Este experto ha rastreado 30 años de protestas globales: esto es lo que ha aprendido

Un proyecto de investigación de Nueva York ha realizado un seguimiento de los intentos de derrocar a los políticos, desde el Líbano hasta Tailandia.

Por Nina Strochlic
Publicado 13 ene 2021, 14:18 CET
Kiev, Ucrania

En Kiev, Ucrania, los manifestantes antigobierno protegen el perímetro de la plaza de la Independencia, conocida como Maidan. En 2014, estas protestas consiguieron destituir al presidente Víktor Yanukovych. El Mass Mobilization Data Project sigue protestas grandes y pequeñas en todo el mundo.

Fotografía de Brendan Hoffman

Cuando los alborotadores asaltaron el Capitolio estadounidense el miércoles pasado, David Clark, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Binghamton, en el oeste de Nueva York, se encontraba en una reunión en persona —algo raro hoy en día— con otros miembros del profesorado. A la mesa estaban sentados una antropóloga, un historiador del arte y una psicóloga. Sus teléfonos empezaron a sonar con la noticia y el grupo miró a Clark para que hiciera un análisis.

Durante los últimos siete años, Clark ha dirigido el Mass Mobilization Data Project, una iniciativa para rastrear las protestas globales desde 1990. Lo que no rastrea son las protestas en suelo estadounidense. Había previsto que las elecciones polémicas del 2020 provocarían violencia en Washington D.C. Pero nunca se habría imaginado que el Capitolio sería invadido mientras el Congreso intentaba certificar los votos del Colegio Electoral.

«Esto ha superado mis creencias o pesadillas más locas», afirma. «No fue fácil reflexionar sobre qué podría significar esto, porque todo aquello con lo que podía compararlo estaba en un país donde pensé que nunca ocurriría esto. Ahora vemos que estas cosas también pueden pasar aquí».

En los días siguientes, la mente de Clark empezó a conectar momentos dispares de la historia con lo que había ocurrido en Washington. Hay innumerables ejemplos de manifestantes que han tratado de destituir a políticos, algo que, efectivamente, querían hacer los asaltantes del Capitolio con el presidente electo Joe Biden. «Lo que ocurrió el miércoles destaca porque es singular en la historia de Estados Unidos», afirma. «Sin embargo, no es tan inusual si analizamos acontecimientos de todo el mundo».

Pensó en varios ejemplos destacados: el golpe contra Jean-Bertrand Aristide en Haití en 2004. El derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto en 2011. Las ocupaciones de edificios en Kiev durante la Revolución Ucraniana de 2014. Los numerosos intentos fallidos de los venezolanos de expulsar a Nicolás Maduro. Aunque asaltar edificios gubernamentales es poco común en las que Clark llama «democracias desarrolladas», los estados de Latinoamérica que se recuperaban de la guerra civil tienen una larga historia de exmilitantes que han ocupado edificios para demandar atención sanitaria o ayuda del gobierno.

Cuando Clark puso en marcha el Mass Mobilization Data Project en 2013, lo hizo con el fin de comprender cómo se manifiestan los ciudadanos contra los gobiernos y cómo responden los gobiernos. Entonces, no existía un centro donde consultar esos datos. Ahora, dice, hay grupos que rastrean protestas de hasta solo dos personas, pero él se centra en protestas de grupos de 50 personas o más. Hasta la fecha, sus datos abarcan 162 países y unas 16 500 protestas.

El proyecto, financiado por el Grupo de Trabajo sobre Inestabilidad Política del gobierno estadounidense, no distingue entre protestas, disturbios y golpes. Clark los documenta todos, incluso algunos que, a primera vista, eran inesperados: ciclistas desnudos protestando en Lima, Perú; un sindicato de payasos marchando en México, inmigrantes cosiéndose los labios en Grecia.

Es casi imposible determinar el éxito de una protesta —llegar a acuerdos y saber si se cumplen puede llevar años— y Clark no lo intenta. (Hay algunos casos aparte: en 2018, las protestas de Sudán por el precio de la comida crecieron tanto que derrocaron el régimen de tres décadas del presidente Omar al-Bashir.) Lo que podemos hacer es tomar nota de las tácticas y la violencia de la organización. Explica que, cuanto más control tienen los organizadores sobre las protestas, menos probable es que se vuelvan violentas. Por su parte, «cuando las protestas son espontáneas, son más volátiles, tanto por parte de los manifestantes como del gobierno».

Dicho esto, no existe un consenso histórico sobre qué provocará una protesta, cuánto crecerá ni cuándo terminará.

«Protestar es una cosa muy variada en lo que se refiere al cómo y al por qué», afirma Clark. «Y es costoso: tienes que salir, la gente se empuja, lidias con las autoridades». Pero añade que «me parece alentador que los seres humanos estén dispuestos a hacer esto por varias causas. A veces son causas que desearía que no reivindicaran, como este pasado miércoles».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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