Diplomáticos norcoreanos acusados de traficar con marfil y cuernos de rinoceronte

Un nuevo informe identifica al menos 18 casos de diplomáticos implicados en el contrabando, pero pocas veces se les detiene o reciben un castigo.

Por Rachel Nuwer
Publicado 9 nov 2017, 4:30 CET

La Place Braconnier, en el corazón de Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, debe su nombre al general que estaba al mando del primer puesto colonial belga del lugar en 1882. Sin embargo, todos los vínculos con él han sido olvidados.

Casualmente, braconnier significa «cazador furtivo» en francés y durante décadas la Place Braconnier —Plaza del Cazador Furtivo— ha sido sinónimo del comercio de marfil, pieles de leopardo, dientes de león, cuernos de kudú, caparazones de tortuga y otros productos ilegales de fauna silvestre vendidos allí.

Fue entre los puestos de la Place Braconnier donde Daniel Stiles, conservacionista independiente, vio por primera vez coreanos comprando, mientras llevaba a cabo un estudio de campo sobre el marfil en 1999. Estaban comprando cuernos y esculturas que, según asumió él, tenían la intención de pasar de contrabando a Corea del Sur para su posterior venta. Pero cuando visitó Corea del Sur, se quedó perplejo al descubrir que el mercado de marfil del país era prácticamente inexistente.

Años más tarde, Stiles se dio cuenta de su error: los compradores eran casi con total certeza norcoreanos, no surcoreanos.

Según historiadores, expertos en ciencias políticas y varios gobiernos, los diplomáticos de Corea del Norte son conocidos por su participación en el comercio ilegal. Hasta ahora, la atención se centraba principalmente en actividades de contrabando en Europa y Asia, pero un nuevo informe ha revelado que África y su fauna salvaje también ocupan un lugar importante en el conjunto de actividades ilícitas de Corea del Norte.

Según los hallazgos, publicados por la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional —una red con sede en Ginebra compuesta por expertos en desarrollo, en la aplicación de la ley y gobiernos—, en los últimos 30 años se han producido al menos 18 casos en los que estaban involucrados diplomáticos norcoreanos que traficaban con cuerno de rinoceronte y marfil. Es probable que el número de casos no detectados sea mucho mayor.

Para Julian Rademeyer, autor del informe, las alarmas saltaron cuando una extraña noticia llamó su atención. En mayo de 2015, Pak Chol-Jun, asesor político de la embajada norcoreana en Pretoria, y Kim Jong-Su, entrenador de taekwondo en Pretoria, fueron arrestados en Mozambique con casi 100.000 dólares en efectivo (más de 84.500 euros) y casi 4,5 kilogramos de cuernos de rinoceronte.

El embajador de Corea del Norte en Sudáfrica negoció la puesta en libertad de ambos, pero Sudáfrica finalmente expulsó al asesor político. Por otra parte, el entrenador de taekwondo, sospechoso de ser un espía norcoreano, según fuentes confidenciales de Rademeyer, dijo a sus estudiantes de artes marciales que se iba a casa para «visitar a su familia», pero nunca regresó.

«Simplemente intentar obtener una confirmación de que este incidente había ocurrido fue una pesadilla», afirma Rademeyer. «Pero despertó mi interés sobre la implicación de los diplomáticos norcoreanos en el tráfico de cuerno de rinoceronte y marfil».

Aunque a veces los incidentes como el de Mozambique aparecen en las noticias como casos aislados, Rademeyer descubrió un patrón continuo de actividades ilícitas. Los desertores de alto rango con los que contactó para las entrevistas describieron cómo funcionarios de las embajadas y agregados militares pasaban marfil de contrabando desde Angola, Etiopía y la República Democrática del Congo, y también traficaban con cuernos de rinoceronte de Sudáfrica y Mozambique.

A menudo se cree erróneamente que los diplomáticos tienen inmunidad total frente a investigaciones o detenciones, y según confirmaron investigaciones adicionales, esto es algo de lo que se aprovechan los norcoreanos para introducir productos de fauna salvaje en su equipaje de mano en vuelos a China, donde tienen vínculos con redes de crimen organizado.

Un desertor, un exintermediaro experto en importaciones que trabajaba con un pasaporte diplomático y que ahora vive en Seúl, contó a Rademeyer que su trabajo consistía frecuentemente en facilitar las transacciones entre los diplomáticos en África y los delincuentes chinos. Los diplomáticos norcoreanos «volaban a Pekín y se reunían directamente con los traficantes chinos, o yo lo organizaría y lo cambiaría por moneda fuerte», contó a Rademeyer, refiriéndose al tráfico de cuerno de rinoceronte, marfil y pepitas de oro.

Añadió que los diplomáticos solían hacer entre tres y cuatro viajes anuales para traficar.

Algunos de los incidentes que enumera Rademeyer se remontan a 1986, pero otros son más recientes. En otoño de 2016 se produjeron dos casos consecutivos de ciudadanos norcoreanos detenidos en el Aeropuerto Internacional de Bole, en Etiopía. El primero fue descubierto supuestamente con 76 fragmentos de marfil tallado en su maleta, mientras que el segundo tenía 200 brazaletes de marfil. Ambos se dirigían a China. Pero cuando uno de ellos enseñó su pasaporte diplomático, fue puesto en libertad sin cargos, y es probable que el otro hombre también hiciese lo mismo.

«Muy pocos policías quieren arriesgarse a enfadar a sus supervisores deteniendo a diplomáticos», afirma Rademeyer. «Eso apunta a un importante problema de aplicación de la ley».

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Delitos aprobados por el estado

África no es el único lugar donde los diplomáticos norcoreanos participan en actividades ilícitas.

Esto probablemente se convirtió en un hábito a mediados de la década de 1970, cuando Corea del Norte incumplió su deuda y perdió su capacidad para pedir préstamos, según Sheena Chestnut Greitens, codirectora del Instituto de Estudios Coreanos de la Universidad de Missouri. La nación estaba desesperada por obtener dinero y los diplomáticos empobrecidos —los embajadores de Corea del Norte pueden ganar el equivalente a 854 euros al mes en la actualidad— se vieron con la responsabilidad de encontrar sus propios medios de supervivencia.

Los desertores que habían trabajado en embajadas norcoreanas recuerdan subsistir a base de arroz blanco durante semanas mientras ideaban planes para ganar dinero por su cuenta. Uno de ellos contó a Rademeyer: «Cuando tenemos la oportunidad de ir al extranjero, hacemos lo que sea para ganar tanto dinero como sea posible».

Una parte significativa pero indeterminada de sus ingresos también tiene que enviarse a Pionyang como «dinero de lealtad» o «impuesto revolucionario». Según Stephan Blancke, experto en ciencias políticas e investigador freelance para el King's College de Londres, al gobierno no le importa en absoluto si la totalidad o una parte de este dinero procede de negocios sospechosos. «Al gobierno no le importa en absoluto que sus diplomáticos participen en negocios ilegales, siempre y cuando paguen el impuesto revolucionario y hasta quizá enviar regalos por sus cumpleaños y en otras ocasiones especiales», afirma, refiriéndose a festivos nacionales como el cumpleaños de Kim Il-Sung.

En 1976, los países escandinavos expulsaron a 12 diplomáticos norcoreanos de sus respectivos países tras haber sido investigados y de haberse descubierto que estaban pasando de contrabando y vendiendo cantidades gigantescas de vodka polaco, tabaco y hachís. Sin embargo, esta medida drástica no fue suficiente para frenar esta práctica. Greitens ha verificado casi 150 casos de actividad ilícita en la que están involucrados ciudadanos norcoreanos, muchos de los cuales son diplomáticos y han sido recompensados con ascensos una vez regresaron a casa.

En la actualidad, las fábricas con sede en Corea del Norte están produciendo metanfetaminas de alta calidad para su distribución al por mayor en China y en otros países, por lo que los diplomáticos norcoreanos cada vez se involucran menos en el tráfico de drogas, afirma Greitens. Pero hay pruebas suficientes, según dice, de que siguen participando en el tráfico y la venta de fármacos falsificados, dólares estadounidenses falsos y cigarrillos, así como de oro, piedras preciosas, armas y productos de fauna silvestre obtenidos ilegalmente.

«El contrabando forma parte del método empleado por Corea del Norte para obtener la moneda fuerte que necesita para seguir adelante y para permitir que el régimen actual permanezca en el poder», explica Greitens. «Todo el régimen opera sobre una base de efectivo».

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    Un portavoz de la embajada de Corea del Norte en la República Democrática del Congo en Pretoria, a quien se le ha pedido comentarios por email, negó que los diplomáticos norcoreanos participasen en el tráfico de cuernos de rinoceronte, marfil u otros productos ilegales. «Creemos firmemente que este informe está lleno de historias inventadas sin pruebas que critican [nuestro] estado independiente y soberano», escribió el portavoz, cuyo nombre se desconoce.

    Poco riesgo, grandes beneficios

    A medida que las sanciones económicas sobre Corea del Norte se vuelven cada vez más estrictas, los diplomáticos probablemente aumentarán su participación en actividades ilegales en el extranjero, según predice Blancke. Eso incluye más tráfico de cuerno de rinoceronte y marfil, algo que buscan los diplomáticos que delinquen porque ofrece grandes beneficios con escasos riesgos.

    El desertor que vive en Seúl contó a Rademeyer que entre 2011 y 2014, los diplomáticos consiguieron ganar cerca de 10.000 dólares (8.500 euros) de beneficios por cada maleta de entre 7 y 10 kilogramos de marfil, y unos 35.000 dólares (29.600 euros) por cada kilogramo de cuerno de rinoceronte blanco (el cuerno de rinoceronte negro se vende por el doble de esa cantidad).

    Las maletas diplomáticas no se suelen inspeccionar y, de ser interceptadas, el número de casos que llegan a juicio son increíblemente bajos para ciudadanos normales que han participado en delitos de fauna salvaje, por lo que en el caso de diplomáticos sería inferior.

    Expulsar a los diplomáticos norcoreanos podría ser la mejor solución para poner fin a esta conducta ilegal. Cinco países lo han hecho ya este año, aunque estas medidas se vieron motivadas en gran medida por las pruebas nucleares realizadas por Corea del Norte.

    Sin embargo, algunos países africanos parecen no estar dispuestos a expulsar a los diplomáticos. Como describe Rademeyer en su informe, Corea del Norte ha proporcionado recursos, asesores militares y adiestramiento a países como Uganda, Angola y Guinea Ecuatorial durante sus luchas por la independencia. Estos lazos históricos todavía persisten en la actualidad.

    «Corea del Norte cuenta con buenos amigos en África», afirma Andrea Berger, investigadora asociada en el Instituto Middlebury de Estudios Internacionales, en Vermont. «En esos lugares, los diplomáticos disfrutan de un escrutinio y una supervisión de sus actividades comerciales, ya sean lícitas o ilícitas, relativamente baja».

    Pero otros países africanos se han hartado. Robert Mugabe, de Zimbabue, —cuyo propio régimen despiadado contó con la ayuda de Corea del Norte, que proporcionó asistencia militar— cerró la embajada norcoreana en 1998, supuestamente por los vergonzosos y frecuentes casos en los que los diplomáticos habían sido descubiertos pasando cuerno de rinoceronte y marfil de contrabando.

    Del mismo modo, Botsuana rompió sus vínculos con el país en 2014, debido a «violaciones de derechos humanos», según informa Rademeyer. Según el ministro de asuntos exteriores de Botsuana, esto incluía un «trato inhumano» por parte de los norcoreanos y «un total desprecio hacia los derechos humanos de sus ciudadanos». Mogweetsi Masisi, vicepresidente de Botsuana, llegó a describir a Corea del Norte como una «nación malvada» ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.

    «Existe una especie consenso diplomático cada vez mayor en el mundo sobre el hecho de que Corea del Norte lleva demasiado tiempo saliéndose con la suya en actividades ilegales en el extranjero, y realmente no vale la pena tener una embajada norcoreana en tu país», afirma Ben Young, candidato a doctor en historia coreana en la Universidad George Washington, en Washington D.C. «No creo que lleven a cabo muchas actividades diplomáticas».

    Incluso si se clausurasen las 10 embajadas norcoreanas restantes del África subsahariana, esto no resolvería el problema global del comercio ilegal de fauna silvestre. Aunque el número de norcoreanos sorprendidos traficando con productos de fauna silvestre es un valor subestimado respecto al verdadero alcance de su participación, los norcoreanos solo son responsables de unos cuantos de los miles de rinocerontes asesinados cada año en África.

    Además, los norcoreanos no son los únicos diplomáticos involucrados en el tráfico de fauna salvaje. En su investigación, Rademeyer también descubrió 13 casos adicionales de diplomáticos en África —la mayoría chinos o vietnamitas— que traficaban con cuerno de rinoceronte y marfil.

    «Basándonos en la escasa información que tenemos sobre la implicación de Corea del Norte en el comercio ilegal de vida silvestre, es probable que tengan un papel más bien pequeño frente a otras redes criminales transnacionales, mucho más activas y arraigadas, que proceden de Vietnam, China, Laos, Tailandia y otros países asiáticos», señala Rademeyer. «Sin embargo, juntos han contribuido a la muerte de más de 7.100 rinocerontes a manos de cazadores furtivos en África durante la última década».

    Para estos asediados animales de África, todo se reduce a frenar la demanda, según Richard Thomas, director de comunicaciones globales para TRAFFIC, organización que supervisa el comercio mundial de fauna silvestre. «Si el uso de cuerno de rinoceronte simplemente pasa de moda en Asia, el incentivo para su tráfico desaparecería simplemente porque ya no sería una mercancía de gran valor».

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