Las mujeres de la India demandan —y consiguen— calles más seguras

Desde que se produjo una agresión sexual atroz que sacudió al país, las mujeres han exigido más protección frente al acoso y la violencia en los espacios públicos.

Por Nilanjana Bhowmick
Publicado 18 oct 2019, 14:31 CEST
Mujer en Nueva Delhi
Una mujer camina por una calle de Nueva Delhi, cerca de donde una mujer fue violada en grupo en un autobús en 2012. Este ataque provocó protestas en todo el país. A raíz de las manifestaciones, el gobierno federal aceleró las vistas judiciales de los atacantes acusados y creó un fondo para iniciativas de seguridad.
Fotografía de Saumya Khandelwal

Este artículo forma parte del número especial de noviembre de 2019 de la revista National Geographic, «Mujeres: un siglo de cambio».

No te pierdas el documental MUJERES (Women of Impact) el domingo 27 de octubre a las 22.00 en National Geographic.

Las jóvenes se dispusieron en semicírculo, seis de ellas tirando de las largas túnicas que llevaban, jugueteando con los pañuelos. Habían escogido vaqueros en lugar de los pantalones shalwar holgados que prefiere la sociedad tradicional india, una pequeña rebelión. Pero esto era importante para las niñas que habían alcanzado la mayoría de edad en una barriada del sudeste de Delhi. Como periodista, había seguido su progreso en un programa para crear conciencia sobre la seguridad de las mujeres en la India urbana y, ahora, a principios de 2019, había traído a visitantes extranjeros para que escucharan lo que tenían que decir las participantes de Gendering the Smart Safe City.

«¿Podemos cantar nuestra canción?», preguntó una.

Claro, respondimos. Vimos cómo cambiaban de posición, con los pies separados, las caras levantadas y sin pretensión en sus sonrisas. Nos miraron fijamente. Crearon su propio ritmo de hip-hop golpeando los puños, dando palmas y chasqueando dedos y empezaron a rapear. En hindi, el rap parece aún más duro:

Decidlo en alto conmigo.

La ciudad es para ti y para mí.

La ciudad no es propiedad de nadie.

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    Las alumnas de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi llevan pancartas de activistas de género famosas durante una marcha contra un gobierno cuya actuación contra al acoso sexual consideran laxa. Las estudiantes ya no se sienten seguras en el campus cuando anochece, según contó una organizadora llamada Deepali. «Decidimos celebrar la marcha de noche para reiterar que reclamamos el espacio».
    Fotografía de Saumya Khandelwal

    ¿Me habían visto los extranjeros conteniendo las lágrimas? Tengo 42 años y una familia propia. Llevo casi 20 años recorriendo la India, normalmente sola. Las historias que me cuentan las mujeres y las historias cotidianas de mi propia vida hablan de una sociedad en la que el espacio público ha sido marcado como territorio de los hombres.

    Recuerdo que, en mi adolescencia, intentaba volverme invisible con ropa demasiado grande y esconderme de los silbidos que me soltaban por la calle. Dos décadas después, como profesional, aún me escondo bajando la cabeza en el asiento del conductor de mi coche para evitar los ojos intrusos de los hombres.

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        Desde 2010, un vagón de cada tren del metro de Delhi se reserva a las mujeres. El sistema de transporte también cuenta con una línea de ayuda para mujeres y hay mujeres guardias de seguridad en muchas estaciones. En junio, la ciudad anunció que empezaría a ofrecer viajes gratuitos a las mujeres para que el transporte fuera más accesible a todas las clases.
        Fotografía de Saumya Khandelwal
        Usha Vishwakarma enseña maniobras de autodefensa a las alumnas de Ramgarh, una parte rural del estado de Rajastán. Vishwakarma fundó la Brigada Roja ante la inacción de la policía local cuando denunció un ataque que había sufrido. Ahora, el grupo organiza marchas, campañas de concienciación y entrenamiento de autodefensa.
        Fotografía de Saumya Khandelwal
        La Brigada Roja se fundó en la ciudad de Lucknow, capital de uno de los estados más pobres de la India, Uttar Pradesh. La mayoría de los miembros son mujeres jóvenes, muchas supervivientes de agresiones sexuales. Patrullan en grupo para poner fin al acoso callejero y la violencia contra las mujeres.
        Fotografía de Saumya Khandelwal

        Para las mujeres de la India, las estadísticas de seguridad son lúgubres. La Oficina Nacional de Registros Delictivos contabilizó en 2011 un total de 228 650 delitos contra las mujeres, entre ellos asesinato, violación, secuestro y acoso sexual. Aquel año, una encuesta internacional clasificó a la India como el cuarto país más peligroso para las mujeres, solo por detrás de Afganistán, la República Democrática del Congo y Pakistán. El trato que se da a las mujeres en público ha sido frustrante durante generaciones, pero fue el caso de Jyoti Singh, también conocida como Nirbhaya, el que hizo que algo se rompiera en la India: una voluntad arraigada de aceptar los riesgos para las mujeres como parte de la vida cotidiana.

        «Nirbhaya» significa «valiente» en hindi. El mundo conoció su historia en 2012: una joven estudiante de medicina que fue violada en grupo en un autobús privado por seis hombres borrachos que la penetraron con una barra después de violarla y la tiraron del autobús. Más adelante, murió. Sus asesinos fueron detenidos, acusados y sentenciados a muerte, un desenlace poco común en un país donde solo uno de cada cuatro casos de violación acaban en condenas. (Uno de ellos, que era menor, cumplió tres años de cárcel y ahora vive con un nombre diferente.) Lo más sorprendente fue la reacción de la sociedad india ante el ataque a Nirbhaya —día tras día, las mujeres protestaron en las calles cantando «¡Libertad sin miedo!»—, que quizá haya iniciado un cambio duradero.

        Agencias locales y nacionales han destinado fondos a nuevas iniciativas de seguridad para las mujeres. En 2013, el gobierno de entonces destinó 130 millones de euros al denominado Nirbhaya Fund para aplicar medidas que estimularan la seguridad de las mujeres. El gobierno actual ha prometido casi el triple de dinero para convertir tres grandes ciudades, entre ellas Nueva Delhi, en lugares más seguros, mejor iluminados y quizá más clementes para las mujeres.

        Agentes de la Pink Police Patrol de Kerala responden a un caso de allanamiento por parte de un hombre de una vivienda solo para mujeres en Thiruvananthapuram. Los cuerpos policiales de mujeres, puestos en marcha en 2016 y que cuentan con 32 agentes, responden a denuncias que implican a mujeres y niños y se especializan en casos que requieren terapia y arbitraje.
        Fotografía de Saumya Khandelwal
        Una agente atiende los teléfonos en la sala de control de la Pink Police Patrol de Thiruvananthapuram. Las patrullas suelen destinarse a zonas con altos niveles de acoso, como escuelas y emplazamientos de transporte público. Los coches llevan cámaras que se supervisan desde la comisaría en caso de que necesiten refuerzos.
        Fotografía de Saumya Khandelwal
        Tarannum Shokat Ali, de 28 años (en el centro), es la portera del Cafe Mafioso de Nueva Delhi, uno de los clubes que han empezado a contratar a mujeres como guardias de seguridad para proteger a otras mujeres. Espera que todos los clubes adopten este enfoque e insta a las mujeres jóvenes a seguir sus pasos, aunque su familia no aprueba su trabajo.
        Fotografía de Saumya Khandelwal

        Las primeras etapas de esta iniciativa ya están en marcha: en Delhi, la policía ofrece programas de autodefensa de 10 días gratuitos para mujeres y se han desplegado por toda la ciudad para proporcionar «formación puerta a puerta» a grupos más grandes. En el estado meridional de Kerala, se han creado cuerpos de policía femeninos, la Pink Police, para que patrullen las calles y respondan a llamadas de crisis de mujeres.

        El rosa es el color de la mayoría de los servicios exclusivamente femeninos del sector del transporte público urbano. Los rickshaws rosas solo recogen a mujeres como pasajeras; se supone que solo las mujeres pueden ser conductoras, pero como no hay muchas, algunos hombres pueden conducirlos si la policía les concede una habilitación de seguridad. Los trenes del metro incluyen vagones solo para mujeres. En los controles de seguridad de las estaciones de tránsito, las mujeres tienen sus propias filas, protegidas de los hombres que se peguen a ellas deliberadamente.

        Confieso que siento ambivalencia respecto a todo esto. ¿Segregación de género organizada por el gobierno? ¿Es esta la única manera de hacer que las mujeres se sientan tan cómodas como los hombres en los espacios públicos? Pero después veo las campañas de hashtags de las mujeres indias y me lleno de alegría: #TakeBackTheNight, una iniciativa internacional que unió a mujeres audaces de la India para caminar juntas por la calle cuando anochece. #MeetToSleep, que el año pasado organizó a 600 mujeres de todo el país para pasar la noche durmiendo al aire libre de forma segura, algo que les gusta hacer los hombres indios.

        Un juego diseñado a partir de Serpientes y escaleras aborda la igualdad de género y la violencia contra las mujeres. Su creadora, una ONG llamada Gramya Resource Center for Women, invita a los hombres de Uttar Pradesh a unirse y debatir estos temas.
        Fotografía de Saumya Khandelwal

        Cuesta cambiar la percepción masculina de las mujeres como intrusas en el espacio público, una parte fundamental de todos los programas de seguridad de las mujeres. Pero no es imposible. La canción de aquellas raperas de Delhi ya está en YouTube. Si buscas Khadar ki Ladkiyan (Chicas de Khadar), la encontrarás y podrás ver cómo las mujeres se unen en la calle y miran a la cámara de forma feroz.

        Escuchadnos alto y claro.

        Somos valientes, no tenemos miedo.

        El vídeo no tiene muchas reproducciones, pero muchos de los comentarios de admiración son de hombres. La primera vez que lo vi, recordé las voces de aquellas chicas de Khadar —mujeres, en realidad— la primera vez que rapearon para nosotras. Estábamos encantadas. Vitoreamos, silbamos, dimos pisotones en el suelo. «Yo no soy valiente siempre», afirmó una de las raperas, una mujer llamada Ritu. «A veces también tengo miedo. Pero siento más enfado e indignación».

        Ritu también nos contó una historia: hace poco, algunas de ellas viajaron juntas en el metro. Pillaron a un hombre grabándolas en vídeo desde atrás con su teléfono móvil. No estaban cantando, ni rapeando, ni tratando de atraer atención, solo estaban en un vagón del metro, siendo mujeres. Otros pasajeros apartaron la mirada y fingieron que no veían lo que pasaba ante sus narices, así que las chicas de Khadar se enfrentaron a él. Le arrebataron el móvil. Se quitaron las sandalias y lo golpearon. Antes de que las mujeres de Khadar pudieran denunciarlo a la policía, el hombre saltó del vagón en la siguiente parada de metro y huyó. Ritu está de acuerdo en que no es lo ideal, pero el temor por la seguridad personal suele superar la sensación de qué está bien o qué está mal. «¿Qué harías si sabes que a nadie le importa lo que te pase? Haces lo que te parece adecuado en el momento».

        Las mujeres participan en el Women Walk at Midnight mensual de Delhi. La iniciativa se puso en marcha en 2013 cuando una mujer pasó 24 horas caminando por la ciudad. Ahora, el proyecto, pretende reclamar los espacios públicos tras el anochecer y permitir a las mujeres explorar sus ciudades sin miedo. El evento se organiza por Facebook y normalmente atrae de cuatro a más de una docena de asistentes cada mes.
        Fotografía de Saumya Khandelwal
        La escritora Nilanjana Bhowmick es periodista en Nueva Delhi cuyo trabajo se centra en el empoderamiento de las mujeres y en la política. La fotoperiodista Saumya Khandelwal, también de Nueva Delhi, se centra en temas de género y medioambientales.
        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

         

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