¿Cuál es el nivel de contaminación de nuestros hogares?

El aire de tu cocina, tu salón o tu dormitorio pueden estar condenando tus pulmones a respirar una gran cantidad de compuestos contaminantes. Pero, ¿sabes de dónde salen estas partículas de tu hogar?

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 25 abr 2019, 15:34 CEST
Fotografía de Ingo Joseph

Más de 900 compuestos diferentes pululan por el aire que sobrevuela nuestras cabezas en nuestros hogares, trabajos y edificios. Algunos de ellos pueden estar de dos a cinco veces más concentrados en interiores que en la ciudad, según datos de la European Lung Foundation.

El moho, los hongos, el polen, el humo del tabaco, los limpiadores del hogar, el detergente, la pintura, los gases como el monóxido de carbono o incluso los ácaros del polvo provocan más fallecimientos al año que la contaminación de las ciudades: 4,3 millones de personas frente a 3,7 millones, según la Organización Mundial de la Salud.

De ellos, “la mayoría fallece por accidente cerebrovascular (34%), cardiopatía isquémica (26%) y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (22%)”, afirma la organización en el comunicado. “La neumonía y el cáncer de pulmón representan el 12% y el 6% de las muertes, respectivamente”.

Al referirnos a la palabra contaminación, las partículas en suspensión que ahogan nuestras ciudades eclipsan a estos pequeños causantes de una contaminación aún más perjudicial, la de nuestros hogares. En ambos casos, la población de mayor riesgo son aquellas personas asmáticas o bien de menor o mayor edad.

El imaginario social está repleto de tubos de escape humeantes, atascos y grandes fábricas al imaginarnos la contaminación atmosférica. Pero, ¿tenemos tan claro de dónde procede la del interior?

Productos de limpieza, muebles y ácaros de polvo

Tan solo con el humo del tabaco son varios millares de sustancias las que impregnan el aire con nicotina, cianuro de hidrógeno o CO2. Las propias personas y los seres vivos somos productores de dióxido de carbono y otro tipo de partículas que se acumulan de forma nociva en un aire mal ventilado. También los productos de limpieza e incluso los ambientadores liberan sustancias químicas al aire.

Incluso el propio mobiliario y algunos materiales utilizados ya en la construcción del edificio pueden generar compuestos volátiles que favorezcan un aire perjudicial para la salud si las cuatro paredes entre las que nos encontramos no están bien ventiladas.

“Casi tres mil millones de las personas más pobres del mundo siguen dependiendo de combustibles sólidos”, afirma la OMS. “Madera, estiércol animal, carbón vegetal, residuos de cultivos y carbón, que queman en estufas de baja eficiencia y muy contaminantes para cocinar y calentarse”.

Estas combustiones emiten importantes cantidades de partículas, formaldehido, CO2 y NOx, entre otros, que a menudo se acumulan si no existe una buena ventilación.

Además de los contaminantes generados en el interior de nuestros hogares, oficinas o incluso colegios, también existen contaminantes exteriores que se cuelan en los interiores, como el gas radón, segunda mayor causa de cáncer de pulmón. Según explica la OMS, este gas se crea a partir de la desintegración del uranio, presente en nuestros suelos y rocas, e incluso en el agua.

Sus partículas emanan del suelo hacia el aire que respiramos y se depositan en las células que recubren nuestras vías respiratorias. "De hecho, se estima que el riesgo asociado al radón que corre un fumador es 25 veces superior que en el caso de los no fumadores", afirma la organización. 

El control de calidad de los interiores y la implantación de medidas que aseguren que el aire que respiramos es sano son un imperativo cuya urgencia crece día a día. Para ello, nuestros aliados son los sistemas de ventilación, filtración y purificación del aire, utilizar materiales sostenibles, así como controlar la humedad y la temperatura del aire, que pueden agravar sus efectos.

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