¿Por qué investigan estos exploradores un enigmático sistema volcánico en Guatemala?

Un «dream team» de científicos emprendió esta misión para estudiar la red de domos de lava más activa del mundo y ayudar a la gente que vive en la sombra del volcán.

Por Lauren O'Brien
Publicado 9 ago 2018, 15:40 CEST

Tres exploradores se alzan sobre el volcán Santa María, en Guatemala, contemplando una de las redes de domos de lava más activas del mundo. Han escalado 3.772 metros de terreno escarpado, cargando a la espalda cámaras, trípodes, tiendas de campaña y agua suficiente para toda la expedición. Han establecido su campamento en la cumbre del volcán y están preparados para comenzar su investigación sobre esta formación.

Santiaguito, un conjunto de cuatro domos de lava —montañas redondas hechas de lava viscosa— se encuentra al pie del volcán. Desde 1922, se han producido erupciones volcánicas pequeñas pero continuas en los domos de lava, que expulsan chorros de gas y ceniza. En noviembre de 2017, Stephanie Grocke, Gabby Salazar y Ross Donihue —todos ellos exploradores de National Geographic— emprendieron una expedición de un mes con guías locales y policía turística para estudiar estos volcanes activos, probar un nuevo método de seguimiento de la actividad de los domos de lava y desarrollar métodos para predecir las erupciones.

En una misión para recopilar datos sobre el comportamiento volcánico, el equipo adoptó un enfoque multidimensional, combinando herramientas científicas y de comunicación usadas por los tres exploradores: una vulcanóloga, un cartógrafo y una fotógrafa/directora.

Ross Donihue, Stephanie Grocke y Gabby Salazar en la cima del volcán Santa María, sobre el domo de Santiaguito.
Fotografía de Stephanie Grocke, National Geographic Creative

 «Santiaguito es un laboratorio natural maravilloso para llevar a cabo esta expedición», afirma Grocke, la vulcanóloga. Durante la expedición, Grocke empleó técnicas de fotogrametría avanzadas. «Hacía fotogrametría terrestre en time-lapse, que consistía en sacar imágenes continuas en time-lapse de la superficie del domo de lava activo», explicó Grocke.

Para conseguirlo, colocó tres cámaras con objetivos telefotográficos y receptores por radio sobre trípodes en tres ubicaciones diferentes de la zona. Disparó las cámaras de forma remota empleando un transmisor para que cada una de ellas sacara fotos de manera simultánea desde un punto de vista diferente. «Podemos unir todas esas fotografías en un time-lapse, que se utilizará para rastrear y cuantificar los movimientos superficiales del volcán», explicó Grocke.

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    Usará esas fotografías para crear un modelo de elevación digital en 3D y reconstruir la actividad del volcán. «Lo había hecho antes con [mi tutor académico], pero perfeccionamos este método con la experiencia de Gabby y Ross», contó Grocke.

    Durante casi cinco días, el equipo colaboró para manejar las cámaras. La colocación y el mantenimiento eran complicados y el grupo trabajó constantemente, en total oscuridad y con vientos fuertes.

    «Acampamos al borde del volcán con todas las cámaras apuntando hacia el domo de lava más activo, llamado El Caliente, que entra en erupción con bastante frecuencia. Forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico y está atravesando un ciclo activo», contó Donihue, cartógrafo especializado en la narración de historias mediante mapas. «El Cinturón de Fuego del Pacífico es básicamente una zona donde las placas colisionan y crean una zona de subducción donde una placa se introduce bajo la otra y crea rifts».

    Donihue se unió al equipo en Guatemala, durante las vacaciones de la universidad. «Antes de ir, tenía en mente algunos conceptos, había descargado datos básicos e identificado la perspectiva para mostrar el complejo en su conjunto y la anatomía del volcán». Para aportar más información, llevó lecturas GPS y usó un dron para recopilar datos y sacar fotografías aéreas. «Mi tarea principal era crear los mapas y las infografías», explicó Donihue.

    El equipo espera saber cómo reacciona el domo antes, durante y después de una erupción, una información que sería muy útil a la hora de predecir erupciones. «Si podemos mejorar nuestra comprensión de la actividad volcánica futura, entonces podremos advertir a la gente», afirmó Donihue.

    Salazar, fotógrafa y directora, documentó la expedición sacando miles de fotografías y grabando las actividades del grupo, pero también fue fundamental en la recopilación de datos científicos. «Su experiencia como fotógrafa ayudó en el plano científico. Sacando mejores fotos, colocando las cámaras noche y día, nos ayudó a recopilar mejores datos», afirmó Grocke.

    El equipo recopiló datos e imágenes que necesitaban tras alcanzar la cumbre del volcán en dos ocasiones, pero su trabajo no ha terminado. Querían compartir lo que habían aprendido con la gente que vive en la sombra del volcán Santa María, por eso crearon e instalaron una exposición fotográfica centrada en la vida en torno al domo de lava activo.

    Casi 1.259.600 personas viven en los 30 kilómetros alrededor del volcán, según un informe del Programa de Vulcanismo del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian. «Para los lugareños, este volcán ha estado entrando en erupción en su patio trasero durante 90 años, casi continuamente», explicó Grocke. «Las fotos cuentan la historia de cómo es vivir con volcanes activos, así como los beneficios y riesgos que plantea la actividad volcánica».

    «Pueden ocurrir erupciones en Guatemala que serían devastadoras y todavía no podemos predecir o pronosticar qué va a ocurrir. Estábamos allí como recordatorio y herramienta educativa, intentando infundir una concienciación general», afirmó Grocke.

    La exposición fotográfica se donó al Instituto Guatemalteco de Turismo. «Una de mis partes favoritas de la exposición fue ver a Stephanie responder a las preguntas sobre los volcanes usando fotografías e infografías. El público estaba fascinado con sus respuestas y las ayudas visuales facilitaron que entendieran muchos conceptos complicados, como la tectónica de placas y los riesgos volcánicos», afirmó Salazar.

    Tras regresar de la expedición, el equipo tiene otra tarea: analizar los datos, crear un modelo en 3D y, si todo va bien, ayudar a la comunidad a predecir estas erupciones.

    «La parte fácil se ha acabado; ahora necesitamos averiguar cómo analizar los datos. Como la tecnología es nueva en cierto modo, el procesamiento de los datos también lo es. Ahora mismo, intentamos extraer lo máximo posible de los datos que tenemos, para crear modelos de elevación en 3D», cuenta Grocke. El equipo quiere comparar las imágenes y los datos más recientes con la información que Grocke recopiló hace dos y cuatro años. A través de este análisis, esperan supervisar atentamente los cambios en los domos con el paso del tiempo. «Es un sistema muy dinámico y en evolución y empezamos a reconocer ciclos de cómo el volcán se infla y se desinfla», afirma. «Al acelerar el proceso mediante la fotografía time-lapse, podemos empezar a ver los cambios que tienen lugar antes de las erupciones».

    El objetivo final es tanto científico como humanitario. Grocke  explica que «intentamos hacernos una idea mejor de cuándo podría ocurrir la próxima gran erupción».

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