Por qué la Sociedad de las Naciones estuvo condenada desde antes de su nacimiento

Hace 100 años, el presidente estadounidense Woodrow Wilson intentó impedir otra guerra mundial. Sin embargo, su propio país frustró su plan.

Por Erin Blakemore
Publicado 10 ene 2020, 10:37 CET
Sociedad de las Naciones
Los miembros de la Sociedad de las Naciones se reúnen en Ginebra, Suiza, en 1920.
Fotografía de Hulton Archive, Getty

Tras la Primera Guerra Mundial, gran parte del mundo pasó a formar parte de una organización diseñada para imposibilitar que se produjera otro conflicto catastrófico. Era la Sociedad de las Naciones, una entidad ambiciosa fundada hace cien años este mes, y que pidió a sus estados miembros que garantizaran la seguridad y los intereses nacionales mutuos. Pero aunque nació tras el llamamiento del presidente estadounidense, Estados Unidos nunca fue un miembro de este organismo y la Sociedad quedó destinada al fracaso.

Tanto los comienzos como el desastroso final de la SDN empezaron en plena Primera Guerra Mundial, un conflicto que siguió enfrentando a las naciones mucho después del armisticio. En enero de 1918, el presidente Woodrow Wilson expuso un programa de paz idealista de 14 puntos diseñado para levantar la moral de los ejércitos aliados y hacer que la guerra pareciera insostenible para las Potencias Centrales. Wilson culpó a las alianzas secretas entre las naciones de haber provocado la guerra y pensó que para mantener una paz duradera, todos los países tendrían que comprometerse a reducir sus arsenales, disminuir las barreras comerciales y garantizar la autodeterminación nacional. El decimocuarto punto de Wilson demandaba la creación de una «asociación general de naciones» para garantizar la independencia política y la integridad territorial.

Los soldados ingleses salen de la trinchera durante la batalla del Somme en Francia, 1916. Las muertes y la violencia sin precedentes de la Primera Guerra Mundial instaron a los legisladores internacionales a plantearse seriamente la idea de una institución permanente diseñada para mantener la paz en el planeta.
Fotografía de Fototeca Gilardi, Getty

La idea de una institución permanente para garantizar la paz había atraído a los intelectuales durante décadas. Pero hizo falta la destrucción sin precedentes de la Primera Guerra Mundial, en la que fallecieron 8,5 millones de soldados y al menos 6,6 millones de civiles, para hacer que los legisladores internacionales se plantearan seriamente este plan.

Sin embargo, no todos compartían el enfoque idealista de Wilson ni estaban acuerdo con sus prioridades para una paz duradera. Para fomentar el apoyo a la institución, Wilson llevó su declaración a la Conferencia de Paz de París. Durante las conflictivas negociaciones, otras naciones aliadas priorizaron las reparaciones de Alemania, a la que culpaban de haber empezado la guerra. Aunque rechazaron muchos de los catorce puntos de Wilson, acordaron fundar la institución internacional y el estatuto de la SDN se convirtió en el Artículo I del Tratado de Versalles.

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    El presidente estadounidense Woodrow Wilson se dirige a la multitud en San Luis, Misuri, durante una gira para promover la Sociedad de las Naciones en 1919. Pese a su esfuerzo, el tratado no fue aprobado por el Congreso y Estados Unidos no se unió a la sociedad.
    Fotografía de Bettmann, Getty

    Cuando llegó la hora de que Estados Unidos ratificara el tratado y se uniera a la Sociedad de las Naciones, Wilson se enfrentó a una oposición inesperada: sus compatriotas. El tratado de paz era impopular a nivel nacional entre muchas comunidades que creían que era demasiado radical o que no era lo bastante radical. Fue un tema igualmente polémico en el Senado, donde el archirrival de Wilson, Henry Cabot Lodge, presidía el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Lodge detestaba a Wilson y sus catorce puntos, y creía que ingresar en la nueva sociedad podría obligar a Estados Unidos a actuar en contra de sus propios intereses nacionales para garantizar la seguridad territorial de otros países. Intentó neutralizar el tratado y la SDN con reservas que eximían a Estados Unidos de los principios fundamentales de la organización. Tras un bloqueo político, el tratado fue rechazado y Estados Unidos no llegó a unirse a la SDN.

    Sin embargo, 32 estados-nación sí lo hicieron y la Sociedad de las Naciones se puso en marcha en 1920. Para entonces, la organización ya estaba condenada. Sin Estados Unidos a bordo, la cantidad de votos de las Potencias Centrales y las Potencias Aliadas en su consejo de gobierno era igual y la SDN sufrió bloqueos incluso en sus puntos más básicos, como el desarme. Sus miembros también se mostraron reacios a seguir adelante con la protección de otras naciones miembros y, con el paso de los años, países como Japón y Alemania se retiraron de la SDN para eludir su gobernanza. Aunque la organización logró aplacar algunas tensiones entre naciones y contribuyó al concepto del derecho internacional, fue incapaz de impedir que los estados miembros entraran en otra guerra mundial.

    Durante el periodo de entreguerras, la visión idealista de Wilson de un mundo de «paz sin victoria» quedó hecha trizas. Pero la Sociedad de las Naciones tiene un legado permanente. Tras la Segunda Guerra Mundial, los miembros restantes de la Sociedad de las Naciones votaron unánimemente para disolverse y unirse a las Naciones Unidas. La visión de Wilson de una organización internacional dedicada a la paz y la seguridad se hizo realidad al fin, pero para los 60 millones de personas que murieron en la Segunda Guerra Mundial, llegó demasiado tarde.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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