La Antártida está cubierta de más agua de deshielo de la que pensábamos

Aunque las implicaciones del aumento del nivel del mar no están del todo claras, un nuevo estudio podría ayudar a los científicos a entender mejor los efectos del clima sobre el continente.

Por Michael Greshko
Publicado 9 nov 2017, 4:15 CET

Una red sorprendentemente vasta de canales atraviesa las plataformas de hielo de la Antártida, las lenguas flotantes de hielo que emanan de las costas del continente.

Se ha tenido conocimiento durante décadas que las inundaciones estacionales por causa del agua del deshielo se dan en todo el continente, como parte del ciclo natural de la Antártida. Pero ahora, los científicos las han catalogado de forma sistemática, revelando que son mayores de lo que ellos mismos pensaban

En algunos casos, estos sistemas alcanzan niveles difíciles de comprender. Por una parte, la barrera de hielo Amery, de la Antártida oriental, tiene torrentes que transportan el agua del deshielo hasta 120 kilómetros, lo que alimenta las lagunas sobre la superficie de la plataforma de hielo que pueden llegar a medir 80 kilómetros de largo. La superficie de su laguna más grande puede crecer en un solo día el equivalente a 400 campos de fútbol gracias a este drenaje.

Los hallazgos, publicados el miércoles en la revista Nature, aportan una información vital sobre el agua de deshielo de la Antártida. El modelo general era que esta simplemente se acumulaba allí donde se derretía. Sin embargo, es todavía pronto para afirmar si estos sistemas de agua de deshielo, un total de 700, contribuyen o perjudican al equilibrio de las plataformas de hielo del continente. Esta es una pregunta arriesgada, debido al papel potencial que juegan estas plataformas en el aumento del nivel del mar.

La descomposición de una capa de hielo no afecta directamente al nivel del mar: por naturaleza, una plataforma de hielo ya se encuentra flotando sobre el agua. Sin embargo, el climatólogo de la Universidad de Massachusetts-Amherst Rob DeConto señaló que algunas de estas capas de hielo actúan como muros de contención, impidiendo que las capas de hielo que se encuentran tras ellas se desplacen hacia el mar. La pérdida de dichas plataformas de hielo aceleraría el flujo del hielo de la tierra al agua, convirtiéndose en un grifo que elevaría el nivel del mar.

«Sería como si un portero dejase entrar a oleadas [de gente] en un concierto o en un bar», añade la coautora del estudio Robin Bell, glacióloga en el Observatorio terrestre Lamont-Doherty, de la Universidad de Columbia. «De algún modo actúan como guardianes: si las quitas, habrá más hielo en el océano».

El agua de deshielo puede amenazar la estabilidad de las plataformas de hielo cargándolas de peso y ampliando sus grietas internas. En los días previos la repentina desintegración de la barrera de hielo Larsen en 2002, por ejemplo, las lagunas de agua de deshielo cubrieron su superficie y ejercieron presión. Otra parte de la misma barrera de hielo, Larsen C, podría ceder en cuestión de semanas o meses.

En uno de sus dos recientes estudios, Bell y su coautor Jonathan Kingslake advierten de que el drenaje a gran escala podría intensificar la amenaza que supone el agua de deshielo, ya que permite que este agua se desplace de forma más efectiva, especialmente si el cambio climático continúa a un ritmo tan rápido.

«Esto es importante, ya que la cantidad de agua de deshielo que se forma en un lugar dado no ocurre simplemente en función de la cantidad de agua derretida; también tiene que ver con el hecho de que el agua se desplaza hacia dentro durante largas distancias», explica Kingslake, quien también es glaciólogo en el Observatorio terrestre Lamont-Doherty.

Por otra parte, el segundo estudio de Bell y Kingslake sugiere que estas redes fluviales podrían estar manteniendo la estabilidad de al menos una barrera de hielo, drenando de manera eficiente el agua de deshielo de la superficie de la misma. 

En la parte más baja del continente, según Bell, este curso fluvial podría transportar tanta agua como el río Potomac en Estados Unidos.

Un avión de la Operación IceBridge de la NASA observa más hielo en las aguas de las costas de la Antártida occidental.
Fotografía de Mario Tama, Getty Images

Tierra (todavía) desconocida

Bell añade que este tipo de estudio de todo un continente ha sido posible gracias a décadas de datos de imágenes por satélite tomadas por un avión militar. Para su análisis de la barrera de hielo Nansen, Bell empleó revistas de hace siglos sobre el Equipo Norte, un contingente de la desafortunada expedición Terra Nova de Sir Robert Scott, que no se arriesgó a visitar el Polo Norte.

«Tomaron muchas medidas preventivas, pero después se quedaron atrapados y tuvieron que pasar el invierno en una cueva. Eso es todo lo que [la gente] recuerda sobre ellos», afirma Bell. «Poder utilizar la ciencia de estas personas y darles el crédito que se merecen por lo que hicieron... me hace muy feliz».

Sin embargo, Bell y Kingslake, al igual que otros expertos, ponen énfasis sobre el hecho de que hay mucho que desconocemos sobre la Antártida, un lugar imponente para los científicos y su instrumental a partes iguales. 

«Nos encontramos en una situación en la que tenemos una capa de hielo que podría añadir aproximadamente 5,5 metros al nivel del mar, y desconocemos la topografía del lecho marino subyacente», explica Helen Fricker, glacióloga en la Institución de Oceanografía Scripps, quien ha estudiado las corrientes de agua de deshielo de la barrera Amery. «Llegar hasta allí y cartografiarla supone una ardua tarea».

«Estamos intentando entender este enorme continente, pero solo tenemos unas cuantas herramientas... lo estamos haciendo lo mejor que podemos», añadió. «Es como intentar preparar una comida para cincuenta personas con solo un cuchillo para untar».

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