Los bosques de las iglesias protegen los frágiles paisajes de Etiopía

Sacerdotes, científicos y comunidades locales colaboran para salvar el cinco por ciento de los bosques que quedan en el norte de Etiopía.

Por Alejandra Borunda
fotografías de Kieran Dodds
Publicado 21 ene 2019, 15:14 CET
La iglesia Debre Mihret Arbiatu Ensesa, que se parece a un molinillo de colores desde arriba, está rodeado de árboles. Pero los campos secos y cálidos están a pocos pasos de distancia.
Fotografía de Kieran Dodds

De niño, Alemayehu Wassie Eshete iba a la iglesia todos los domingos. Caminaba por carreteras de tierra seca entre campos de trigo en su provincia natal del norte de Etiopía. Al final del viaje le esperaba un premio: la entrada a otro mundo, literalmente.

Un hombre reza y lee las sagradas escrituras dentro del camposanto de la iglesia de Robit Bahita, cerca de Bahir Dar.
Fotografía de Kieran Dodds

Las iglesias de la Iglesia unitaria ortodoxa etíope —el grupo religioso dominante en Etiopía, con casi 50 millones de fieles— casi siempre se encontraban en bosques vitales y sombríos. Los bosques, según la creencia religiosa, eran como ropa que rodeaba la iglesia que albergaban en su núcleo, tan integrantes del espacio religioso como el mismo edificio eclesiástico. Wassie salía al cálido sol y entraba en un mundo hermoso y fresco lleno de cantos de pájaros y plantas aromáticas, un pequeño punto caliente de biodiversidad y espiritualidad.

«Desde una perspectiva ecológica, es como pasar del cielo al infierno», afirma. «Vas de los campos secos y cálidos al precioso bosque. Cualquiera puede verlo como algo solo hermoso, pero el bosque significa más. También es un lugar espiritual donde la naturaleza es perfecta y puedes rezarle a Dios».

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    Un sacerdote vestido con túnicas ceremoniales frente a un mural de vivos colores en la iglesia de Robit Bahita, cerca de Bahir Dar.
    Fotografía de Kieran Dodds

    Pero cuando Wassie empezó a estudiar biología y ciencia en la escuela, se dio cuenta de que los bosques que amaba eran pocos y distantes. En la escuela, aprendió lo importante que eran los bosques para la salud ecológica de las diversas partes del mundo y se preguntó: ¿dónde están nuestros bosques, los del norte de Etiopía? ¿Por qué quedan tan pocos?

    En el último siglo, casi todos los bosques autóctonos de la provincia de Gondar del Sur han desaparecido. Los han talado para dejar espacio a campos de trigo y pastos, empresas agrícolas que sustentan el rápido crecimiento demográfico de la región. Con todo, aún quedan muchos de los bosques de las iglesias de Etiopía, protegidos por sus guardianes religiosos y las comunidades que los rodean. Estos son fragmentos diminutos de un pasado perdido y el núcleo de la esperanza de la conservación y la restauración futura.

    El corazón de la comunidad

    Los campos cerca de la iglesia de Gebita Giyorgis invaden la franja de bosque eclesiástico.
    Fotografía de Kieran Dodds

    Las iglesias y los bosques que las envuelven han servido de núcleos para comunidades locales, partes integrantes de la vida religiosa y secular, desde el siglo IV d.C. Los bosques aportan una especie de «cobertura de respeto» para las iglesias y las riquezas que albergan. Se estima que algunos de ellos tienen 1.500 años de antigüedad: son islas diminutas y antiguas de hábitat histórico en un paisaje cambiado.

    A principios del siglo XX, se estima que un 40 por ciento de Etiopía estaba cubierto de árboles. Pero, a lo largo del siglo pasado, con el aumento demográfico, la demanda de alimentos se disparó. Las hectáreas de bosque se vieron remplazadas por campos agrícolas. Poco a poco, con el paso de décadas, la cantidad total de tierra cubierta de árboles disminuyó. Ahora se sitúa en torno al cuatro por ciento del país. En Gondar del Sur, los fragmentos de bosque están separados en casi 1.500 franjas diminutas.

    Las franjas forestales restantes —lugares fundamentales para la biodiversidad— están amenazadas. Especies invasoras como el eucalipto, que son valiosas porque crecen rápido y sirven como leña, están entrando en algunas de ellas. El ganado que vaga en los bosques sombríos y frescos pisotea plantas jóvenes y daña árboles antiguos.

    Defensores del bosque

    Al principio, Wassie centró su investigación en comprender qué vivía en los bosques y cómo podrían convertirse en lugares fundamentales para preservar lo que quedaba del hábitat forestal etíope restante. Como parte de sus estudios de doctorado, contó las diferentes especies de flora y fauna. También contó las semillas presentes en el suelo, lo que le revelaría qué bosques podían recuperarse y generar árboles nuevos en el futuro. Primero, midió si estaba germinando algún árbol nuevo y rastreó cómo el ganado estaba dañando el delicado sotobosque.

    El santuario de la iglesia de Ural Kidane está decorado con pinturas narrativas ornamentadas muy elaboradas ante las que reza un sacerdote.
    Fotografía de Kieran Dodds
    La multitud observa cómo devuelven una réplica del Arca de la Alianza a su santuario dentro de la iglesia al final del festival de Timket, iglesia en la que se celebra la Epifanía.
    Fotografía de Kieran Dodds

    En algún momento, Wassie decidió que quería dedicar su energía a proteger los bosques, no solo a estudiarlos y ver cómo mermaban. Quería ayudar a las comunidades que amaban y respetaban los bosques a salvaguardarlos, restaurarlos y quizá incluso ampliarlos. Se había ganado la confianza de los sacerdotes y las comunidades que cuidaban de los bosques que estudiaba y se dio cuenta de que podían colaborar con ellos para conservar los espacios salvajes.

    Dos mujeres caminan por el bosque de la iglesia de Betre Mariam cerca de Zege.
    Fotografía de Kieran Dodds
    Un sacerdote de la iglesia de Robit Bahita sostiene una cruz en el bosque.
    Fotografía de Kieran Dodds

    En una conferencia académica de México, Wassie conoció a Meg Lowman, una bióloga estadounidense, y captó su interés con su presentación acerca de los bosques de las iglesias. Lowman invitó a Wassie a visitar su laboratorio para hablar más del proyecto. Cuando llegó, utilizó Google Earth para imprimir imágenes de los bosques de las iglesias desde arriba. Se les ocurrió que podrían colaborar para estudiar y conservar los bosques: Lowman tenía contactos en la comunidad científica estadounidense para respaldar la investigación y Wassie contaba con un amplio conocimiento de los bosques y había establecido relaciones con los sacerdotes que cuidaban de ellos.

    Wassie llevó a Lowman a Etiopía, donde organizaron un taller para más de 150 sacerdotes, muchos de los cuales caminaron durante días para asistir. Los científicos proyectaron las fotografías de Google Earth en una sábana y mostraron a los sacerdotes cómo habían mermado los bosques con el paso del tiempo.

    Un joven novicio se apoya en un árbol que crece en el bosque que rodea la iglesia de Robit Bahita.
    Fotografía de Kieran Dodds
    Un sacerdote de la iglesia de Robit Bahita, cerca de Bahir Dar, posa para un retrato.
    Fotografía de Kieran Dodds

    «Les apasionó desde el principio porque se consideraban guardianes de todas las criaturas de Dios», afirma Lowman. «Yo, como científica de conservación, creo que tenemos la responsabilidad de salvar la biodiversidad. Tenemos el mismo objetivo».

    Construir una solución

    Los científicos decidieron con los sacerdotes que lo más eficaz y directo que podían hacer para preservar los bosques era construir muros bajos que demarcaran los bosques y evitasen la entrada de los animales.

    El año siguiente, Wassie y Lowman habían recaudado el dinero suficiente para dar comienzo a la construcción. Descubrieron que esta sencilla solución resultó ser increíblemente eficaz. Cada vez más sacerdotes empezaron a pedir ayuda para construir sus propios muros.

    Ahora, unos pocos años después, el dúo científico ha ayudado a más de 20 comunidades a erigir muros alrededor de sus bosques y tienen una lista mucho más larga de lugares donde querrían construir más. En los lugares donde han construido muros, los bosques prosperan tanto que los sacerdotes han decidido ampliarlos para que los bosques puedan expandirse aún más. En los bosques de las iglesias intactos, la calidad del agua es mejor que en los campos circundantes, los plantones de árboles sobreviven mejor, y los polinizadores —importantes tanto para las especies de los bosques como para la agricultura que los rodea— abundan.

    Muchas iglesias han erigido muros que impiden que el ganado entre en los bosques. En esta foto, ha caído un gran árbol y ha dañado uno de esos muros. Una mujer que se dirige a la iglesia entra por el agujero creado por el árbol caído.
    Fotografía de Kieran Dodds

    «Nos dijeron que la mayor parte de los bosques habían quedado destruidos y parecía que no quedaba esperanza», afirma Wassie. Pero hay miles de bosques de iglesias repartidos por el paisaje y cada uno representa, para él, un alfiler de esperanza de la restauración futura.

    A continuación, Wassie quiere averiguar cómo conectar algunas de esas motas de bosque para reconstruir una vasta red por toda la provincia, tarde lo que tarde.

    «Tenemos todas las piezas», afirma. «Tengo esperanza gracias a haber trabajado con los sacerdotes. Aunque las iglesias están presionadas, trabajan para proteger lo que tenemos. Podemos recuperar aún más».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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      Un niño en los campos arados cerca de la iglesia de Bitsawit Mariam en Gondar del Sur.
      Fotografía de Kieran Dodds

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