Cómo fue la toma de Kabul por los talibanes vivida en primera persona

La fotógrafa Kiana Hayeri repasa la tensión vivida en la ciudad afgana con la llegada de los extremistas, su evacuación y la culpa que siente tras dejar a mucha gente atrás.

Familiares y amigos visitan las tumbas en Tappe Shuhada (Colina del Mártir) donde se enterró a 18 víctimas de una explosión a las afueras de un instituto del oeste de Kabul el pasado 8 de mayo de 2021. Casi todas las víctimas del ataque, que mató a por lo menos 86 personas e hirió a más de 160, eran chicas adolescentes que salían de clase.

Fotografía de Kiana Hayeri
Por Rachel Hartigan
fotografías de Kiana Hayeri
Publicado 20 ago 2021, 18:59 CEST

La fotógrafa Kiana Hayeri ha vivido en Kabul los últimos siete años. Para National Geographic, ha escrito sobre los cambios a los que se iban a tener que enfrentar en Afganistán una generación de jóvenes nacidos bajo una relativa libertad pero que ahora vivirán a un país bajo control talibán.

Kabul era su hogar. Pero el domingo 15 de agosto, el día que los talibanes tomaban el control de la capital y el gobierno afgano cayó, Hayeri tuvo que irse. La periodista iraní-canadiense habló con National Geographic sobre cómo fue vivir en la ciudad el día que cayó, como está intentando ayudar a sus amigos y colegas afganos y el incierto futuro que amenaza a las mujeres bajo el régimen talibán.

Aunque abandonó Kabul el día de la victoria talibán, sigues muy implicada con los eventos que están ocurriendo, hasta el punto que tuvimos que ayer tuvimos que retrasar nuestra conversación. Dime qué está pasando.

Hay una familia de la que soy responsable, una madre soltera y sus dos hijas, que estamos intentando sacar de allí. Y ayer, el motivo por el que retrasar la entrevista fue porque por desgracia la misión fracasó. De hecho, ha fracasado hoy.

Hace dos años, hice una historia sobre la prisión de mujeres de Herat y allí conocí a esta mujer. Fue puesta en libertad con el estallido de la pandemia. Me hice muy amiga de ella y sus hijas; trabajamos juntas en un audiolibro. Cuando llegaron los talibanes, sabía que tenía que salir del país: es una madre soltera y ha estado en los medios de comunicación porque mató a su marido tras años de abusos y maltrato.

Estamos intentando que lleguen al aeropuerto. Sus nombres están en un vuelo. Pero el aeropuerto está rodeado por miles y miles de personas. Y ayer, estábamos intentado coordinarlo todo. Teníamos alguien sobre el terreno. Teníamos gente por diferentes zonas. Hacía de traductora, pero también tenía que tranquilizarlas.

Las tres mujeres se quedaron en la calle toda la noche. Pisotearon a la hija más pequeña. No habían bebido nada de agua. Creo que ella tenía un golpe de calor porque nos decían que no paraba de perder el conocimiento. Hoy, sobre el mediodía, tuvimos que pedirlas que volvieran a casa porque habían empezado enfrentamientos armados. Pude escuchar tiros. I me dijeron que hubo lanzamiento de granadas. Le dije que, por ahora, se fueran a casa.

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    Izquierda: Arriba:

    Centro de la ciudad de Kabul. Por casi toda la ciudad se erigían gruesas y altas barreras de hormigón. Son una señal de la precaria seguridad que se vivía.

    Derecha: Abajo:

    Con cada explosión se levantaban nuevos muros de hormigón, cambiando poco a poco la imagen y la fisionomía de Kabul.

    fotografías de Kiana Hayeri

    Tenías pensado abandonar Kabul esta semana, pero al final acabaste saliendo el domingo, el día que los talibanes tomaron el control. ¿Cómo fue ese último día?

    Sabíamos que Kabul terminaría cayendo. Al principio todo el mundo pensó que serían unos meses, seis meses, después tres meses, después un mes, probablemente en septiembre. Y, entonces, los talibanes se acercaban más y más. Estaban estrechando el cerco sobre Kabul.

    El viernes por la tarde, compré el billete para el lunes por la tarde. Ese fue el primer intento. Intentamos llevar a la madre soltera al aeropuerto. Estuve despierta toda la noche. Entonces recibí una llamada del New York Times que había un vuelo disponible para la mañana siguiente, el sábado por la mañana. Decidí que no estaba lista.

    El domingo por la mañana, fui al aeropuerto para hacer fotos de la gente que se iba. Después intentamos volver a casa. El tráfico en Kabul era una locura, como nunca lo había visto. No podías mover el coche. En un momento dado, nos bajamos del coche y fuimos andando. Notaba que algo iba mal, sentía a la gente tensa, sentía a la gente enfadada.

    Una mujer llora en el cementerio de Karte Sakhi en el oeste de Kabul una tarde de jueves, el día previo al día santo de los musulmanes, en septiembre de 2019.

    Fotografía de Kiana Hayeri

    Ya en casa, las llamadas no paraban. Habían visto a los talibanes en Darluman Road; en Company Road, que está al oeste de Kabul.

    En este momento las cosas ocurrieron a mucha velocidad. Quería fotografiar los bancos porque había cientos de personas frente a cada banco intentando recuperar su dinero, así que me metí otra vez en el coche y me fui al banco. Seguí preguntando a la gente qué estaba pasando, pero nadie quería admitir que los talibanes estaban llegando.

    Una vez me alejé de los bancos las calles estaban desiertas. No había tráfico, no había coches, pero mucha, mucha, mucha gente en los laterales de las calles se movían muy rápido.

    No creo que ningún cámara hubiera podido capturar el momento incluso si tuviera el tiempo y la tranquilidad mental para quedarse y tomar la foto. Era el miedo, era una sensación, estaba en el aire. Todo el mundo estaba simplemente muy asustado.

    Pasamos por un par de peluquerías conocidas donde la gente estaba arrancando enormes fotografías de mujeres de las paredes.

    Un avión de Turkish Airlines despega del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai de Kabul el 15 de agosto de 2021. Fue uno de los últimos vuelos comerciales que salió de la capital de Afganistán antes de la toma del poder por parte de los talibanes.

    Fotografía de Kiana Hayeri

    ¿Por qué hacían eso?

    Al principio pensé que era gente a la que no le gustaban las mujeres. Después, pensé que tal vez eran propietarios que querían proteger sus locales de ser dañados.

    Cuando llegué a casa, recibí otra llamada del New York Times: 'Tienes 15 minutos para hacer las maletas. Vete al aeropuerto ahora'. Cogí mis discos duros y un par de prendas. Me olvidé de coger calcetines, así de rápido hice las maletas.

    Nuestro edificio de apartamentos tiene cuatro guardias armados con uniforme. Cuando bajé, vi que los 10 bloques de apartamentos estaban desiertas, y todos los guardias se habían puesto ropa civil.

    ¿Dónde estás?

    Estoy en una base militar en Doha, Catar. No sé cuanto tiempo llevo aquí... cuatro días, este es mi cuarto día.

    ¿Cuál ha sido la parte más dura?

    La culpa, la enorme culpa que siento.

    ¿Por qué te sientes culpable?

    Tengo un pasaporte que implica que puedo salir y esta gente no puede. Ese es el sentimiento de culpa.

    Unos jóvenes afganos pasan el rato en el Simple Cafe, situado en el barrio de Pul-e Surkh de Kabul, en 2019. Hubo una creciente cultura de ir a los Cafés en el oeste de Kabul, especialmente en los barrios de Karte 3 y Karte 4.

    Fotografía de Kiana Hayeri

    ¿Quieres volver?  

    Quiero volver. Tenemos una mujer encantadora que nos ayuda con las cosas de casa. El día que nos fuimos me llamó. Estaba en nuestro apartamento. Había ido, había hecho la colada, ordenó mi habitación. Y me pidió perdón. Me preguntó si se podía llevar la comida, porque habíamos comprado mucha comida, si se podía llevar la comida que se pondría mala en un mes. Pensaba que no tardaría en volver. Le dije: 'No, llévate todo'.

    ¿Está en peligro?

    También es una madre soltera. Ha trabajado para los extranjeros durante casi 20 años. Y, también pertenece a un grupo religioso minoritario. Estamos intentado sacarla a ella también.

    Cuando los talibanes gobernaban en los '90s, como mujer siempre necesitabas a un hombre a tu lado. No podías trabajar. Así que ¿quién va a trabajar si eres una madre soltera con dos hijas?

    Pero no sabemos cómo va a ser. Lo que es interesante es hablar con gente de otras partes de Afganistán, los talibanes imponían distintas reglas en distintas regiones. En Šibarġan, me dijeron que, si se ponían el burka, las mujeres podían salir a la calle sin un varón. Mientras, en Herat, las mujeres llevaban el chador iraní, negro de los pies a la cabeza, y tenían que ir siempre con un varón. Y, ahora en Kabul, los hijabs de las mujeres son algo más tensos, pero pueden salir a la calle sin hombres y pueden mostrar su cara.

    Izquierda: Arriba:

    Familiares y vecinos preparan el cuerpo del joven Basgul, de 16 años, al que mataron el 8 de mayo de 2021 en un ataque bomba a un instituto de Kabul.

     

    Derecha: Abajo:

    En el sótano sin acabar de la mezquita de Qamar Bani Hashim, vecinas y familiares de dos niñas asesinadas en un atentado a un instituto de Kabul se reúnen para dar apoyo a las madres de las víctimas.

     

    fotografías de Kiana Hayeri

    ¿Hay diferencia entre lo que los talibanes están diciendo y lo que van a hacer o lo que la gente cree que es posible que hagan?

    Hay varias diferencias. Es diferente lo que los talibanes dicen que están haciendo y lo que está pasando sobre el terreno, y hay una diferencia entre lo que se está informando y lo que realmente está pasando sobre el terreno. No estoy defendiendo a los talibanes ni nada parecido, pero sí que he visto que han cambiado un poco -al menos por ahora- en su comportamiento frente a las mujeres. Pero puede cambiar cualquier día.

    Más del 75 por ciento de la población tiene menos de 25 años, sin recuerdos del gobierno talibán. ¿Es posible que estos jóvenes luchen contra ello?

    No, hasta hoy ha habido mucha pobreza, ha habido guerra. Cuando estás desesperado, cuando estás en modo sobrevivir día a día, te sometes.

    Estamos hablando de aspectos negativos, la violencia, la pobreza, el miedo. Pero, ¿qué es lo que te gustaba de vivir en Kabul?

    Lo que te hace Kabul, lo que te hace Afganistán, te desnuda a lo más básico, te quita muchas de las elecciones y opciones. En un supermercado, tienes que elegir entre dos champús. Eso es todo. Las frutas y verduras son estacionales. Es lo que hay. Pero también te ocurre a nivel emocional. Las emociones que vives son tan crudas y básicas, es hermoso. Es algo que no he sentido en ningún otro lado. Incluso las amistades son crudas, muy sólidas, especialmente con los amigos afganos.

    Un recién nacido de apenas tres días descansa en un silla después de ser amamantado en una maternidad del oeste de Kabul. El 13 de mayo de 2020, unos hombres armados entraron en el centro y mataron a 24 personas. La madre de este pequeño consiguió seguir a los sanitarios y meterse en una habitación segura. 10 mujeres, dos recién nacidos y una mujer embarazada estaban entre las víctimas del ataque.

     

    Fotografía de Kiana Hayeri

    ¿Qué diferencias hay entre tu experiencia y la de los evacuados afganos?

    Soy una privilegiada. Tengo dinero para reemplazar todo. Muchas de estos afganos que se marchan de sus casas dejan todo lo que tienen. Tiene que volver a empezar sin nada. Esta base militar es básicamente un campo de refugiados y los afganos de nuestra zona no tienen nada. No tienen ni sus cargadores. Son ellos y un teléfono.

    Tengo suerte. Sé que puedo comprar un billete para volver a Afganistán si quiero. Ellos no podrán volver. Esta gente no pueden ni elegir dónde acabarán. En algún momento serán procesados y les dirán dónde van.

    ¿Cómo crees que lo están llevando los evacuados?

    De lo primero de lo que te hablan es de la gente que se ha quedado allí. Ahora mismo están haciendo control de daño. Tengo que sacar a esta persona; tengo que sacar a esta otra.

    Hace mucho calor aquí, pero cuando se pone el sol ves a los niños jugar. Los baños de las mujeres son un espectáculo. Las mujeres se limpian y bañan. Bañan a sus hijos. Lavan la ropa. Hay unas 1500 personas en el campamento en estos momentos.

    ¿Y ahora dónde irás?

    Vamos a traer a todos nuestros colegas y sus familias, 127 de ellos, llegarán pronto. Me han dado la opción de ir dónde quiera. Pero hablo farsi y esta gente ha pasado muchos malos tragos. Creo que a las familias les ayuda que haya una mujer que hable farsi. Así que iré dónde vayan ellos hasta que se asienten.<

    Cae la noche sobre un escenario de un atentado en el oeste de Kabul.

    Fotografía de Kiana Hayeri

    Esta entrevista ha sido editada por cuestiones de extensión y claridad.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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