La presa de Gibe III está dejando sin sustento a las tribus del río Omo, en Etiopía

Fausto Podavini ha pasado los últimos cinco años fotografiando cómo afectará la construcción de la presa de Gibe III a las comunidades locales.

Por Laura Parker
fotografías de Fausto Podavini
Publicado 9 nov 2017, 4:29 CET

El valle inferior del Omo en el suroeste de Etiopía es el hogar de más de 200.000 personas que viven en aldeas dispuestas a lo largo de las orillas del caudaloso río Omo. Este curso fluvial serpentea a lo largo de 800 kilómetros, atravesando las tierras altas centrales y desembocando en el lago Turkana. Este lago, en la frontera con Kenia, es el lago desértico más grande del mundo.

La región es una de las últimas fronteras de África, al no haber sido conquistada por los colonos europeos. Allí, la pintura corporal tribal y los rituales de escarificación para señalar la mayoría de edad atraen a turistas que buscan el tipo de experiencia africana que ha desaparecido en otras partes del continente.

Desgraciadamente, podría estar desapareciendo también en el Omo.

La construcción de la presa de Gilgel Gibe III, que comenzó en 2008, puso fin a esa forma de vida para los agricultores de subsistencia, los ganaderos y los pescadores que dependían del flujo natural del río Omo como medio de vida. Ahora se enfrentan a una grave escasez de alimentos y a la modernización promovida por el gobierno, que está invadiendo sus tierras tribales.

La presa mide 240 metros de alto, lo que la convierte en la más alta de África, y su planta de energía hidroeléctrica ha duplicado la producción energética de Etiopía. La presa, inaugurada en octubre de 2015, también ralentizó el flujo del Omo y terminó con las inundaciones naturales bianuales que bañaban la tierra agrícola junto a la ribera del río y las tierras de pasto para el ganado con depósitos de sedimentos aluviales ricos en nutrientes. Además, ha disminuido la resistencia de la región a la sequía. Los ganaderos se han visto obligados a migrar a otros lugares para encontrar pastos adecuados y la agricultura local está atravesando tiempos difíciles.

La sequía en las dos últimas estaciones lluviosas ha empeorado estas penurias. La presa también supone una amenaza para los niveles de agua del lago Turkana, lo que podría perjudicar todavía más a los caladeros de pesca locales.

Una vez se completó la presa, el gobierno etíope arrendó grandes franjas de tierras tribales a empresas extranjeras para construir enormes plantaciones irrigadas de azúcar y algodón. Se prevé que cuatro plantas de procesamiento de azúcar comiencen a funcionar este año. Algunas tribus están siendo reubicadas.

Las plantaciones y las fábricas dan empleo a algunos aldeanos del Omo. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores llegan de fuera del valle.

Fausto Podavini, que vive en Roma, fotografió la galería que vemos en el artículo durante cinco años, entre 2011 y 2016.

Más historias fotográficas: Minas de sal en Etiopía

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