De la antigüedad a Hollywood: una breve historia de las artes marciales chinas

La leyenda de Mulán ha llegado a Disney+: recorremos la historia de las artes marciales, desde sus inicios misteriosos hasta que se convirtieron en un fenómeno global.

Por Dominic Bliss
Publicado 7 sept 2020, 11:51 CEST
Mulán

Liu Yifei interpreta a Hua Mulán en la nueva película de Disney Mulán. Las "danzas de guerra" se practicaban en China hace ya 2500 años, pero su origen es un misterio.

Fotografía de The Walt Disney Company

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No cabe duda de que Qi Jiguang sabía manejarse en un campo de batalla. Este líder militar de la dinastía Ming —siglo XVI— pasó muchos años defendiendo el este de China de los ataques de piratas y asaltantes japoneses. Más adelante, supervisaría las grandes obras de refuerzo de la Gran Muralla China. También se le atribuye haber sido la primera persona en documentar las artes marciales chinas en su manual militar Nuevo tratado sobre la eficiencia militar o Jixiao Xinshu.

Según Jonathan Clements, autor de A Brief History of the Martial Arts, esta es “la fuente más antigua y verificable que explica realmente las artes marciales como un conjunto práctico de movimientos o ideas”. En el capítulo 14, traducido como “El puño de cañón y los fundamentos de la agilidad”, Qi explica la importancia del combate sin armas como herramienta fundamental para entrenar a los soldados.

Por supuesto, las artes marciales habían existido durante siglos antes de que Qi las definiera. Hoy en día, una de las exponentes más legendarias de la práctica —Hua Mulán, la guerrera china del folclore del siglo V, y la heroína de Mulán de Disney— da nombre a un estilo epónimo de taichí. (The Walt Disney Company es accionista mayoritaria de National Geographic).

Y aunque esto deja entrever la venerabilidad de la actividad, no cuenta ni la mitad de la historia. “Hay menciones que se remontan a hace más de dos mil años”, cuenta Clements a National Geographic. “[El filósofo] Confucio menciona las ‘danzas de guerra’ de la Edad del Bronce, que probablemente sea el término antiguo para referirse a un tipo de calistenia con armas. Pero no sabemos en qué consistían realmente estas danzas de guerra”.

Unos comienzos misteriosos

En su definición más amplia, las artes marciales (básicamente, sistemas de combate) han existido desde que los humanos se han matado los unos a los otros. Lamentablemente, esa es la historia de nuestra especie.

Según la Federación Internacional de Wushu, el organismo rector del wushu (o kung-fu chino) en todas sus formas en todo el mundo, “los orígenes del wushu se remontan al hombre primitivo y su lucha por la supervivencia en el duro entorno de la Edad del Bronce, o incluso antes, una lucha que condujo al desarrollo de técnicas para defenderse tanto de los animales salvajes como de otros seres humanos”.

En muchos de los antiguos textos históricos chinos hay numerosas referencias a los diferentes códigos de combate sin armas. Sin embargo, algo crucial es que —como ocurre con la propia Hua Mulán— no se pueden verificar históricamente. Por esa misma razón, podría ser un error aceptarlos como algo más que un mito o folclore.

Hua Mulán, la legendaria guerrera del folclore chino, representada en una ilustración en seda del siglo XIX. Normalmente, la historia la describe disfrazándose de hombre para entrar en el ejército imperial y formarse en artes marciales. Se convierte en una guerrera venerada, pero rechaza todas las recompensas para volver humildemente a su aldea. Los historiadores no están del todo seguros de si la historia se basa en una persona real.
Fotografía de Lebrecht Music & Arts, Alamy

Tal y como recalca Clements: “Resulta muy frustrante para el historiador, porque pasamos de la noche a la mañana, en el siglo XVI, de no tener ninguna evidencia a tener afirmaciones de que las artes marciales han existido durante al menos 500 años o incluso más. Pero no existe una etapa intermedia que nos permita verificar esa información”.

En cualquier historia de las artes marciales chinas hay un pionero que aparece una y otra vez: Sun Tzu, autor del tratado del siglo V a. C. El arte de la guerra. Sin embargo, Clements no está tan seguro.

“Hay muchos profesores de artes marciales que citan El arte de la guerra y dicen que es un manual de artes marciales, pero Sun Tzu no menciona el combate sin armas —y tampoco tiene mucho que decir sobre el combate armado—. Así que algunos de sus aforismos se pueden aplicar al combate sin armas, pero nunca tuvieron ese propósito”. (En 2012, Clements publicó una nueva traducción del libro de Sun Tzu).

Casi al mismo tiempo que El arte de la guerra surgieron historias sobre la Doncella de Yue, una instructora de artes marciales que asesoraba a su rey, Goujian, sobre métodos de lucha. Clements señala que no hay pruebas de que la historia se base en hechos reales, pero que “es fascinante ver que una de las primeras maestras de artes marciales que aparecen en los registros es una mujer”.

“Existe el dicho chovinista de que la guerra es trabajo de hombres y vocación de hombres, pero a Goujian no parece importarle”, añade. “Él sabe que ella es la mejor y, por lo tanto, quiere contar con ella”.

Esta historia se hace eco en la de Hua Mulán, quien, como cuenta la fábula, se disfrazó de hombre para ocupar el lugar de su padre enfermo en el ejército imperial. Su posterior dominio de las técnicas de combate y su ascenso como guerrera fue el tema central de la Balada de Mulán u Oda a Mulán, un poema popular anónimo que, según se cree, se escribió durante la dinastía Wei del Norte (386-534 d.C.).

Estatua de Buddhabhadra sosteniendo una lanza en el monasterio de Shaolin. Se cree que viajó a China desde la India, a la región en torno a las montañas de Songshan. El emperador Xiao Wen, que facilitó la construcción del templo en la zona, lo veneraba. Se cree que podría haber sido fundamental en la introducción de las artes marciales en la zona, aunque esto también se le atribuye a un encargado posterior del templo, Bodhidharma.
Fotografía de Kettik Images, Alamy

Quizás el símbolo chino más famoso de las artes marciales sea el monasterio de Shaolin. Este monasterio budista, ubicado en la provincia de Henan y que data del siglo V d.C., fue el hogar de Bodhidharma, un monje oriundo de “las regiones occidentales” (posiblemente Persia o India) que, según creen algunos, introdujo las artes marciales en esta parte de China. De nuevo, los historiadores no están tan seguros.

Se dice que un viajero indio anterior, un traductor llamado Buddhabhadra que buscaba la iluminación, fundó el templo y pudo haber introducido allí los fundamentos de las artes marciales.

“En lo que llamaríamos los años oscuros, el monasterio de Shaolin era célebre por el conocimiento que traía de la India”, continúa Clements. “No solo las escrituras budistas, sino también la meditación yóguica, que pudo haber evolucionado en formas de artes marciales. Pero de nuevo, tendremos que esperar hasta mucho más adelante para contar con material verificable”.

Ese es el problema con cualquier historia de las artes marciales chinas: la clara falta de fuentes escritas de la época. Por lo tanto, hasta la Edad Media no se cuenta con pruebas sólidas a las que referirse. La proliferación de la cultura a lo largo de la Ruta de la Seda durante la dinastía Tang (618 a 907 d.C.) extendió los estilos de combate por gran parte de Asia oriental.

La entrada al monasterio de Shaolin, en la provincia de Henan (este de China). Según se dice, data del siglo V, se cree que es el lugar de nacimiento del kung-fu y es el centro de fe de los monjes guerreros de Shaolin.

Fotografía de Robert Harding, Alamy

Más tarde, durante la dinastía Ming, las autoridades empezaron a seleccionar nuevos soldados para luchar contra los bandidos y piratas invasores. Aquí es donde entran Qi Jiguang y su Nuevo tratado sobre la eficiencia militar. Como escribe Clements en su libro: “Los requisitos para reclutar y entrenar soldados, así como la intención de proporcionar al hombre de a pie los medios para defenderse, crearon los primeros materiales reales de donde es probable que hayan surgido muchas artes marciales más adelante”.

Con todo, incluso cuando las artes marciales se adentraron en la era moderna, su historia siguió viéndose oscurecida por mitos y leyendas. Clements explica cómo, durante la dinastía Qing (1644-1912), la censura y la opresión del gobierno fueron tan invasivas que cuesta distinguir los hechos históricos de la ficción. “Añade a eso los daños causados a los registros durante los cien años posteriores a las Guerras del Opio, y luego los daños causados de nuevo en la Revolución Cultural, y hay vastas franjas de la historia de las artes marciales chinas que solo fueron realmente seleccionadas y mantenidas por la industria cinematográfica de Hong Kong”, añade.

Las artes marciales se abren paso

En su viaje para conseguir el reconocimiento global, el mayor logro de las artes marciales tuvo lugar a principios del siglo XX, cuando se introdujeron en Occidente sin venir, en un primer momento, de China.

Ilustraciones de un artículo que muestran la práctica del  'Bartitsu', el arte marcial desarrollada por el ingeniero británico Edward Barton-Wright tras haber vivido un tiempo en Japón. Aquí vemos cómo desarmar a un grupo de atacantes con un bastón, c. 1901. Barton-Wright estudió jiu-jitsu y judo en Japón, y le fascinó el uso de las dinámicas de equilibrio y potencia en la práctica.

Fotografía de Chronicle, Alamy

El primer importador fue un ingeniero británico llamado Edward Barton-Wright, cuya experiencia con el jiu-jitsu y el judo cuando vivía en Japón lo llevó a fundar la Academia Bartitsu de Armas y Cultura Física en Londres en 1898. El dinamismo del combate sin armas japonés también sedujo a Estados Unidos, sobre todo después de que el presidente Theodore Roosevelt diera clases de judo con Yamashita Yoshiaki en 1904. Así, el personal militar estadounidense acabaría recibiendo formación de judo y luego en jiu-jitsu.

Si bien estas primeras incursiones en Occidente estuvieron dominadas por los estilos japoneses, en la década de 1940 la balanza se inclinó a favor de los estilos chinos. Durante la década de 1930, tras la prohibición de las películas de artes marciales por parte del gobierno del Kuomintang como parte de sus políticas antiimperialistas y antiextranjeras, muchas compañías cinematográficas de Shanghái se trasladaron a Hong Kong —que entonces era colonia británica—, lo que dio pie a una edad de oro en el género.

Una película de 1948 llamada La verdadera historia de Wong Fei-hung, protagonizada por Kwan Tak-hing, quien interpretaría a Wong en la pantalla más de 70 veces, fue de especial importancia.

Bruce Lee en su última película, estrenada tras su fallecimiento, Game of Death. El carisma y las aptitudes físicas de Lee en la gran pantalla concedieron fama y seguidores al kung-fu, lo que contribuiría a establecer el arte marcial a nivel internacional. Para cuando murió, en 1973, Lee era un icono global. 

Fotografía de Album, Alamy

La internacionalización

El apetito por el género se disparó tanto entre la diáspora china como entre el público occidental con la ayuda de dos importantes estudios de Hong Kong: Shaw Brothers y Golden Harvest.

Fue este último, gracias a la estrella mundial —y posiblemente el mayor héroe de las artes marciales chinas— Bruce Lee, el que llevó películas como Fist of Fury (1972) y Enter the Dragon (1973) ante una audiencia internacional.

“El papel de Bruce Lee ha sido crucial”, dice Clements. “Ha sido un icono de las artes marciales en películas y vídeos, sobre todo del wing chun [kung-fu], que hace solo 120 años era tan desconocido que solo tenía dos docenas de practicantes”.

El Partido Comunista de la República Popular China enseguida reconocería el poder de las artes marciales en la promoción de la cultura china en el extranjero, por eso a principios de la década de 1980 permitió el rodaje de la película Shao Lin si en China. El filme, muy popular y protagonizado por Jet Li en su debut, impulsó el turismo a China y allanó el camino para que el wushu se uniera, en todas sus formas, en la Federación Internacional de Wushu, fundada en Pekín en 1990. Ahora, la federación divide la competición entre taolu —rutinas establecidas— y sanda —combate sin armas—.

Sin embargo, existen innumerables estilos de lucha chinos. Es casi seguro que China tiene más estilos de artes marciales que cualquier otro país, aunque Japón y Corea podrían cuestionarlo.

Las alumnas practican kung-fu en el Centro de Entrenamiento Wuseng Tuan del monasterio Shaolin de Songshan, en la provincia china de Henan, 2014. 

Fotografía de Tom Salyer, Alamy

La gama de estilos ofrecidos es amplísima. Algunos se basan en la imitación extravagante de los movimientos de los animales o el aprovechamiento de la fuerza vital conocida como qi, otros se inspiran en las mitologías y filosofías chinas.

Los estilos, divididos por facciones de competición y con ideologías reñidas, a veces incluso mantenidos en secreto, se confunden aún más al ser clasificados de muchas formas diferentes.

Los estilos del norte, por ejemplo (que provienen del norte del río Yangtsé) incluyen los de Baguazhang, Bājíquán, Chāquán, Chuōjiǎo, Garra de Águila, Mantis Religiosa del Norte y tàijíquán. Entre los estilos sureños (del sur del Yangtsé) figuran el Choy Gar, Hung Ga, Mok Gar, Choy Li Fut, Wing Chun y la Mantis Religiosa del Sur. También hay una distinción entre estilos duros (o externos) y estilos suaves (internos).

El futuro

¿Y qué hay de las perspectivas de estas formas de combate? Para Clements, el principal problema al que se enfrentan todas las artes marciales modernas es lo que él llama “deportificación”.

“A algunas personas les entusiasma conseguir rangos, cinturones y los sistemas de puntos y la puntuación en los torneos, pero otras consideran que estas innovaciones son una traición a sus orígenes filosóficos o que son simples estafas y fraudes para conseguir dinero fácil”.

También desconfía de la estandarización del wushu. “Convierte toda la tradición diversa de docenas de sistemas diferentes en una serie de logros notables y exhibiciones acrobáticas. Se supone que es un ejercicio de preservación cultural, pero a menudo pasa por alto la verdadera naturaleza de estas disciplinas, eliminando sus fundamentos religiosos y filosóficos y, a decir verdad, gran parte de su valor práctico”.

La evolución de una forma de combate y una filosofía a un deporte podría haber diluido el propósito original de las artes marciales chinas. Con todo, al mismo tiempo, su creciente proliferación en la literatura, el cine y el deporte ha transmitido una piedra angular de la cultura china a todo el mundo.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.co.uk.
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