Este hongo es una grave amenaza para la existencia de los plátanos

El gobierno colombiano ha confirmado la llegada a Latinoamérica de un hongo que devasta plantaciones de plátano y banano.

Por Myles Karp
Publicado 13 ago 2019, 12:35 CEST
Banano
Un banano en una plantación en Guadalupe el 10 de abril de 2018. Un hongo letal pone en peligro el futuro de la banana y el plátano.
Fotografía de Helene Valenzuela, AFP/Getty Images

Pese a años de iniciativas de prevención, un hongo que ha causado estragos en plantaciones de bananos y plátanos del hemisferio oriental ha llegado a las Américas.

El Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) confirmó el pasado jueves que las pruebas de laboratorio han identificado la presencia de la denominada Raza 4 Tropical del mal de Panamá en plantaciones de la región costera del Caribe. Este comunicado viene acompañado de una declaración de emergencia nacional.

El descubrimiento del hongo representa un posible desastre inminente para los plátanos, que son tanto una fuente de alimento como un bien de exportación. La Raza 4 Tropical del mal de Panamá —o TR4— es la infección de la planta bananera por parte de un hongo del género Fusarium. Aunque los plátanos producidos en suelos infectados no son inseguros para el consumo humano, las plantas infectadas dejan de dar fruto.

Una propagación rápida

Este hongo destructivo, identificado por primera vez en muestras de suelo taiwanés a principios de los 90, quedó confinado al Sudeste Asiático y Australia hasta que se confirmó su presencia en Oriente Medio y África en 2013. Los expertos temían que acabara apareciendo en Latinoamérica, el epicentro de la industria de exportación global de plátanos.

«Cuando lo detectas, ya es demasiado tarde y es probable que se haya propagado fuera de esa zona sin que se haya reconocido», afirma Gert Kema, profesor de fitopatología tropical de la Universidad Wageningen de los Países Bajos cuyo laboratorio ha analizado las muestras de suelo para confirmar la presencia de la TR4 en Colombia, así como en brotes anteriores.

Ningún fungicida ni medida de biocontrol ha surtido efecto contra la TR4. «Hasta donde yo sé, el ICA y las plantaciones están haciendo un buen trabajo en términos de contención, pero la erradicación es prácticamente imposible», afirma Fernando García-Bastidas, fitopatólogo colombiano que ha coordinado los análisis.

La agricultura platanera es en parte culpable del potencial de propagación del hongo. Las plantaciones comerciales cultivan casi exclusivamente una variedad clonal denominada Cavendish; la genética idéntica de estas plantas se traduce en una susceptibilidad igual a la enfermedad. La práctica de cultivar plantas con diversidad genética limitada —que recibe el nombre técnico de monocultivo— es de gran ayuda en la agricultura comercial y la comercialización baratas y eficaces, pero hace que los sistemas de alimentación sean peligrosamente vulnerables a las epidemias.

Los consumidores de países importadores, como Estados Unidos, podrían verse desalentados ante la subida de precios y la escasez de existencias de plátanos para sus batidos y tostadas, pero sobrevivirán. Sin embargo, para millones de personas en Latinoamérica, el Caribe, África y Asia, los plátanos son una fuente fundamental de nutrientes.

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Además de la variedad Cavendish que domina los estantes de los supermercados, los residentes de los países productores de plátanos dependen de una serie de variedades locales, entre ellos el plátano macho, para garantizar la seguridad alimentaria. La Raza 4 Tropical del mal de Panamá tiene un amplio abanico de huéspedes, es decir, que hasta cierto punto supone una amenaza para casi la mitad de estas variedades.

No solo se consume

Latinoamérica depende de los plátanos no solo como fuente de alimento, sino como un recurso económico primario. La región alberga a cuatro de los cinco mayores productores de plátanos para el mercado de exportación y a los diez exportadores principales de esta fruta a Estados Unidos. Ecuador, que comparte frontera con Colombia, es el mayor exportador mundial. La proliferación de la TR4 en Sudamérica y Centroamérica podría provocar dificultades económicas generalizadas.

Esta situación no es una novedad. En la primera mitad del siglo XX, otra cepa del mal de Panamá —Raza 1— estuvo a punto de acabar con el suministro global de la variedad de plátano Gros Michel, entonces la única exportada a Europa y Estados Unidos.

Desesperados, los predecesores de Chiquita y Dole pasaron a la producción de un plátano resistente al mal de Panamá, pese a su sabor relativamente soso: el ubicuo Cavendish. La TR4, la última cepa del mal de Panamá, también afecta al plátano Cavendish.

A diferencia de la epidemia anterior del mal de Panamá, esta vez no existe un plátano que pueda remplazarlo para salvar a la industria. Aunque se cultivan miles de variedades de plátano en todo el mundo, solo unas pocas poseen las características específicas para resistir los rigores del cultivo comercial a gran escala, el transporte en largas distancias y la comercialización internacional. No existe ningún plátano con dichas características, un sabor y un aspecto similares al Cavendish y resistencia a la TR4.

Sin plátano de sustitución

Como los plátanos presentan reproducción asexual, crear variedades nuevas es una tarea muy difícil y laboriosa. Los científicos de la Fundación Hondureña de Investigación Agrícola (FHIA) han desarrollado plátanos capaces de tolerar la TR4 y otras enfermedades, pero quizá sean demasiado desconocidos para apelar a consumidores y agricultores. Durante los 90, un proyecto de desarrollo llevó pequeñas cantidades de plátanos Goldfinger y Mona Lisa de la FHIA al mercado de Canadá, pero no gustaron a los compradores.

Otros científicos —entre ellos James Dale de la Universidad de Tecnología de Queensland en Australia— están analizando plátanos Cavendish modificados genéticamente resistentes a la enfermedad, pero la aceptación pública de los OGM podría ser un importante obstáculo para su adopción generalizada. Las variedades creadas en Asia con el método de la variación somaclonal son solo parcialmente resistentes y tienen cualidades agrícolas poco ideales.

Independientemente del método empleado, crear un sustituto viable no es una solución a largo plazo. «Debemos implementar una biodiversidad abundante generando una serie de nuevas variedades de plátanos, no una sola», afirma Kema. «El monocultivo es insostenible por definición».

Quizá los consumidores y las partes interesadas del sector adoren el plátano Cavendish, pero un apego inquebrantable al Cavendish podría ser miope.

«No digo que tengamos un Cavendish de reserva para remplazar al Cavendish actual, pero existen otras variedades de otros colores, formas y rendimientos que sobrevivirán a la TR4», afirma Rony Swennen, profesor de la Universidad de Lovaina, que mantiene la Colección Internacional de Germoplasma de Musa, con más de 1500 variedades de plátanos. «La cuestión es si la industria lo aceptará y si los consumidores están listos para cambiar de sabor».

Conforme la TR4 del mal de Panamá avanza por Latinoamérica, quizá no nos quede otra opción.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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