La moda ayuda a las víctimas a resurgir de las ruinas de la violencia sexual en este país africano devastado por la guerra

En la República Democrática del Congo, las mujeres que han sufrido atrocidades innombrables están reconstruyendo sus vidas con la ayuda de una simple declaración de autoestima.

Por HUGH FRANCIS ANDERSON
Publicado 9 mar 2021, 12:35 CET, Actualizado 9 mar 2021, 14:38 CET
Fotografía de una pasarela en Bukavu

Esta pasarela en Bukavu no es solo una muestra de moda. Las modelos son supervivientes de atrocidades en uno de los países más violentos del mundo; su participación en el desfile es una reclamación de su feminidad y una parte fundamental de su rehabilitación.  

Fotografía de Hugh Francis Anderson

Aviso: este artículo incluye contenido que puede resultar perturbador.

Las luces rebotan en las paredes en una oleada de rojos, amarillos y azules, ráfagas de música rápida salen de grandes altavoces y una mujer sale al escenario. El público estalla en vítores mientras ella desfila por la pasarela. Cuando llega al final, con una sonrisa firme en su rostro, se coloca las manos en la cintura y da una vuelta mientras la tela de su vestido se agita. Se llama Jane Mukunilwa y se ha graduado de Ciudad de la Alegría, un centro de rehabilitación para víctimas de violación y violencia sexual en la República Democrática del Congo (RDC).

En este desfile de moda íntimo en la ciudad de Bukavu, cerca de la frontera con Ruanda, Jane y otras supervivientes declaran su desafío y su solidaridad contra el trauma causado por las violaciones en la conflictiva región oriental de la RDC. Este desfile es el acto final de una metamorfosis increíble.

Una nación desgarrada por la guerra 

El conflicto en la RDC tiene una historia imperecedera. A finales del siglo XIX y principios del XX, la violencia y la persecución durante el gobierno del rey Leopoldo II de Bélgica se cobró 10 millones de vidas. En los años sesenta, la independencia trajo consigo corrupción y avaricia sin precedentes a manos de Mobutu. Y para finales de los años noventa, los disturbios étnicos, el malestar social y el hambre económica desembocaron en dos guerras, con conflictos que perduran hasta la actualidad. Se ha estimado que hasta 5,4 millones de personas han muerto como consecuencia de la guerra en la RDC desde que comenzó el conflicto en 1996, más que en ningún otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial. Y un elemento atroz de las guerras fue el uso de la violación masiva por parte de grupos rebeldes, fuerzas del gobierno y civiles por igual.

Bukavu, en la República Democrática del Congo.

Fotografía de Marc Silver

Jane estaba dormida cuando los rebeldes llegaron y se la llevaron a rastras al bosque que había junto a su aldea, en la provincia de Kivu del Sur, en el este de la RDC. «Cuando [comenzó] la segunda guerra en 1998, mujeres y niñas empezaron a sufrir las atrocidades de las violaciones cometidas por grupos armados extranjeros, sobre todo las FDLR (Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda)», recuerda Jane.

«Fui secuestrada y llevada al bosque en el 2000, con otras niñas y mujeres», afirma. «Me retuvieron como esclava sexual, estos verdugos nos violaron durante dos semanas». La mantuvieron prisionera casi dos meses, atada a un árbol. «Tenía los brazos hinchados; estaba muy débil. Ni siquiera podía moverme».

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    Dos carteles, uno (arriba) una advertencia para posibles delincuentes (el texto dice: «si violas, pierdes el respeto por tu madre biológica, nosotros nos oponemos a la violación»). Otro es una declaración de esperanza para las supervivientes de Ciudad de la Alegría.

    Fotografía de Hugh Francis Anderson

    «Para cuando los soldados nos encontraron, habían matado a tres de nosotras. Yo ya estaba embarazada de un mes», afirma. «Cuando llegué a casa, no había nadie. Cada vez que intentaba dormir, tenía pesadillas. Estaba aterrada».

    El «peor lugar para ser mujer»

    En el 2010, Margot Wallström, la Representante Especial del Secretario General de la ONU sobre la Violencia Sexual en los Conflictos, llamó a la RDC «la capital mundial de la violación». Su uso, sobre todo en las provincias orientales, ha sido una de las armas de guerra más prolíficas desde 1998. Se ha informado de que casi el 40% de las mujeres que viven en el este de la RDC han sufrido violencia sexual y en aquel momento las tasas de casos no denunciados eran de hasta el 75%. Más de 1000 mujeres son violadas a diario en toda la RDC.

    La segunda vez que los rebeldes secuestraron a Jane, estaba embarazada del hijo de uno de sus primeros agresores. Le golpearon el estómago con el lado de un machete, pero tras una semana de maltrato, consiguió huir. «Tuve un accidente grave mientras huía. Caí por una colina, desde arriba hasta la orilla de un río. Me quedé inconsciente y estuve ahí al menos dos días».

    «Las puertas de acero negras se abren con un chirrido y de repente hay paz».

    Fotografía de Hugh Francis Anderson

    «Cada vez que intentaba dormir, tenía pesadillas. Estaba aterrada». Jane Mukunilwa fue una de las primeras graduadas de Ciudad de la Alegría, a donde llegó tras ser víctima de violencia. Ahora trabaja allí.

    Fotografía de Marc Silver

    Cuando los vecinos la encontraron, había roto aguas. El feto había muerto y lo dio a luz en estado de descomposición. Como consecuencia, la salud física de Jane se deterioró rápidamente. Estaba tan débil que era incapaz de moverse y hablar. A principios del 2004, a través de la iglesia local, sus vecinos se enteraron de que había gente buscando a mujeres dolientes como Jane y la llevaron hasta el aeropuerto cargándola a la espalda. Desde allí la trasladaron al Hospital de Panzi, a 480 kilómetros al norte, en Bukavu, la vasta capital de Kivu del Sur. Jane estuvo casi siete años en el Hospital de Panzi, donde se sometió a nueve operaciones, antes de ayudar a fundar Ciudad de la Alegría como miembro de la primera clase del programa.

    En la actualidad, casi una década después, Jane es una líder fuerte. Se ríe con libertad, rara vez se la ve sin una sonrisa e irradia calidez, siempre dispuesta a abrazar a todo el mundo. «Estaba viviendo en la oscuridad», dice. «Pero me he transformado».

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      Un mural pintado en las paredes de Ciudad de la Alegría dice: «transforma el dolor en poder».

      Fotografía de Marc Silver

      Las puertas de la esperanza

      Las puertas de Ciudad de la Alegría aparecen entre las carreteras de tierra llenas de baches que atraviesan Bukavu. Sesenta centímetros de alambre de espino coronan los gruesos muros de hormigón. Parece más una cárcel que un santuario. Sobre uno de los muros del perímetro hay un mural colorido en el que aparecen mujeres construyendo casas con sus propias manos bajo un cartel pintado que reza «transforma el dolor en poder». Las puertas de acero negras se abren con un chirrido y de repente hay paz. Los árboles y las flores crecen en el patio. El olor de la hierba recién cortada persiste en el aire. Y de una de las clases llega el sonido de las risas. Ciudad de la Alegría, fundada en el 2011 por el Dr. Denis Mukwege, ginecólogo y nobel de la Paz, Christine Schuler Deschryver, activista congoleña, y V (antes Eve Ensler), activista y dramaturga estadounidense, es un refugio para las víctimas de la violencia sexual en el este de la RDC.

      “El objetivo de estas violaciones, utilizadas como arma de guerra, es destruir a la víctima, a su familia y a su comunidad.”

      por DR. DENIS MUKWEGE

      El Dr. Denis Mukwege aparece en un cartel en las calles de Bukavu. En el 2018, Mukwege, el fundador del Hospital de Panzi para las víctimas de violencia sexual en la RDC, recibió el Premio Nobel de la Paz de forma conjunta con Nadia Murad.

      Fotografía de Hugh Francis Anderson

      El Dr. Mukwege ha luchado contra la impunidad y por las vidas de las víctimas de violaciones en la RDC desde el comienzo de los conflictos. En 1999, fundó el Hospital de Panzi, a 10 minutos de Ciudad de la Alegría, para proteger las vidas de las mujeres y sus bebés. Su primera víctima no fue una madre, sino una víctima de violación a quien habían disparado en los genitales. En los años posteriores, el Dr. Mukwege se convirtió en un rayo de esperanza para las víctimas de violación y fue defendido por la comunidad internacional por su labor cuando recibió el Premio Nobel de la Paz de 2018 conjuntamente con Nadia Murad.

      «Bebés, niñas, jóvenes, madres, abuelas... son violadas brutalmente, a veces de forma pública y colectiva», dijo durante su discurso en la ceremonia de los Nobel. «El objetivo de estas violaciones utilizadas como arma de guerra es destruir a la víctima, a su familia y a su comunidad». Más adelante, prosiguió: «No importa lo difícil o desesperada que sea la situación, con determinación siempre hay luz al final del túnel. Las víctimas tienen el potencial de convertir su sufrimiento en poder. Se han convertido agentes de cambio positivo en la sociedad».

      «Como ser humano y madre, nunca estás preparada para presenciar las atrocidades que yo presencié». Christine Shuler Deschryver, que fundó Ciudad de la Alegría con la dramaturga Eve Ensler.

      Fotografía de Hugh Francis Anderson

      «El Dr. Mukwege es mi confidente y yo la suya, hemos compartido muchas lágrimas», cuenta Christine Schuler Deschryver, sentada en una mesa comunitaria dentro de uno de los muchos edificios que forman el complejo de Ciudad de la Alegría. En la pared que hay tras ella están escritas las palabras: «Si el Congo es el peor lugar para ser mujer, Ciudad de la Alegría es sin duda el mejor».

      Alta y atlética, su forma de presentarse emana determinación y poder. Fue el tiempo que pasó con las víctimas del Hospital de Panzi lo que la impulsó a cambiar. «Como ser humano y madre, nunca estás preparada para presenciar las atrocidades que yo presencié», comenta. «Nunca olvidaré los bebés, que fueron violados y murieron en mis brazos. Empezar a enterrar bebés que han sido violados hizo que me pasaran muchas cosas por la cabeza».

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        Una jardinera cuida del terreno de Ciudad de la Alegría. El complejo, rodeado de alambre de espino y seguridad, se ha convertido en un refugio para quienes trabajan y viven aquí.

        Fotografía de Hugh Francis Anderson

        Dos semanas después, Christine presentó a Eve Ensler a las mujeres en el ala de recuperación del Hospital de Panzi. Una mujer se les acercó y dijo: «Vosotras sois embajadoras. Habéis recorrido el mundo. Contadle a la gente lo que está pasando aquí». Juntas, Christine y Eve preguntaron a las mujeres de Panzi qué podían hacer por ellas. «Les hablamos de un lugar donde las supervivientes pudieran vivir en paz y a salvo y contar sus historias», cuenta Jane, que era una de aquellas mujeres. «Diseñamos cómo debería ser Ciudad de la Alegría y sugerimos qué deberían hacer para transformar el dolor de las supervivientes de la violencia de género».

        Los cimientos de la recuperación

        Noventa mujeres de entre 18 y 30 años son acogidas en Ciudad de la Alegría para una rotación de seis meses cada una. «Aquí todo se ha construido sobre el amor», afirma Patrick Lwaboshi, director de programa en Ciudad de la Alegría. «Somos un programa de liderazgo [y la idea es que cada mujer] vuelva a su aldea para mostrar cómo ha cambiado». Cuando las mujeres entran en el programa de Ciudad de la Alegría, comienzan un proceso de sanación con psicoterapia y cuentan con el apoyo de trabajadoras sociales durante el periodo de seis meses.

        Además de psicoterapia, se hace hincapié en ayudar a las mujeres a generar confianza y competencias vitales para poder ser económicamente independientes. «Empoderamos [a las mujeres] para que sean autosuficientes», explica Patrick. «Por eso también tenemos cursos sobre derechos generales, educación cívica y política y códigos éticos, para que cuando regresen [a casa] conozcan sus derechos y puedan demandarlos».

        Asimismo, el programa enseña autodefensa, nutrición, conocimientos básicos y habilidades de comunicación, así como destrezas profesionales como costura, preparación de alimentos, fabricación de jabón y diseño de joyas. Finalmente, cuando las mujeres se gradúan, Ciudad de la Alegría las ayuda a hacer la transición de vuelta a sus comunidades. Les proporcionan ayuda financiera y teléfonos para que sigan comunicándose con el personal del programa y reciban apoyo continuo. «Hacemos todo esto con la idea de que cada mujer transforma su dolor en poder», afirma Patrick. «Cuando vuelve, se reafirma y demuestra a la comunidad que se ha curado, que puede tomar la iniciativa y volar sola».

        Desde el 2011, más de 1500 mujeres se han graduado de Ciudad de la Alegría. «Cuando vine [aquí]... sentí aceptación», recuerda Jane. Desde el 2012, ha sido una empleada en el centro, donde trabaja como modelo de conducta para otras supervivientes. «Siempre les digo que, aunque nuestras vidas hayan sido turbias en el pasado, tenemos estrellas y luces brillantes por delante».

        Reclamando la belleza 

        Y el poder restaurador de Ciudad de la Alegría ha evolucionado más allá: a través de la tela. En África Occidental, el pagne, un rollo de tela con estampados de cera de más de cinco metros con el que se fabrica gran parte de la ropa tradicional, es uno de los artículos más preciados que puede tener una mujer. De estas telas, la Super-Wax, una línea de primera del fabricante neerlandés Vlisco, es una de las más demandadas.

        «Cada vez que llega una mujer, le damos un pagne de Super-Wax», cuenta Christine. «No veo la hora de hacerlo, por la alegría, se les saltan las lágrimas, se caen al suelo, están contentísimas. Lo llamamos terapia de pagne; es el mejor regalo que puedes darle a una mujer congoleña». Como prueba de ello, Christine recuerda una conversación que mantuvo con Jane.

        «Jane me contó que, cuando va a la iglesia los domingos, lleva tacones altos y su precioso pagne. Se esfuerza por llegar la última para que todo el mundo esté sentado y entonces entra y va a la primera fila sabiendo que no habrá sitios libres, solo para poder volver atrás y que todos puedan verla».

        «Todo empieza con autoestima y amor». La diseñadora Gabriela Sanchez y Sanchez de la Barquera visitó Ciudad de la Alegría en el 2019. 

        Fotografía de Hugh Francis Anderson

        En febrero del 2019, el consejero delegado de Vlisco David Suddens y la diseñadora de la empresa Gabriela Sanchez y Sanchez de la Barquera visitaron Ciudad de la Alegría. Vlisco ya donaba máquinas de coser a Ciudad de la Alegría, pero querían aprender más. Al entrar, las recibió una de las trabajadoras del programa, Mama Bachu. Gabriela se dio cuenta de que Mama Bachu llevaba una tela que ella había diseñado. «Cayeron la una en los brazos de la otra», afirma David. Cuando les preguntaron si podrían crear un diseño para celebrar al Dr. Mukwege, lo que comenzó con un diseño se convirtió en cinco, representando a las mujeres, la vagina y la RDC.

        «Al llegar aquí, vimos a todas aquellas mujeres que estaban contentísimas y llenas de alegría y calidez. Pensé: “¿Existe alguien más fuerte que vosotras?”», recuerda Gabriela. «Así que, como diseñadora, pensé cómo podía comunicar todo eso. Los cinco diseños tienen una representación diferente de cómo es recorrer el camino de la oscuridad a la luz. Todo comienza con autoestima y amor, y me gustaría que todas las mujeres del mundo vean lo fuertes que somos».

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          Las supervivientes de Ciudad de la Alegría —entre ellas Jane Mukunilwa, en el centro— fueron tanto la inspiración como las modelos de una colección de moda creada por diseñadoras africanas. 

          Fotografía de Atong Atem

          “«Las mujeres que más han sufrido... Ya no quieren hablar sobre la tragedia, quieren hablar del futuro».”

          por CHRISTINE SCHULER DESCHRYVER

          En el 2017, Gabriela creó una plataforma para dar a conocer a la siguiente generación de jóvenes diseñadoras africanas y mediante esta iniciativa se planteó un desfile de moda. Las mujeres preguntaron si podían llevar las telas y se pidió a cinco jóvenes diseñadoras que crearan conjuntos empleando esos tejidos. «Mi participación en esta colección consistió en compartir ideas que transmitieran el mensaje de valorar la vagina», afirma Jane. «Quería mostrar que, aunque la vagina ha sido torturada por quienes cometen violencia sexual, aún es la parte del cuerpo de la que procede la vida. Es una flor hermosa que debería ser apreciada y protegida».

          La oscuridad se convierte en luz

          En el centro de Bukavu, una tarde agradable de mediados de noviembre, los invitados se congregan para ver el desfile de moda. Han asistido políticos, delegados, amigos y benefactores locales. Entre bastidores, las diseñadoras dan los últimos toques a sus conjuntos, las maquilladoras ponen los adornos finales en los rostros de las mujeres y el rumor de la emoción fluye de mujer en mujer. Y bajo una cacofonía de celebración, comienza el desfile. La semana siguiente, estas mujeres viajarán a la capital, Kinsasa, para mostrar su colección una vez más en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero esto es solo el principio.

          Las niñas observan con curiosidad los preparativos del desfile de moda en Bukavu. 

          Fotografía de Marc Silver

          Las modelos de Ciudad de la Alegría se preparan para el desfile de moda en Bukavu.

          Fotografía de Marc Silver

          Francine lanza un beso al público del desfile de moda en Bukavu.

          Fotografía de Hugh Francis Anderson

          «El principio está aquí, en la Ciudad de la Alegría, donde se encuentran las mujeres que más han sufrido. Ya no quieren hablar de tragedia, quieren hablar de futuro», afirma Christine. «Mi sueño es ir a la Semana de la Moda de Londres, la Semana de la Moda de Nueva York y la Semana de la Moda de París para difundir el mensaje».

          Espera que esto sea posible mediante la fortaleza de las mujeres. «La tela inspira respeto. Muestra que las mujeres congoleñas son preciosas, valientes y audaces», afirma Jane. «Quiero que la colección se difunda a lo largo y a lo ancho, sobre todo el mensaje de la fuerza de las mujeres congoleñas en particular y de las mujeres del mundo en general. Que sea una herramienta que ayude a aprobar leyes que combatan todo tipo de violencia. Quiero que sea una herramienta que cree conciencia sobre la igualdad de género y sobre las mujeres como criaturas fuertes, hermosas e increíbles».

          Hugh Francis Anderson es un periodista autónomo de Londres. Síguelo en Instagram.

          Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.co.uk.

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