Las embarcaciones polinesias que limpian los microplásticos del océano

Los isleños del Pacífico se han unido para llamar la atención sobre las toneladas de residuos plásticos que aparecen en sus orillas antes prístinas.

Por Marcus Eriksen
Publicado 8 jun 2018, 12:52 CEST
Castlepoint
Castlepoint, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, ofrece vistas impresionantes.
Fotografía de John Alexander, Robert Harding, National Geographic Creative
Esta historia forma parte de ¿Planeta o plástico?, una iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de desechos plásticos. Ayúdanos a evitar que mil millones de objetos de plástico de un solo uso lleguen al mar para finales de 2020. Elige al planeta. Comprométete en www.planetaoplastico.es.

La mar agitada, cortesía del ciclón Gita, choca con los lados de nuestra embarcación tradicional polinesia, conocida como waka en maorí. Con una tripulación de 12 miembros de la comunidad maorí y tres científicos, yo incluido, el waka Te Matau a Maui surca la costa este de la Isla Norte de Nueva Zelanda hacia la capital, Wellington, para participar en la Waka Odyssey internacional, pero el ciclón Gita se interpone en nuestro camino.

Somos uno de varios waka en una flotilla —uno viene desde tan lejos como Samoa, a 3.200 kilómetros— para defender la importancia de las travesías oceánicas en la cultura polinesia. Pero las sociedades de navegación de los pueblos polinésicos también van en cabeza en temas de conservación, desde la sobrepesca y el cambio climático a la contaminación por plástico. Aquí en Nueva Zelanda, me he unido al Pure Tour para documentar la cantidad de plásticos presentes en aguas costeras y para hablar por toda la Isla Norte acerca de «cero residuos», garantizando que la sabiduría indígena guíe las políticas de conservación. Para mí, este viaje en waka es una oportunidad para estudiar la contaminación por microplásticos junto a los conservacionistas maoríes.

Dirijo la investigación para el 5 Gyres Institute, con sede en Los Ángeles, una organización que cofundé hace una década para estudiar y resolver el problema de los plásticos en el océano. Los giros (gyres en inglés) son corrientes que se reparten por todo el océano, por encima y por debajo del ecuador, como el giro subtropical del Pacífico Norte que fluye de Japón a California, cambiando de sentido al chocar con la costa y fluyendo por Hawái y de regreso a Japón en un bucle de entre cinco y seis años.

Tras haber liderado muchos viajes por los cinco giros subtropicales del mundo, he observado los impactos de los plásticos en la vida marina. En 2015, publicamos la primera estimación de plástico flotante en el mundo: hay más de un cuarto de millón de toneladas. Más del 90 por ciento de los fragmentos son más pequeños que un grano de arroz, creando algo más parecido a un esmog de microplásticos que a una masa consolidada. Para evitar el problema hay que empezar por arriba: cuando las empresas deciden los productos y el envasado que elaboran y cuando los consumidores deciden qué comprar. Cuando eliminamos gradualmente los plásticos desechables de un solo uso, como las bolsas y las pajitas, vemos resultados duraderos.

Dos wakas tradicionales de casco doble, Te Matau a Maui (izquierda) y Haunui (derecha), surcan el mar.
Fotografía de one-image photography, Alamy Stock Photo

Pero ahora, a bordo del Te Matau a Maui, solo importa el ciclón, y la seguridad de la tripulación es lo primero. Con cierto arrepentimiento, volvemos al puerto originario del barco, Napier.

Pese a este contratiempo, la ciencia ha tenido éxito, ya que seguimos metiendo nuestra red en el agua para estudiar la superficie del agua en busca de microplásticos. La red de arrastre se parece a una mantarraya de aluminio, con alas flotantes y una boca de 60 centímetros de ancho. La red es más fuerte que el tejido de una camiseta. Por ahora tenemos 15 muestras y, como los miles de muestras que hemos recopilado en todo el mundo, son un caleidoscopio de confeti multicolor que aparece entre los detritus más habituales de semillas, insectos y zooplancton flotantes. Echamos las redes lo suficientemente despacio para permitir escapar hasta a los peces más pequeños. Las concentraciones de plástico son más densas cerca de las ciudades, donde bolsas de plástico, pajitas, botellas y vasos logran abrirse camino hasta el mar.

El Pure Tour es un proyecto iniciado por Tina Ngata, también conocida como la maorí antiplásticos. Es una poderosa mezcla de conservacionista y activista por los derechos indígenas. Su moko, una forma tradicional de tatuaje, incluye las imágenes de dos ballenas que descienden desde los bordes de sus labios hasta su barbilla. Cuando le pregunté por su moko, compartió conmigo su historia: «Hace unos meses, viajamos al mar para enfrentarnos a un enorme buque de investigación que llevaba a cabo pruebas sísmicas en el fondo del mar en busca de depósitos de petróleo sin explotar. Informamos al buque que, pese a contar con la aprobación del gobierno, no tenían la aprobación de los maoríes, que no eran bienvenidos en nuestro territorio y que esperaran más resistencia». Dice que protestaron contra las pruebas en nombre de «las ballenas, delfines y todos aquellos que viven bajo las olas, nuestra whanau (familia) oceánica».

Las culturas polinesias fomentan una estrecha afinidad por otras formas de vida y entre sí. Las sociedades de navegación utilizan sus amplios conocimientos de navegación celeste, migraciones y patrones de la fauna salvaje, y el viento y las olas para encontrarse entre vastas extensiones de agua. Como dijo Lavatai Lauaki Afifimailagi, anciano de la Samoan Voyaging Society, a la flota de wakas antes de salir: «Aunque nuestras islas estén separadas por kilómetros de océano, todos somos polinesios».

Pero el mismo océano que conecta Oceanía también está contaminado por el plástico. Nuestra investigación publicada indica que flotan más de 100.000 toneladas de plástico solo en el Pacífico, pero gran parte aparece en la orilla, lejos de su fuente. En 2017, los investigadores descubrieron una caja de pesca en Rapa Nui (la Isla de Pascua) que había flotado unos 6.400 kilómetros desde su lugar de origen en el Pacífico Sur.

Están apareciendo soluciones por toda Aotearoa (el nombre maorí de Nueva Zelanda). El Pure Tour comenzó con una visita a Raglan, en la costa oeste de la Isla Norte para visitar Xtreme Zero Waste. Este lugar cuenta con una montaña de compost, filas de contenedores de gusanos, una tienda de restauración de muebles y electrodomésticos, un depósito de madera y metal, una biblioteca de libros reciclados, una tienda de segunda mano y un lugar donde reciclar vidrio, metal, papel y plástico. La magnitud de eficiencia de la empresa produjo el cierre del vertedero local hace unos años, y ahora la organización asesora a otras comunidades.

Más islas están adoptando la filosofía de cero residuos. En Rapa Nui, los viajeros rellenan sus cantimploras reutilizables en estaciones de agua de toda la isla. En Hawái, se está debatiendo un proyecto de ley para prohibir los envases de comida de poliestireno. La filosofía de cero residuos se aplica también a los individuos. Viajar ligero y sin plástico es fundamental. ¿El mejor consejo? Opta por lo reutilizable y busca alternativas al plástico.

Unos días después de la Waka Odyssey, en el muelle de Wellington, los navegantes polinesios se reunieron tras una pancarta gigante que rezaba «Ban the Bag» («Prohíbe la Bolsa»). Marcharon hacia el Parlamento con una petición en la mano firmada por 65.000 ciudadanos en apoyo a una prohibición nacional de las bolsas de plástico desechables de un solo uso. En las escaleras del Parlamento, acompañé a Afifimailagi, el anciano samoano. Contempló a la multitud. «Todos somos navegantes», dijo. «Lo que llevas contigo y lo que dejas atrás definen quién eres».

Marcus Eriksen es un científico medioambiental, educador y cofundador de 5 Gyres Institute, que estudia la contaminación por plástico.

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