¿Volverán los talibanes a destruir el patrimonio cultural de Afganistán tras retomar el poder?

Tras la caída del gobierno surgido tras la invasión internacional hace 20 años, los insurgentes controlan ahora decenas de miles de restos y yacimientos antiguos que en el pasado no respetaron.

Por Andrew Lawler
Publicado 16 ago 2021, 11:22 CEST
Un hombre muestra una cabeza de buda dañada

El ejército talibán saqueó el Museo Nacional de Afganistán a principios de 2001, destrozando imágenes de Buda como la que sostiene este conservador.

Fotografía de Robert Nickelsberg, Getty Images

Como hicieron las tropas Alejandro Magno en el 330 a.C, las fuerzas de los talibanes han realizado en apenas una semana una ofensiva relámpago en Afganistán que ha terminado con la conquista de Kabul, la capital, y la huida del gobierno auspiciado por Estados Unidos y sus aliados desde 2001. Esta conquista fulgurante ha pillado con el pie cambiado a los conservadores y arqueólogos de los museos del país, que han tenido que apañárselas para asegurar los yacimientos y restos que tenían. Lo que quede en manos de los talibanes se enfrenta a un futuro incierto, como gran parte de la población afgana.

"No esperábamos que ocurriera tan rápido", dice Noor Agha Noori, encargado del Instituto de Arqueología de Afganistán en Kabul. Los responsables querían trasladar algunos restos de ciudades como Herat o Kandahar para mantenerlos a salvo, pero el colapso repentino de la resistencia gubernamental no se lo ha permitido.

Ahora, con las fuerzas de los talibanes asentadas en Kabul, la colección de más de 80 000 restos del Museo Nacional de Afganistán está en peligro. "Estamos muy preocupados por la seguridad de nuestro personal y colecciones", se temía días antes de la caída de la capital Mohammad Fahim Rahimi, director del museo.

Habiendo sido un importante cruce de caminos durante milenios, Afganistán cuenta con una inusual riqueza arqueológica y cultural. Desde aquí, el budismo se extendió a China, mientras que el zoroastrismo, el cristianismo, el judaísmo y el hinduismo florecieron antes de la llegada del Islam en el siglo VII de nuestra era. Como artería principal de la Ruta de la Seda que conectaba India con China e Irán, Afganistán esta repleta de restos de antiguas ciudades, monasterios y caravanasares que alojaban a los viajeros, incluido al propio Marco Polo en su camino a la fascinante corte de Kublai Khan. 

Pero, los talibanes siguen una versión extremista del Islam que rechaza las representaciones de personas o animales y mira con recelo el pasado preislámico. Los responsables del legado cultural no se ponen de acuerdo sobre si la tribu volverá a tomarla con los restos, como ya hicieron en 2001, cuando destrozaron los famosos budas de Bamiyan junto con otros objetos y estatuas del Museo de Kabul. (Las libertades que han ganado los Afganos desde 2001 están en peligro

En un comunicado publicado en febrero, los líderes talibanes ordenaron a sus seguidores que "protegieran, vigilaran y conservaran con celo" las reliquias, parar las excavaciones ilegales y salvaguardar "todos los sitios históricos". Destacó también implantarían una prohibición de vender objetos en el mercado de arte.

En lo alto de la antigua ciudad de Herat, la ciudadela que ha servido como fuerte, palacio, tesoro, prisión, arsenal y museo lleva semanas bajo control talibán.

Fotografía de NationalGeographic.com

Pero muchos expertos en la herencia cultural de Afganistán no se fían. "Han blanqueado su imagen, pero siguen siendo un grupo muy ideológico y radical", asegura Omar Sharifi, profesor de ciencias sociales en la Universidad Americana de Afganistán. Huyó de Kabul a Nueva Delhi (India) días antes de la entrada de los talibanes en la capital de Afganistán tras recibir amenazas directas por parte de miembros de los talibanes. Otras fuentes afganas añadieron que el personal encargado del patrimonio cultural de todo el país ha recibido mensajes y llamadas de los altos cargos de los talibanes acusándoles de trabajar con las organizaciones internacionales, es decir de traición.

Noori y Rahimi dicen que estaban en contacto con su personal en ciudades controladas por los talibanes  y parece que las personas estaban a salvo. Los mando de los talibanes le han dicho empleados de bajo rango que mantendrán sus trabajos. Pero, como estos trabajadores han sido confinados en sus casas, no han podido informar del estado de los restos arqueológicos, museos y yacimientos.

"Si tienen malas intenciones, nos daremos cuenta más adelante", dice Cheryl Benard, que dirige la Alianza para la Restauración del Patrimonio Cultural (ARCH, en sus siglas en inglés), con base en Washington DC (EE. UU). "Ahora están ocupados con temas de fronteras e infraestructuras".

Mientras los talibanes cercaban Kabul, los conservadores de la capital se afanaban por exportar los objetos que debían enviar a una exposición en París. Philippe Marquis, director de la Delegación Arqueológica de Francia en Afganistan, esperaba poder volver a Kabul para supervisar la preparación del envío de los objetos acordados. "La situación es impredecible", vaticinaba; "la gente en Kabul tiene pavor a los talibanes. Pero una guerra rápida con pocas bajas puede ser mejor que la anarquía".

Los responsables afganos no quisieron explicar que planes tenían para la reconocida colección del Museo Nacional. "Tenemos que mantener a salvo los objetos, pero la pregunta es cómo encontrar un lugar seguro", comentó una fuente gubernamental; "no hay manera de que la colección o el personal abandone el país". Otro añadió que confiaba en que Naciones Unidas presionará a los talibanes para que protejan tanto el patrimonio cultural como al personal responsable del mismo.

Los talibanes ya controlaban Mes Aynak, uno de los monasterios budistas de la Antigüedad más importantes de Asia Central y que está a pocos kilómetros de la capital. Junto con las numerosas estupas y estatuas hay unos 10 000 objetos excavados del yacimiento, incluidas más de 25 000 monedas. Los nuevos mandatarios de Afganistán también controlaban el nuevo museo de la ciudadela de Herat, y colecciones más pequeñas en las ciudades de Kandahar, Ghazni y Balj.

Mientras a pocas horas de la toma de Kabul, la incertidumbre era total. "Los talibanes me conocen, no es algo tranquilizador para mi o mi familia", decía un experto en patrimonio cultural, que añadía que las calles y parques de la ciudad estaban llenos de refugiados; "pero no hay visados para todos".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com días antes de la toma de Kabul por parte de los talibanes.

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