiguos muy bien conservados, como sandalias y cestas trenzadas con fibras vegetales, pero los datos científicos más valiosos quizá resulten sorprendentes a los no arqueólogos.

«Son las heces», afirma Tim Riley, experto en coprolitos y comisario del Museo Prehistórico de la Universidad del Estado de Utah Este, que no participó en la investigación. Los coprolitos, según explica Riley, contienen una gran cantidad de información: pueden revelar mucha información sobre la salud de la persona que los depositó y los restos de alimentos en su interior son pruebas directas de lo que comían los pueblos antiguos.

El análisis de los coprolitos del refugio de Conejo reveló polen que indicaba que la persona había consumido plantas suculentas como flores de yuca. La persona también había comido lo que parecía ser un roedor pequeño sin despellejarlo ni cocinarlo, algo habitual en los pueblos de Lower Pecos de entonces.

Los investigadores también analizaron el polen hallado en el coprolito, que desveló que la persona había consumido flores de la planta de yuca.
Fotografía de Crystal Dozier

Sin embargo, el hallazgo de las escamas, los huesos y el colmillo de una serpiente venenosa son algo distinto.

«Casi todo lo demás en este coprolito era relativamente normal para esa región», afirma Sonderman. «Pero el colmillo era tan raro que sabíamos que debíamos explorar qué había pasado».

El centro hueco del colmillo ayudó al equipo a identificar a la desafortunada serpiente como miembro de la familia Viperidae, probablemente una cascabel diamantina o una serpiente cabeza de cobre, ambas especies habituales en la región. Las escamas no estaban carbonizadas, lo que sugería que la habían consumido sin cocinarla. Y la enorme cantidad de escamas sugiere que alguien se comió el animal entero.

Pero ¿por qué? Es imposible retroceder en el tiempo y preguntar al creador o creadora del coprolito, de forma que los investigadores profundizaron en la historia y la mitología de otras culturas de la zona en busca de pistas. Descubrieron que las serpientes rara vez se consumían excepto en casos de falta de otros alimentos y en esos casos solían prepararse y cocinarse sin huesos, cabezas ni colmillos. Y aunque se han hallado restos de serpientes en otros coprolitos del refugio de Conejo, ninguno parece pertenecer a una especie venenosa.

En el arte rupestre de la misma región y época aparecen motivos con forma de serpiente y las serpientes desempeñaron un papel importante como guardianas de los reinos sobrenaturales de rituales chamánicos de otras culturas de Mesoamérica y el Suroeste estadounidense. Carolyn E. Boyd, importante experta en el arte rupestre de Lower Pecos, ha sugerido que el arte podría representar visiones habituales entre quienes han consumido peyote u otras sustancias psicotrópicas.

Entonces ¿es el colmillo una prueba de un ritual chamánico? Aunque el equipo de investigación de Sonderman propone que la serpiente fue consumida «con un objetivo claramente ceremonial o ritual», no hay forma de asegurarlo. «No querría que nadie dijera: “Es una cultura que adora a las serpientes en la que la gente consume serpientes de manera ritual”», afirma Sonderman. «No es nuestro mensaje. Es solo un ejemplo».

Lo que sí sugiere el colmillo, según ella, es que no era insólito que las personas consumieran serpientes venenosas, pero dado su carácter singular, podría haberse consumido en una ocasión especial. O quizá no. Quizá solo fue un reto o una preferencia dietética muy peligrosa.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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